domingo, 25 de septiembre de 2011

EL VALOR DE LAS COSAS QUE SUCEDEN

¿Se han puesto a pensar alguna vez cuanto gasto implica cada pequeño gesto humano?

Como una manzana, y si pienso en todo lo que tuvo que ocurrir para que esa manzana llegara a estar en mi mano, sin temor a exagerar llego a la conclusión de que para que ocurriera ese momento tuvo que moverse casi todo el universo.

La manzana viene de un árbol que alguna vez plantó alguien. Para que ese árbol creciera y diera frutos tuvo que tener tierra fértil, sol, lluvia y tiempo.

Y alguien recoge el fruto, desecha los que no están bien y un canasto con preciosos frutos rojos atraviesa un campo y los coloca en un camión que los traerá a la ciudad, y viaja, y alguien espera en un mercado, y los acomoda y los lustra.

Y luego voy yo y los compro. Para poder comprarlos tengo que tener dinero y haberlo obtenido con mi trabajo. Un trabajo que, en apariencia, nada tiene que ver con la manzana. Y sin embargo están conectados. Y la manzana nutre mi cuerpo. Mi madre hacía una de las tartas de manzana mas formidables que he probado jamás. Entonces a las manzanas había que sumarle azúcar y harina y trabajo humano…

Salgamos del rubro alimento. Vayamos al cine, y si aplicamos el mismo pensamiento la conclusión es de vértigo. Ya sea que empecemos en el momento en que decidimos ir a ver una película y llamamos a un amigo y ese amigo esta disponible, o por el contrario nos imaginemos el instante en que esa idea convertida en película surgió de las profundidades y desvelos de un cineasta loco, (todos lo son), todo el camino recorrido para que ese momento en que estoy en esa sala oscura exponiendo mi sistema emocional a unas imágenes que me son ofrecidas, todo, absolutamente todo, tiene un valor que no se mide en dinero. No se debe medir en dinero.

Una cosa es el precio y otra, muy distinta, el valor de cada pequeño acto de mi vida.

Hagan la prueba, seriamente, y comprobarán que el dinero es lo ultimo en esa escala de mediciones. Y no seré yo quien diga que el dinero no es importante. Es mas, creo que está en el mismo nivel de importancia de todas las otras cosas porque si no tengo dinero no puedo obtener la manzana y si no hay manzanas no importa todo el dinero que tenga.

Y no quiero seguir con los ejemplos. Esta reflexión pretende hoy que nos detengamos un momento a sentir la verdadera textura de la vida y de dónde viene cada cosa que hacemos y lo que nos proporciona.

Y de cómo sería nuestra vida si estuviéramos impedidos de gozar cada cosa que nos pasa, cada ser que nos ama, cada trabajo que realizamos. Nada es en vano, nada es poco importante. Cada paso que hemos dado hasta hoy en nuestra vida nos ha traído hasta aquí.

Por eso el arrepentimiento de las cosas del pasado es algo estéril. El pasado es perfecto, ya sea que haya sido un sufrimiento o un goce, ha movido engranajes que implicaron casi, casi, a la humanidad. Si mi vida fuera un cuadro no me atrevería a tomar un pincel y retocar la mas mínima pincelada del pasado, ni siquiera las más dolorosas, porque ninguna me garantizaría que el presente sería mejor, o más feliz.

Hagan la prueba: piensen en ustedes desde el momento mismo de la concepción, en sus abuelos, en las ramas familiares que se bifurcan hasta el infinito. Lleguen hasta nuestro antepasado cavernario, ese que se moría de frio porque le tocó nacer antes del fuego. Un rastro imperceptible de el existe en mi ADN. No se cuál es, pero está presente. Y no es mi imaginación, es real.

Yo lo hago cada vez que puedo. Mejor dicho cada vez que me parece que algo no ha salido como lo esperaba, y no me queda mas que contemplar mi vida, y la de todos, con unción y agradecimiento infinito. Porque todo, absolutamente todo lo que me ocurre, pudo no haber ocurrido.

Los abrazo

Leonor

P/D: El martes 27 habrá otro encuentro en DAIN, esta vez para hablar de Nietzsche.
Y el 6 y el 8 de octubre estaré en Mendoza en dos presentaciones.

domingo, 18 de septiembre de 2011

LA BUENA GENTE

Estuve en La Pampa esta semana. Me invitaron a cerrar unas jornadas de trabajo organizadas para reflexionar sobre el rol de las mujeres en la política y en el ámbito social.

Sucedía en dos pueblos pequeños: Toay y Catrilo.

En mapuche significan “claro en el bosque” y “médano truncado”, respectivamente. ¿Se me creerá si digo que me encontré con pueblos de buena gente?

Probablemente no toda la gente de esos pueblos lo sea. Probablemente mi afirmación suene ingenua o poco meditada, pero es que se siente.

