Esta semana que pasó cené con un grupo de
personas, la mayoría de ellos muy agradables, en una comida en homenaje a Jane
Goodall, la señora inglesa que vivió en Africa muchísimos años y se dedicó a
cuidar el entorno para que pudieran vivir los chimpancés. Se hizo una película
sobre su vida, ha escrito libros y hoy recorre el mundo tratando de
concientizar a las personas sobre el cuidado del medio ambiente,
especialmente la deforestación, ya que
no solo es el hábitat natural de la mayoría de las especies en peligro de
extinción, sino que la falta de arboles se convierte en letal para nosotros ya
que son los filtros naturales para limpiar el oxigeno de la atmosfera de
anhídrido carbónico.
En un momento, antes del plato principal
de una cena rigurosamente vegetariana, que es el modo en que ella se alimenta,
se dispuso a hablarnos.
La señora Goodall no habla español por lo
tanto comenzó su alocución con una traductora a su lado. Y aquí comenzaron los
problemas ya que ella manejaba un lenguaje muy rico, poético además, y la
interprete traducía de una manera tan elemental que por momentos era irritante.
No es que falseara lo dicho por Goodall, simplemente lo simplificaba hasta la
exasperación, con algunos errores incluidos que hicieron que su acompañante en
los viajes, que sí habla castellano, la corrigiera cuando dijo que la Fundación
Goodall tenia 120 representantes en todo el mundo, en vez de los ciento veinte
mil que en realidad tiene.
Esto no pasaría de ser una simple
anécdota si no fuera que en mi mensaje anterior una de las ultimas frases fue:
“No interpreten”.
Les ruego que mediten seriamente sobre el
significado de interpretar.
Traducir es una manera de interpretar.
A nosotros, los actores, que nos
dedicamos a lo que llaman ficción, o sea, todo lo contrario de la realidad, nos
llaman interpretes.
Los psicoanalistas interpretan. Y es
inevitable poner una gran dosis de subjetividad en lo interpretado.
¿Han pensado que cada vez que digo: “Lo
que le pasa a Juanito es que su mama lo abandonaba cuando era chico para ir a
trabajar”, le estoy atribuyendo intenciones, conclusiones y consecuencias a los
actos o estados de animo de otra persona, de los que es probable que yo no
tenga la menor idea?.
Les ruego: piensen y acepten por lo menos
la probabilidad de que las conclusiones que están sacando no sean correctas.
Jurídicamente hay un término que se llama
“duda razonable” y que se usa para no
condenar a un sospechoso. Si estamos de acuerdo en que es preferible un
culpable libre que un inocente encerrado, estarán de acuerdo conmigo en que hay
pocos argumentos mas justos que la duda
razonable.
Y espero que también estén de
acuerdo en que nos pasamos la vida
interpretando a los otros, atribuyéndoles intenciones, sensaciones o impulsos
que suelen estar muy lejos de los verdaderos. Y eso se llama, simplemente,
control.
Atribuirle al otro una intención me
tranquiliza, o todo lo contrario, depende de lo que yo este buscando.
Prueben mirar al otro como si no lo
conocieran, porque además es verdad, no lo conocen.
No pregunten nunca de donde venís ni que
estas pensando.
Empiecen de a poquito, mirando el mundo
con una mirada fresca, y comprobaran que ven cosas que nunca antes habían
imaginado que existían, en ustedes y en todas las demás personas.
Los abrazo.
Leonor.
P/D: Luiggi Pirandello escribió:
“Tradutore, traditore”. Esto quiere decir Traductor, traidor, porque
necesariamente el que traduce pone cosas de su subjetividad que, muchas veces, están
a años luz de las verdaderas intenciones del autor.