¿De quién hablo cuando hablo de mis antepasados? Hace tiempo que deje de pensar en mis padres como antepasados. Mis abuelos tampoco entran en esa categoría. Para mí, mis antepasados comienzan en los que nunca conocí. Por el lado de mi padre, con los italianos que decidieron quedarse en su tierra a pesar de la guerra y las necesidades imperiosas y forzosas que debieron pasar. ¿Cómo fue su vida? Fueron, alguna vez, ¿felices?
Dicen que me parezco físicamente a la madre de mi abuela, una veneciana de la que nunca vi ni siquiera una foto. Solo tengo en mi poder su certificado de matrimonio. En el lugar de la firma hay una huella digital, el dedito borroso de una jovencita italiana que no sabía escribir su nombre. ¿O sea que mi deducción es correcta si infiero que de allí para atrás ningún ascendiente mío sabía leer ni escribir? No, no es correcta. Se me ha dado por indagar en la historia familiar y me encuentro con iletrados y con un tatarabuelo cultísimo allá por el siglo XVIII en la Toscana.
Y por el lado de mi madre llegué a conocer a un bisabuelo mitad criollo y mitad aborigen, y a un tío lejano que tenia un bar a orillas del rio, en un pueblo llamado Diamante, que contaba con orgullo las peleas a cuchillo en las que había intervenido, y los hombres que había matado. Y una bisabuela que tuvo trece hijos con dos hombres diferentes en el centro profundo de Entre Ríos.
Dicen que el concepto de amor romántico se gestó en el siglo XII en la corte de Leonor de Aquitania, ¡vaya humorada! Antes de eso, ¿la humanidad no amaba? Parece que no. Esa es la deducción de los historiadores. Parece que hasta entonces las personas solo se preocupaban por sobrevivir y reproducirse. Todas las personas. Nadie sentía nada por nadie. ¿Se me permite ponerlo en duda?
Los historiadores son ese grupo de personas dedicados a contarnos lo que pasó o lo que ellos afirman que pasó. Pero curiosamente toda la historia está dedicada a los vencedores de las batallas: las militares, las políticas y las intelectuales. Las religiosas también. El que gana impone su manera de pensar a los humanos que nacen en los próximos tres o cuatro siglos, como mínimo.
Y aquí aparece mi rebelión, Internet incluida. ¿Cómo hago para pensar por mi misma? ¿Cómo evito la influencia de lo que me contaron? ¿Fui realmente la niña que recordaba mi madre? ¿O mi madre me contaba lo que ella recordaba? ¿Qué tengo de mi bisabuela analfabeta? ¿Dónde el gen de mi tío cuchillero? ¿Mi voraz curiosidad por el conocimiento es herencia de mi tatarabuelo de la Toscana? Y eso que llegué con mis investigaciones solo hasta el siglo XVII. Pero el que realmente me obsesiona es mi antepasado de antes del fuego, el que temía al rayo en el horizonte, el que moría de frio o de una picadura de alacrán a los veinte años. ¿Qué me dejo? ¿Qué miedo, o qué sabiduría?
Loados sean y descansen en paz.
Sea lo que sea que de ellos tengo, lo agradezco. Y a medida que avanzo en ese recorrido abismal, mas me reconozco en todo ser que existe, Y mas sagrado me parece cualquier humano que se cruza en mi camino.
Hagan la prueba y después me cuentan.
Los abrazo.
Leonor.
lunes, 5 de diciembre de 2011
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Querida Leonor y compañeros del blog, qué bueno leer un nuevo comentario tuyo. Qué tema el de los antepasados, muy interesante además para quien es amante de la historia porque es fascinante indagar en la propia desde la construcción del árbol genealógico. Creo que nuestros antepasados están más presentes en nosotros de lo que nos damos cuenta o pensamos, a veces lo único que tenemos para tratar de conocerlos es el relato de nuestro mayores. Sin dudas en un relato hay una percepción subjetiva de lo que se cuenta, otra cosa es indagar en la propia historia con documentación como esa certificación de matrimonio de tu abuela que a vos te permite concoer algo más "objetivo" de ella (en el sentido de no depender del relato de otro para sacar tus propias conclusiones). De todas maneras en mi experiencia de indagar he ido descubriendo que hay cuestiones familiares por ejemplo que a veces no se resuelven en una generación y pasan a la siguiente...o secretos que no se develan, amores que no se viven, etc etc. Y eso sobrevuela a la siguiente generación de alguna forma, así que sí, sin dudas los antepasados están presentes en nosotros.