Y lo que se siente no puede ser expuesto a la comprobación del método científico que es el que dice que “si un fenómeno puede repetirse y obtener los mismos resultados cada vez que se lo intente entonces es valido”.

No puedo volver a La Pampa a repetir mi experiencia para comprobar si mis sentimientos y sensaciones son las mismas. Tengo una amiga científica que diría que mi afirmación se cae a pedazos apenas enunciada. Tengo otro amigo que afirma que “hay mil maneras de ser un hijo de puta y muy pocas de ser buena gente”.

Este amigo no es científico. Yo estoy de acuerdo con él.

¿Qué hacemos entonces? Todos queremos vivir entre gente buena. ¿Cómo los reconocemos? Todos nos consideramos a nosotros mismos como pertenecientes al grupo de los buenos. ¿Cómo reconocernos? ¿Hay un santo y seña?

Ese es el problema, que estamos entreverados. Estamos entreverados afuera y adentro de nosotros mismos y somos alternativamente buenos y malos sin solución de continuidad. Y utilizo los términos buenos y malos en total conocimiento de su relatividad, y de lo elemental de su significado.

Somos afortunados de que así sea. Eso nos obliga a estar despiertos. Somos como faros que, en su giro, iluminan algunas zonas mientras otras permanecen en las sombras.

“Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores”. ¿Perdonamos a nuestros deudores? ¿Quienes son nuestros deudores? ¿Los que me deben dinero? ¿Los que dejaron de amarme? ¿Los que no son como a mi me gustaría que fueran? ¿Los que me robaron algo? ¿Algo material o algo intangible?

Hace unos días alguien se quedó con algo mío que no le pertenecía. Fue en la calle, de manera violenta, amenazándome. Y me doy cuenta de que me cuesta perdonar. De a ratos lo perdono, de a ratos me descubro deseándole mal, y en ese desearle mal caigo en el agujero negro de mi propia creencia, esto es, que hay un orden, que es esa fuerza que mantiene los planetas en el espacio infinito, esa fuerza que hace brotar las plantas en primavera y dormir los osos en invierno.

Pero esa es mi cabeza entrenada para discernir entre el bien y el mal y elegir los caminos soleados. Pero no debo engañarme, lo primero que apareció, sin mi permiso e intempestivamente, fue un deseo de castigo, de mal para esa persona.

¿Soy mala por eso? Seguramente no. Soy alguien que vive en una “jungla de cemento”, y ya se sabe que en la jungla conviven el riesgo y la belleza y hay que lidiar con ellos.

No somos buena gente por no tener nunca, nunca, un pensamiento oscuro. Somos buena gente porque podemos elegir que hacer con ellos.

Los abrazo

Leonor

lunes, 12 de septiembre de 2011

¿Y SI NUNCA TENEMOS JUSTICIA DE VERDAD?

Tomo la última frase de Master Yoda y me pregunto: ¿y si nunca tenemos justicia de verdad?

¿Qué pasará con mi vida si eso ocurre? ¿viviré esperando? ¿hay un mundo mejor? ¿será este mundo algún día un mundo mejor?

¿Dónde estaré yo para entonces? ¿dónde estará cada uno de ustedes? ¿haré depender la realización de una vida plena y feliz, que es lo que quiero para mi, de algo que no depende de mi?

¿Y que pasa si acepto la imperfección de este mundo, su crueldad, su falta de justicia? ¿qué pasa si acepto la pequeña y a la vez inmensa responsabilidad que me toca? ¿soy de verdad conciente de que mi plenitud, en caso de lograrla, irradia y se expande? ¿seré capaz de manejar mi responsabilidad? ¿por qué lo que puedo hacer siempre me parece lejano e imposible?

¿Puedo paliar la hambruna de Somalia? Evidentemente no. Podré enviar una donación, si me parece bien y si económicamente puedo hacerla, pero no solucionaré el problema de raíz, no está en mi posibilidad humana lograrlo.

¿Pude haber evitado que mataran a Candela? No.

¿Puedo hacer que los encargados de establecer justicia, la ejerzan efectivamente, en su caso y en el caso de todas las Candelas injustamente masacradas? No.

¿Puedo no ejercer violencia, verbal o física, con cada uno de los seres con los que me cruzo cada día de mi vida? Si.

¿Puedo ser generoso con mi tiempo? ¿puedo escuchar las penas de amor de mis amigos? ¿puedo perdonar a mis padres por no ser los padres perfectos con los que yo soñaba? (Los padres nunca los son, lo fueron, ni lo serán. Los padres son los padres que pueden ser. Me incluyo).

