domingo, 26 de febrero de 2012

¿DE QUE HABLABAMOS?

No es una novedad para mi que a algunos visitantes del blog les cuesta hacer foco en lo que voy a dar en llamar “el tema del día”.

Yo escribo con la intención de desarrollar un concepto que a mi me parece que puede ser de interés, que puede despertar conciencia, que puede echar luz sobre algo que se ignora, en una palabra, escribo porque pienso que puedo ser útil, sobre todo para gente muy joven, como son algunos asiduos al blog, y que están, muy meritoriamente por cierto, construyendo su propio sistema de pensamiento.

Un sistema de pensamiento es, para cualquier ser humano, una herramienta que lo acompañará toda su vida, una especie de archivo en el que, a mi entender, debe haber lugar para las dudas, para las preguntas y para las rectificaciones, y que genera un entramado interno al que se puede recurrir para poder vivir entre los otros.

Esto es así y es para siempre.

Así se construye una persona.

Varias veces me ha ocurrido, al leer lo que escriben, que me ha sorprendido el camino que ha tomado la respuesta y he llegado a pensar que yo no había sido suficientemente clara al escribir.

Debo decir que conozco la manera de pensar y de escribir de la mayoría de ustedes, podría arriesgar opiniones sobre Maria Marta, sobre Claudio, sobre Master Yoda, sobre la mayoría de las rusas, aun teniendo en cuenta la dificultad del idioma, y presumo que mi margen de error sería bastante estrecho.

Y es por eso que me atrevo a decir algo hoy sobre una respuesta de Bruna a la última columna, “Doscientos Elefantes”, que provocó a su vez una reacción desmesurada de María Auxiliadora.

Ambas son muy jóvenes y por eso lo hago.

No es el “derecho a la opinión” lo que cuestiono, aunque ya he dejado constancia aquí mismo de lo que pienso acerca de opinar todo el tiempo sobre todos los temas, en cualquier sitio y con cualquier persona, hago foco sobre el error de foco en la respuesta.

Bruna: el tema era una matanza, un asesinato a mansalva de animales indefensos y la curiosa reacción de funcionarios con jurisdicción planetaria.

Si alguien lo deseaba había que contestar sobre eso, y vos empezas tu respuesta diciendo: "No me gustan los animales, hacen “cosas distintas”, tienen “costumbres distintas” y eso me produce rechazo".

Y te aseguro que te otorgo a vos todo el derecho a que no te gusten los animales, pero me tomo para mí el derecho, porque vos me lo has otorgado, a corregir la línea de tu pensamiento porque no hablábamos de los gustos personales. Hablábamos de un hecho moral y de sus consecuencias, y eso nunca puede ser decidido por un gusto personal.

Hoy en el mundo conviven tribus africanas con costumbres aberrantes, religiones machistas y autoritarias, gente que huele a flores con otra que no pasa por una ducha en meses, gente delgada con gente con obesidad mórbida. ¿Que si me gustan todas? ¡Claro que no! Pero defendería con todas mis fuerzas los tan vapuleados “derechos humanos” de cualquiera de esos seres.

Los animales no tienen “derechos humanos” pero no me importa. Y no se si tienen alma, como afirma Maria Auxiliadora, y tampoco me importa. Lo que mi sistema de pensamiento me indica es que tengo que ser parte de la armonía del mundo y no parte de su miseria, y eso indica aceptar las manifestaciones de la naturaleza en cualquiera de sus formas. Y mucho, muchísimo más allá de mis gustos personales.

Que quede claro: esto no es una reconvención ni un reto. Me consta que sos una persona inteligente, sensible y generosa y llena de inquietudes y que vas a lograr lo que te propongas en la vida. Esto pretende ser una ayuda para aprender a no salirse del tema y terminar en un sitio al que no queríamos llegar.

Es simple, solo hay que preguntarse: “¿De qué hablábamos?”.

Los abrazo.

Leonor.

domingo, 19 de febrero de 2012

DOSCIENTOS ELEFANTES

Les propongo un ejercicio de concentración: pensemos en doscientos elefantes.

