domingo, 20 de febrero de 2011

OPINAR O PENSAR, ESA ES LA CUESTION

Me llamaron de un programa de radio y me preguntaron si podían sacarme al aire en quince minutos. Dije que sí y transcurrió una entrevista amable y divertida acerca de mi personaje en "Herederos..." y la continuidad de "Brujas" en el teatro, con alguna que otra humorada personal.

Y de golpe la pregunta sobre qué opinaba yo de lo que estaba sucediendo con Mirtha Legrand y su despedida probable de la tele. Confieso que no estaba al tanto del entuerto de discusiones y opiniones al respecto y contesté lo que realmente pienso.

Como había leído que ella se sentía dolida por algunos supuestos maltratos desde el mundo de la política y desde el propio mundo del espectáculo, contesté que si pudiera hablar con ella, y al ser yo una acérrima defensora de las libertades individuales, le diría que haga lo que tenga ganas de hacer, lo que realmente desee, y que no le importe lo que digan los otros, que yo jamás haría depender mi vida de una opinión ajena, sea cual fuere.

Pero por supuesto Mirtha Legrand no es el tema.

El tema es la opinión. Opinar de todos y de cualquier tema.

Como esa situación se da permanentemente y ha llegado a parecer lógica y hasta prestigiosa, me parece que no estaría mal contemplarla de otra manera.
No normalicemos lo anormal. Opinar no conduce a nada y nos impide la reflexión la mayoría de las veces. Opinamos sobre las relaciones de nuestros amigos, sobre la conducta de las personas famosas, sobre la ropa y costumbres de los demás, sobre nuestros gustos y disgustos. ¿Nos preguntamos si realmente interesa lo que opinamos?
¿Está bien opinar? ¿Es útil? ¿Cambia las cosas? ¿Alguien nos pidió opinión?

Pienso, y este pensamiento no tiene por que ser compartido, que opinando se nos va la vida que podría ser usada en la acción.

Mientras el ruido de mi cabeza me impide el pensamiento, transcurre un tiempo y una energía que podría ser usada en beneficio propio y de los otros. Algún día hablaremos de que el beneficio propio y el de los otros es la misma cosa.

Si pudiéramos contemplar lo que pasa sin tener una opinión tan férrea e inflexible acerca de lo ocurrido, nos daríamos cuenta de que aparece un terreno poco transitado dentro de nuestras cabezas que se llama el espacio de la duda, que es fértil, alimenticio y, les aseguro, infinitamente mas divertido y nutriente que la opinión, que no conduce a nada y que nos aleja de lo que debería ser la meta obligada de todo ser humano: el desarrollo personal, la evolución, en suma, la felicidad.

Los dejo con la duda y los abrazo.

Leonor

sábado, 12 de febrero de 2011

Quien me enseñó a caminar

La nostalgia, esa palabra que suele usarse para definir un cierto estado de lamento por el tiempo pasado, un extrañar lo que se fue y recrearlo en el pensamiento como un momento mejor que el presente, no es un estado que yo reconozca como una característica de mi esqueleto emocional o psicológico. Miro para atrás y veo una vida con los avatares de cualquier vida, con pérdidas y ganancias, con dolores y alegrías. Y si hay una característica que aparece por sobre las otras como una manta que cubre la mayoría de los hechos, es el trabajo. Y lo que trajo consigo el ejercicio del trabajo constante desde muy pequeña: la disciplina. Si me preguntaran que elemento es esencial para los logros contestaría sin dudar, disciplina, disciplina, disciplina.

Esto es lo que me dieron los que me enseñaron a caminar. No sé realmente quien sostuvo mi mano para que diera mis primeros pasos. Vivíamos en una casa muy grande. Nací en la casa de mi abuela y vivimos allí hasta que cumplí casi dos años, o sea que me fui de allí caminando. Entre tanto tío y tía, y una madre que no era del estilo que suele definirse como "dedicada a sus hijos por completo", rasgo que agradeceré mientras dure mi vida, fue seguramente una tía que no tuvo hijos y que afortunadamente vive todavía, salud tía Haydee!, y luego debe haber habido otra gente, cercana y no tanto, con cuya ayuda aprendieron mis piernas y mis pies a apoyarse en el suelo en busca de sostén y equilibrio. Y cuando pienso que aprender a caminar es exactamente eso: mantener el equilibrio, aferrarse al suelo, estar erguido y plantarle cara a la lluvia, al viento y las tormentas, poder andar solo o en compañía, de día o de noche, no llevarse a los demás por delante, ayudar a cruzar una calle a alguien con dificultades...

