Leo lo escrito ayer y vuelve ese leve
pero molesto sentir de estar dictando cátedra de vida, y pienso que esa no soy
la verdadera yo. La verdadera yo se está construyendo. Y es entonces que
decido, con esa fuerza inusitada, que carece de duda y que solo yo conozco,
pero que es la que me indica el camino a tomar en cada momento, que debo
dedicarme a esa construcción y otorgarme el derecho a cambiar de opinión
respecto de mi, de lo bueno y de lo malo, de lo terrenal y lo divino, y aplicar
la subjetividad a todas las cosas de esta existencia.
Que tengo que ser relativa y rechazar la búsqueda
de lo absoluto. Que si hay algún absoluto llegará como revelación, también
indudable, a alguna parte de mis componentes humanos ya sean el cuerpo, la
mente, el espíritu, u otro, del que todavía no tengo, no tenemos, noticia.
El término absoluto aplicado a la vida
cotidiana se me ha tornado incómodo. De absoluto vira a absolutismo, y de allí
a obediencia hay un pequeño paso. Y mi naturaleza, como el famoso cuento del escorpión,
no es la obediencia. Pero tampoco me siento con derecho a aconsejarle a nadie que no lo sea. El
obedecer hace la vida mas cómoda con frecuencia y en su expresión extrema nos
lleva a mirar con autocomplacencia y simpatía las cadenas que portamos.
La tan mentada crisis europea no puede no
salpicarnos. Y no hablo de lo económico, o no solamente. Que Europa haya dudado
en rescatar a Grecia, y que finalmente lo haya hecho como una concesión
graciosa de los poderosos del mundo al hambriento que mendiga un trozo de pan
en el umbral de su portal, es un retroceso de la humanidad. La duda fue un
retroceso. Como dijo alguna vez Maria Elena Walsh refiriéndose a la
violencia…“cuando esto ocurre, la humanidad retrocede en cuatro patas”.
La inquietud intelectual, la exploración
del mundo y de uno mismo, la pregunta por la naturaleza y la condición humana,
son rasgos históricos del helénico estar en el mundo.
El
demostrar que existe “una armonía oculta mejor que la visible”, (Heráclito),
o Prometeo robando el fuego de los
dioses para dárselos a los humanos, que sin él habrían muerto pronto de hambre
y de frio, son mito y realidad de la herencia griega.
No he leído que la información se haya
hecho suficiente eco de estos sucesos y de la barbarie que esto significa.
No puedo ni quiero que mi ocupación
central sea mirarme el ombligo. Quiero ser humana porque estoy viva, pero viva
en un mundo.
No me sirve el “en todas partes se cuecen
habas” porque le siento un trasfondo autocomplaciente y miserable. Y cómodo.
Así estoy y no me siento con derecho a
decirles a ustedes como tienen que pensar porque estaría cayendo impunemente en
lo que combato. Y de eso ya tenemos bastante.
Esto no es un abandono. De hecho no estoy
cerrando el blog. Es la sinceridad mas explicita de la que soy capaz en este
momento.
Me dedicaré a preparar mi trabajo, a
escribir, a ver televisión, a mirar a las personas por la calle, a tener una dimensión
exacta de en qué lugar nos encontramos, y que puedo hacer yo para marcar aunque
sea una mínima diferencia con lo que ya existe.
Escriban si quieren hacerlo. Yo voy a intervenir cuando
tenga ganas de contar alguna duda o alguna certeza. O algún chisme.
Los intercambios epistolares entre
ustedes son entrañables, no hay razón para que los dejen de lado. Si este
espacio se convierte en un lugar de encuentro, bienvenido sea.
Estoy preparando un sitio mas amplio y
con mas información, y con mas gente pensante de todas las áreas. El blog será
parte de ese sitio.
Tal vez esto sea parte de mi verdadera biografía.
Los abrazo siempre.
Leonor.