Son muchos y ocupan mucho espacio. El elefante es el segundo animal más grande de la creación, el primero es la ballena.

Ahora imaginemos esa misma cantidad de elefantes pero muertos, tirados en la hierba del parque nacional de Camerún, con sus patas tiesas y sin colmillos.

Están ensangrentados. Fueron muertos por las milicias de Sudan para traficar con el marfil.

Según la prensa la Unión Europea se ha dirigido por carta al primer ministro Philemon Yang para expresarle su “preocupación”, (comillas en el original), por lo que está sucediendo ya que la matanza pone en peligro el importante “patrimonio turístico”, (las comillas son mías), de Camerún.

Agrega la noticia que el Fondo Internacional para el Bienestar Animal teme que numerosas crías hayan quedado huérfanas y acaben muriendo de hambre y sed sin la protección de la manada.

¿Cuántas personas son necesarias para matar doscientos elefantes? ¿Cuánto tiempo? ¿Cuántas armas? ¿Con qué los matan? ¿Con rifles? ¿Muere rápido un elefante? ¿O agoniza un tiempo incalculable mientras sus ejecutores comen y beben muy cerca de ellos? ¿Cuánto les pagan por cada animal asesinado? ¿Cómo entregan los colmillos a los traficantes? ¿Limpios? ¿O todavía con trozos de carne y sangre?

Imaginar los pormenores hace la realidad mucho más escalofriante.

Los historiadores y las estadísticas dicen que vivimos mucho mejor que antes, y seguramente es así. Si nos atenemos a los avances científicos y tecnológicos es una verdad que no se discute. Simplemente el descubrimiento de los antibióticos y la invención de las vacunas ha salvado más vidas en estos últimos dos siglos que en todo el resto de la historia de la humanidad. Y ha valido la pena.

Pero la conciencia no se desarrolla en el ámbito científico o tecnológico. La conciencia es ese misterio indescifrable que toca a un ser humano y lo ilumina.

El misterio es: ¿por qué no a todos? La conciencia, ¿puede ser parcial? ¿Podemos tener “un poquito de conciencia”? ¿Podemos amar a los seres humanos y detestar a los animales? ¿O la inversa?

Tengo una tía -y la nombro porque no lee el blog- que llora cada vez que se encuentra en la calle con un perro abandonado, pero trata horriblemente mal a la persona que la cuida, insulta a los proveedores, sospecha de los vecinos, no comparte la comida.

No podemos ir a Camerún a detener la matanza de elefantes. Ni siquiera una carta a Naciones Unidas tendría efecto si intentáramos explicarles a sus integrantes que los elefantes no son solo una “atracción turística” y que la protección de sus vidas debería ser materia de acción y no de preocupación de altos funcionarios.

Nuestro radio de acción es reducido pero poderoso. Son los círculos concéntricos de la piedra tirada en el agua, es la onda expansiva de la bondad conciente, es el aleteo de la mariposa.

Es la risa, el agradecimiento, la alegría, el perdón.

El estado del que hablo no excluye la diversión, las trasnochadas, el sexo, el alcohol, las broncas, la competencia, el deseo por las cosas bellas y el dinero.

Solo cada uno sabe cuando reducir la dosis porque reducirla no es vivido como una restricción sino como una elección. Y aun así, volver a ellas de vez en cuando no nos convierte en subdesarrollados morales.

Somos lo que sea que seamos y esta bien. Siempre esta bien. Aceptemos el camino y sepamos que nadie, pero nadie, excepto nosotros mismos, tiene el derecho de ponerle una calificación a nuestra vida.

Los abrazo.

Leonor.