Si esto es realmente caminar, concluyo que todas las personas que pasaron por mi vida me ayudaron a ello. Mi merito es haber tomado de cada uno de ellos algo que me sirvió entonces y que aun me es útil.

No recuerdo haber escuchado a mi padre quejarse por el duro trabajo o por levantarse temprano a la mañana. Lo hacía con alegría. No recuerdo una sola queja de mi abuela por la magra situación económica que la acompañó toda su vida. Hace relativamente poco que, por datos recogidos entre la familia y mi memoria, concluí que mi abuela era realmente pobre, y sin embargo nunca lo comentaba, no era tema de conversación.

Su fantasía despertó la mía con cuentos disparatados que inventaba sobre la marcha en los que muchas veces ganaban los malos provocando mis risotadas infantiles. Y luego mis maestros, del colegio, de la universidad, del conservatorio. Cada uno de ellos sostuvo mi mano en algún momento y en algún momento me dijo: "ojo que ahora te suelto, a partir de aquí es cosa tuya". Y lo tome muy a pecho: es cosa mía.
También es cosa mía enseñar a caminar a quien me lo pida.
Caminemos.

Los abrazo
Leonor

P/D. Gracias por los comentarios sobre el libro. Me produce alegría del alma constatar que lo escrito por mi llega a otra alma, en este caso con nombre y apellido, y la alimenta.

martes, 1 de febrero de 2011

UN DIA ES UN DIA

Cinco y media de la mañana del martes, creo que 1ro. de febrero.

En un rato me devoraré un gran plato de ensalada de frutas con yogurt y después de ducha y demás atravesaré la ciudad hacia el norte para grabar todo el día "Herederos...".

En cualquier estación de servicio en la que parare a cargar nafta me dirán: "que mala" con admiración. Es por lo menos llamativa la facilidad con que el "mala" sale admirativamente de la boca de todos, o casi todos. Facilidad y alivio: el malo es un otro, yo soy buenísimo y puedo ver la horrible maldad en otro, otra en este caso, a la que intuyo "buena".

Función sagrada de la ficción. Me creo por un rato una mentira, la busco, disfruto de su belleza fugaz. Vuelve la necesidad del cuento de la infancia plagado de ogros y niñas indefensas. Siempre supimos que no era real pero lo pedíamos cada noche para volver a sumergirnos en ese mundo de fantasía tanto mas confortable que el real.

Anoche cené con una amiga muy querida que acaba de perder a su ser amado. Hablamos de la persona que se fue, de su vida a partir de ahora. De las cosas que trae el devenir, diferentes de lo que esperamos, y de como nos adaptamos a él. Y es en este punto en el que afirmo tenazmente que adaptarse es un acto revolucionario. Es revolucionario adaptarse a lo que no podemos cambiar. Y disfrutar el misterio. Y dejar siempre un margen vacio para que la vida escriba en él lo que quiera.

Miro en la peluquería revistas del llamado mundo del espectáculo y celebro no pertenecer, lo siento patético, ridículo, feo. Y sin embargo pertenezco.

Preparo una percha con ropa mía que le prestaré a Regina. Y se que Regina soy yo y que en este juego con mi sombra saldré fortalecida. No quiero ser la "buena", tampoco la "mala". Simplemente, trabajo-juego-vida son una misma cosa y la convierto en diversión vital, y me cura y me alimenta.

Amanece. Mi día comienza.

Los abrazo

Leonor

P/D. Carlos: la búsqueda es tuya y lo que me sirve a mi puede no ser bueno para otro. Cuando llegues a lo que sea que sea un remanso para tu alma, lo sabrás de manera luminosa. Suerte en la búsqueda.