ResponderEliminarMe gusta mucho lo que decis de reconocerse en cada ser que existe, para mi eso es realmente de una gran sabiduría y apertura de corazón.
No ver al otro como distinto que yo, sino como un otro en que también puedo reconocerme a mi misma.
Tal vez el amor y el respeto partan de la base de considerar sagrado al otro...me dejas pensando mucho al respecto...
Gracias Leonor!! Abrazos para vos y para todos los compañeros del blog.
María Marta
Hola Leonor y Compañeros del Blog.
ResponderEliminarEl tema de los Antepasados, fue algo que siempre me llamó la atención... el saber quienes estuvieron antes de mi llegada a este mundo.
Lamentablemente por escasa información, secretos y demás, logré llegar solo a mi Tatara Abuela de parte de mi Abuelo paterno, y con muy poca información sobre ella, tan solo una foto que estaba vestida de negro respetando su luto, y que era Italiana.
Considero que hablando particularmente de nuestra familia, todos tenemos un "algo" de ellos... Ya sea el carácter, simpatía, físico, y demás. Todos somos el conjunto de pequeños pedazos de ellos, y viceversa.
Pero, particularmente, pocas veces a mi me gusta reconocerlo, porqué siempre mantengo la frase simple de "yo soy yo, los demás son los demás", pero bueno, como dice un dicho popular "Lo que se hereda no se roba." aun que intentemos negarlo, o esconderlo, siempre está presente la similitud.
"Y a medida que avanzo en ese recorrido abismal, mas me reconozco en todo ser que existe, Y mas sagrado me parece cualquier humano que se cruza en mi camino." Esta frase me trajo a mi memoria tu conferencia de prensa en San Rafael, donde decís que te interesan mucho más los seres humanos que la naturaleza... y, es muy cierto.
Creo que esto que nombras, el reconocernos en todo ser que existe... es un acto sabio y de plena expresión de tu esencia. Considero que no se puede hacer de un día para el otro, porque los humanos vivimos marcando la diferencia entre nosotros, ya sea por altura, físico, intelecto, y demás. Pero... vale la pena intentarlo.
Gracias, nuevamente, una tarea más para llevar a cabo en el transcurso de la vida cotidiana.
Te mando un beso gigante, y otros para los compañeros del Blog.
P/D: Espero que en la próxima entrada exista una PD que contenga alguna fecha... tengo muchas ganas de volver a verte una vez más, aun que sea unos pequeños minutos, esfímeros en tiempos materiales, pero sumamente eternos en tiempos del alma.
Brenda.
Hola a todos!
ResponderEliminarValeria dijo:
Hola Leonor!
Me parece que cada persona tiene una parte pequeña de sus antepasados, y no es mal saber su raíz, pero la mayoría no se enfrasca en eso, por las diferentes razónes.
A mis antepasados yo los conozco solo desde mi bisabuelo, por el lado de mi padre. Mi bisabuelo vivió en una aldea, fue un terrateniente, tuvo una familia grande. Pero de los 17 hijos solamente los siete han sobrevivido y han sido adultos. Antes de la revolución de octubre de 1917 la familia fue rica, pero después del derrocamiento del zar, cuando el partido comunista obtuvo el poder, la familia perdió todos sus bienes.
Mi abuelo durante la guerra de 1941 – 1945 estaba en el campo de concentración. Él tuvo al hijo ilegítimo en Alemania pero mi padre nunca se encontraba con ese hombre. Después de la guerra mi abuelo se volvió en Rusia y se casó con mi abuela que procediá de Vólogda. Ese matrimonio fue el segundo para ella. De su primer marido ella recibió un apellido singular: Alamova. Yo tengo también ese apellido (Alamova), porque mi padre tiene el apellido de su madre. Este apellido procede de un nombre de la aldea Alamovka, que estaba cerca de Moscú en el siglo XV. Gracias a aquella aldea aparició mi apellido.
En general, algunos científicos suponen que todas las personas son de parentesco hasta cierto grado. Tal vez lo sea así.
Con respecto al engendramiento de amor romántico en el siglo XII, yo no creo que sea así aunque los historiadores lo afirmen. Estoy segura que los seres humanos siempre nesecitan el amor, pero quzás solo me lo parezca no más, no sé...