P/D. Estoy leyendo “Comer animales” de Jonathan Safran Foer. Les transcribo un párrafo:...“sentí vergüenza por vivir en una nación que goza de una prosperidad sin precedentes, una nación que gasta menos en comida que ninguna otra en la historia de la humanidad, pero que en nombre de los bajos costos trata a los animales que come con una crueldad tan extrema que sería ilegal si se le aplicara a un perro”.

lunes, 13 de febrero de 2012

MORIR ES TIRAR UNA PIEDRA EN EL AGUA

Es una de mis imágenes recurrentes: tiro una piedra en el agua y me quedo mirando los círculos concéntricos que forma su caída. Los que están más cercanos son un dibujo potente y salpican, y veo las gotas levantarse y caer.

A medida que los círculos se alejan se hace mas débil su dibujo hasta que ya no los noto. Eso no quiere decir que el agua deje de sentir el impacto. Simplemente no lo veo. Pero sigue moviéndose. De lo contrario caería en la falacia de creer que no existe lo que yo no veo.

Elijo pensar que la piedra mueve el agua de todo el universo.

Lo mismo pasa con la muerte. Las muertes salpican y mueven las almas de mucha mas gente que la cercana al que decidió partir.

En estos días murieron personas conocidas por todos nosotros: Luis Alberto Spinetta, Jazmín de Grazia, Whitney Houston, y es lógico que pensemos que los que más sufren la pérdida son sus familiares más cercanos. Es así, sin duda alguna. Pero no se por qué se me ocurrió pensar en lo que mueven sus muertes en aquellos que ni siquiera imaginamos.

Mi padre murió en un accidente y al día siguiente del entierro fui al negocio que tenía a informar a los empleados. Un muchacho muy joven que hacía un tiempo que trabajaba con él lloraba desconsoladamente apoyado en una estantería.

Cuando se calmó un poco me dijo que se iba, que no solo trabajaba por el sueldo sino porque mi padre se había convertido en la persona mas importante de su vida, por maestro, por amigo, por guía, y que no tenía ningún sentido continuar.

Cuando llegué de vuelta a la casa de mi madre, ella y mis hermanas buscaban a Alfredo, el perro de mi padre, que había desaparecido.

Alfredo, al igual que su empleado, decidió irse. No volvimos a verlo, nunca volvió.

¿Tenía un perro el flaco Spinetta? ¿Tenía un gato Jazmin de Gracia? Si los tenían, ¿qué les pasa con la ausencia de aquellos a los que amaban?

Y encontré un poema escrito por una poetisa polaca, también muerta por estos días, Wislawa Szymborska, que le escribe este poema a un gato cuyo dueño acaba de morir.

UN GATO EN UN PISO VACIO

Morir, eso no se le hace a un gato.
Porque qué puede hacer un gato en un piso vacio.
Trepar por las paredes. Restregarse entre los muebles.
Parece que nada ha cambiado
Y, sin embargo, ha cambiado.
Por la noche la lámpara no se enciende.
Se oyen pasos en la escalera,
Pero no son esos.
La mano que pone el pescado en el plato
Tampoco es aquella que lo ponía.
Hay algo que no ocurre como debería.
Aquí había alguien que estaba
Que de repente se fue
E insistentemente no está.
Se ha buscado en todos los armarios, se ha husmeado debajo de la alfombra.
Que más se puede hacer.
Dormir y esperar.
Ya verá cuando regrese, se va a enterar
de que eso no se le puede hacer a un gato.
Ira hacia el cómo si no quisiera, despacito,
Con las patas muy ofendidas.
Y nada de saltos ni maullidos...al principio.

No escribí hoy para provocar melancolía, ni tristeza.

Escribí para que recordemos que nada, pero nada de lo que hacemos, nos incumbe solo a nosotros.

O somos la piedra o el invisible circulo concéntrico.
Pero hemos pensado algo y todo se ha movido.

Los abrazo.

Leonor.

P/D. Si pueden vean la película “La invención de Hugo Cabret” de Martin Scorsese. Es una obra maestra.

domingo, 5 de febrero de 2012

APLAUSOS PARA LOS DEPREDADORES SERIALES

Por una vez dejaré de lado mi convencimiento de que no debo utilizar nombres propios y mucho menos hacerme eco de chismes del mundo del espectáculo y voy a hablar con nombres y apellidos de algo sucedido últimamente.