¿Puedo mirarme en el espejo y decir “quiero mejorar” a esa persona que se refleja en él? ¿qué quiero mejorar? ¿quiero tener más paciencia? ¿quiero sonreír con más frecuencia? ¿quiero ganar más dinero? ¿quiero ascender en el trabajo? ¿quiero ser mejor alumno? ¿mejor hermano? ¿mejor hijo? ¿quiero ser más flaco? ¿más atractivo? ¿más religioso? ¿menos religioso? ¿qué tengo que hacer para ser más feliz? ¿qué tengo que hacer para que mi paso por este mundo no haya sido en vano? ¿esto significa resignarse? Nada más lejano. ¿Significa aceptación activa? Si.

Tenía ganas de hacerme estas preguntas y las comparto.

Los abrazo

Leonor

P/D. Fernando Savater acuñó un concepto interesante: él dice que estos tiempos requieren una “Individualidad solidaria”. Tal vez tenga razón.

Individualidad en el sentido de esculpirme a mi mismo, de tallar mi conformación psíquica y espiritual. Esto es “hacer foco en mí”, cosa socialmente poco bien vista, y yo agrego ignorantemente mal vista, porque no hay posibilidad de percibir al otro si no tengo la experiencia previa de mi propio conocimiento.

Y luego poder abrirme al mundo y a los otros desde el centro mismo de mi corazón, que es perfecto.

No subestimemos esa posibilidad, parece pequeña pero tiene consecuencias infinitas.

domingo, 4 de septiembre de 2011

EL AZAR Y EL LIBRE ALBEDRIO

Mi vida transcurre, momento a momento, en la exacta intersección de dos calles: Azar con Libre Albedrío.

Es una esquina que no es la misma cada vez. Cambia, de manera no prevista, sin avisarme y, momento a momento, me encuentro en un lugar que no era el planeado por mi: o es con otra persona, o es esa persona pero con otro estado de animo, o llego a la esquina y ha ocurrido un accidente, o el accidente ha ocurrido a cuatro cuadras de allí y no puede llegar la persona con la que me había citado.

Todo el tiempo, absolutamente todo el tiempo, “algo” retoca mis planes y los convierte en “eso” que llamamos “lo que realmente pasa”. A veces tiene destellos de mi plan original, a veces es diametralmente opuesto a mis deseos.

La mala noticia es que va a seguir ocurriendo, siempre, durante toda mi vida.
La buena es que, muchas veces, lo que ocurre es mejor que lo que yo había planeado.

Esta semana ocurrió algo que nadie quería que ocurriera. Todos queríamos que una niña de once años, linda y buena, como todos los niños de once años, volviera a su casa sana y salva. No ocurrió. Es evidente que no todos deseábamos eso. Una ráfaga de violencia insoportable, que de solo ser pensada se convierte en un escalofrío de horror, se coló en nuestra esquina, en la de todos nosotros, y nos puso cara a cara con la salvaje realidad de que el deseo no basta.

Y sin embargo hay que desear.

Tengo que desear amar, tengo que desear ser amada, tengo que desear el fin de los males del mundo. Tengo que desear justicia, de la humana y de la divina. Tengo que convertir mi vida en una sucesión de deseos de bienaventuranza para la humanidad.

Y sin embargo no tengo garantías.

Algo llamado azar se va a meter conmigo. Se meterá por la hendija apenas perceptible de la trama de mi vida y se llevará por delante mis planes, mi agenda y mis certezas.

A veces, muchas veces, para bien.

¿Qué hacer? Tengo que hacer lo que creo que es bueno hacer. Tengo que hacer aquello que pensado como una repetición por todos los seres que habitan este mundo lo haría mas soportable. Tengo que ser con los otros como me gustaría que fueran conmigo, y saber que la respuesta a mi conducta puede no ser la que espero.

Tengo que ser como la caña de bambú agitada por el viento: flexible y dócil en apariencia, fuerte e indomable en realidad, porque el viento puede llevarla hasta tocar el suelo, pero no puede romperla.

Cada uno de nosotros sabe, en lo mas hondo de su corazón, lo que esta bien y lo que esta mal. La sensación de paz interna es el único premio. No hay más. Pero no es poco.

Créanme, en el caso de Candela, no ganaron los malos. Nunca sabremos la razón por la que su pequeña vida tuvo que ser inmolada, ni para que. Aunque se encuentre a los culpables, aunque reciban su castigo, el único castigo que a la justicia humana le esta permitido imponer, esos seres pagaran con la paz de sus almas hasta el fin de sus vidas.

Nadia: lo que hiciste fue precioso nada mas que porque seguiste los dictados de tu corazón, y no es verdad que no sirvió de nada. Nunca sabremos lo que hubiera podido ser si en vez de….. hubiera ocurrido…. (llenar los puntos con lo que cada uno crea), lo que si puedo asegurarte es que te habrías sentido mucho peor si no lo hubieras hecho.

Los abrazo

Leonor

P/D. Muy pronto tendrán noticias de la escuela. Ya a esta altura puedo asegurarles que tendremos varias reuniones antes de que termine el año.