Ocurre que lo sucedido me produjo un desagradable asombro cuando me enteré, pero lo que leí hoy en el diario Perfil me decidió a no dejar pasar el tema como si fuera algo “que ocurre” porque la vida es así.

La vida es como queremos que sea.

Voy a hablar del caso Eugenia Tobal- Nicolás Cabré.

Sabía de la separación después de siete meses del casamiento y de la pérdida de un embarazo. Vi la tapa de la revista Gente con Eugenia devastada y leí el titulo que hace hincapié en su deterioro físico y su depresión.

Ya hemos tocado el tema del maltrato a mujeres por eso me atrevo a quitarle humor a esta situación. Creo firmemente que hay muchas maneras de matar y que la muerte física no es la única posible. Por supuesto que quitar la vida físicamente difiere bastante de un desengaño o una traición, pero permítaseme hablar de “pequeñas muertes” del alma, o de pequeños asesinatos del corazón. ¿Hay una película que se llama así?

En el numero de hoy domingo del diario Perfil, un periodista llamado Omar Bello, escribe, no en la sección Espectáculos sino en el cuerpo principal del diario, en la sección “Protagonistas” una nota titulada: NICOLAS CABRE: EL DEPREDADOR SERIAL DE PRACTICA INFALIBLE, y en letra mas pequeña y como subtitulo, agrega: “Los estudios de televisión son su coto de caza amorosa. Allí el actor ha conocido y “atrapado”, (con comillas en el original), a casi todas sus novias. Eugenia Suarez, ¿la próxima victima?”.

Yo lo único que pretendo es que reflexionemos sobre esto. No se qué pretende este periodista. Lo que si se es que el diario consideró que este tema merecía una nota de doble pagina en la que Nicolás Cabré no sale mal parado ni muchísimo menos, a pesar de que el autor utiliza todo el tiempo el mismo lenguaje que se utiliza para las crónicas policiales de relatos de maltrato a mujeres. Crónicas con fotos de todas sus conquistas anteriores. Ofensas gratuitas a Andrea del Boca que cayó en su antojadiza redacción y no me explico la razón.

Tampoco escapa a su “¿ingenio?”, la pasada relación de esta niña con el nieto de Mirtha Legrand: “...si son ciertos lo rumores que lo unen al bombón de Eugenia Suarez debemos concluir que la chica en cuestión prefiere ser una más en la lista antes que unir su vida a un grandulón que vive de su abuelita. Bien por ella”.

¿Bien por ella? ¿En qué quedamos? ¿No era una víctima Eugenia Suarez? ¿Como bien por ella? ¿Bien por exponerse a las fauces de un depredador? ¿Qué tiene de malo que Ignacio Viale cuide los intereses de su abuela?

Seguramente Omar Bello se debe escandalizar, quiero suponer, cuando lee en las crónicas policiales que el maltrato a mujeres se está convirtiendo en epidemia y que es casi imposible de combatir. Lo mismo le debe pasar a Eugenia Suarez. ¿No tiene a nadie cerca que le diga que no debe relacionarse con un hombre que lleva siete meses de casado y cuya mujer acaba de perder un bebe?

¿Que se enamoro? No, una persona no se enamora de una fiera a menos que quiera ser despedazada. Las fieras son inimputables. Salvo que haya pensado que ella lo va a cambiar. Si es así brindo por su ingenuidad.

Me gustaría que todo esto no sea confundido con un ataque de moralina de una libertaria que vive como quiere. Siempre hay un límite y es el daño a otro. Y no podemos aplaudir desde los medios a los depredadores. Es hacerles sentir el olor de la sangre.

Supongo que es verdad que Eugenia Tobal está sufriendo. Probablemente Ignacio Viale también. Ojala no tarden demasiado en darse cuenta de que en realidad son los ganadores de esta historia. Los depredadores no cambian. Y mucho menos si la tribuna los aplaude.

Los abrazo.

Leonor.