lunes, 25 de julio de 2011

ESTOS PIES FUERON HECHOS PARA CAMINAR


Vamos a hablar en serio. No porque no lo hayamos hecho hasta ahora. Digo hablar en serio porque avanza, una vez mas, una solapada misoginia disimulada en el diseño, la moda y en nombre de una pretendida belleza cuyo único fin, aunque sus autores no lo perciban concientemente, es detener a las mujeres. Y eso, sin lugar a dudas, es serio.

Pido, con cuidado y sencillez, que cada uno deje sus pensamientos y posturas acerca del tema “mujeres”, por un rato nada mas. El tiempo que lleve leer esto y observar con detenimiento las imágenes que lo ilustran y luego, si lo decide, vuelva a su posición anterior. Es licito y legitimo hacerlo.

Los que me conocen saben de mi reticencia a declararme “feminista”, saben que no estoy de acuerdo con un movimiento que olvida a las mujeres africanas con el pretexto del “relativismo cultural”, y permite que la mutilación genital siga practicándose sin ningún tipo de freno. Pero defiendo la causa de las mujeres con el mismo vigor con que defiendo cualquier clase de minoría de las que conforman la humanidad: gays, lesbianas, negros, judíos, gitanos. Con el agravante de que las mujeres son mayoría estadísticamente hablando.

Y voy al tema: caminar, avanzar, correr, moverse, adelantarse, son términos que tienen significado real y metafórico. Una persona, hombre o mujer, avanza no solo cuando pone un pie delante del otro para trasladarse. Decimos que avanza cuando evoluciona, cuando camina decididamente hacia su destino, cuando quiere ser mejor persona. Cuando alguien, aunque tenga ya un lugar ganado, busca mas conocimiento, mas instrucción, mas formas de expresarse, decimos que “no se detiene”.

Ahora, como caminar con esos zapatos que nos muestran orgullosos los diseñadores de la llamada vanguardia de la moda es imposible, debería darse, pero al revés, una rebelión como la que propuso Coco Chanel a principios del siglo XX cuando advirtió que las mujeres no podrían realizar los nuevos roles que les asignaba la historia con esos corseletes que les impedían respirar y esos pollerones con los que no era posible caminar por las calles. Y mucho menos ir a las fabricas a trabajar. Y fue aceptada la falda corta, el pelo corto y los pantalones. Personalmente pienso que Coco Chanel fue una de las mas espectaculares impulsoras de la libertad femenina.


A las chinas de clases altas les quebraban los pies porque su bamboleo al caminar las hacia atractivas a los ojos de los hombres. Estaba claro que no podían escaparse ni correr.

A las de clases bajas les evitaban esa tortura: ellas tenían que trabajar los arrozales.

Esa costumbre se extendió hasta 1957.


Los tiempos han cambiado pero de tanto en tanto aparecen atisbos de algo que podría traducirse como una cierta molestia por los lugares que vienen ocupando las mujeres. Todo esto es sentido como una amenaza sin advertir que en el mundo hay sitio para todos. Eso si, si todos nos percatamos de la existencia del otro y le hacemos un lugar.

Es probable que, como todo movimiento que quiere cambios, las mujeres hayamos caído en excesos. Yo confieso que no sabría que proponer para solucionar esto si ocupara un puesto de alto mando. Pero observo y me doy cuenta de que hoy EEUU tiene un presidente negro por primera vez en su historia porque lo apoyaron los blancos, que los gays lograron las leyes que querían porque las promovieron los heterosexuales, que Daniel Baremboin con una orquesta formada por chicos palestinos e israelíes esta logrando mas por la paz en ese lugar del mundo que todas las reuniones de políticos.


Es hora de reconocer que necesitamos el apoyo de los hombres si queremos, efectivamente, no ser objetos de consumo sino personas libres. Pero tenemos que empezar por nosotras e intentar una manera de ser que, en vez de recitar la igualdad “sea” un exponente de esa igualdad.
Con paciencia, inteligencia y compasión.
Cuando un hombre no le da el asiento a una mujer embarazada no es que sea un cretino, es que nadie le ha dicho, su madre debería haberlo hecho, que esa mujer lleva dentro de si el futuro de todos nosotros, y que es una carga muy pesada, literal y metafóricamente.
Y que ese hijo no le pertenece a ella.
Finalmente, todos somos hijos de todos.

Los abrazo

Leonor


P/D. 1) Cuando escribo acerca de ciertos temas, no pretendo que el resultado sea salir a la calle y decir “que barbaridad, como esta el mundo”!. Lo que espero es que nos transformemos a nosotros mismos y que, silenciosamente, “seamos” eso que les reclamamos a los otros.
No conozco otra manera de cambiar las cosas.

P/D. 2) Gracias a Maria Laura Álvarez, Victoria Benedetto y Christian Lancestremere, que trabajaron para que este tema estuviera tan maravillosamente ilustrado

domingo, 17 de julio de 2011

LA EXCEPCION Y LA REGLA

Entro a un local de Farmacity el sábado pasado acompañando a una tía mayor que manifestaba sentir que tenía la presión alta.

Pido que se la tomen y ante mi asombro la respuesta fue: “No tomamos la presión los sábados”.

¿Cómo fue que se tomo esa decisión? ¿Se reunió la comisión directiva de Farmacity y por unanimidad decretó “No tomaremos la presión los sábados”?.

Trato de imaginarme ese momento y se me ocurren respuestas disparatadas que, puestas en un guion, resultarían cómicas: “A la gente no le sube, o le baja, la presión los sábados”, o “Los sábados no pondremos personal especializado”, o sea que una farmacia que basa su publicidad en que esta abierta 24 horas no cumple ese servicio las 24 horas.

Después de lograr que, en una guardia hospitalaria, le tomaran la presión a mi tía, que afortunadamente estaba en valores normales, decidí invitarla a tomar un te.

Entramos a un lugar al que yo concurría con frecuencia, y hablo en pasado porque no volveré allí, y como mi tía tiene problemas de visión me pidió que nos sentáramos cerca de una ventana. Las mesas que están pegadas a las ventanas en ese lugar son para cuatro personas. La senté a ella y me dirigí al mostrador para hablar con alguien que estuviera a cargo.

Inmediatamente me preguntó cuantas personas íbamos a ser, le contesté que dos. Me dijo que esas mesas eran para cuatro, a lo que yo contesté que ya lo sabía, que, en realidad, estaba pidiendo una excepción ya que mi tía necesitaba luz para ver mejor y que la cercanía de la ventana le facilitaba la visión.

Con un automatismo realmente llamativo la empleada empezó a contestarme que “la norma de la casa era...”.

Tuve la misma sensación que tengo cuando no logro hablar por teléfono con un ser humano y me pasan de contestador en contestador innumerables veces siempre con voces grabadas de antemano. Sin contestarle empecé a caminar hacia la mesa para recoger a mi tía, ya cómodamente instalada, e irnos de allí lo antes posible.

La empleada, al ver que su recitado de la norma no había dado resultado, corrió detrás de mí y me dijo muy excitada que si quería podíamos permanecer en esa mesa pero que si venían cuatro personas deberíamos cambiarnos a otra de dos.

Seguí sin contestar y ya estábamos casi en la salida cuando me alcanzó el dueño para decirme que “por ser yo” podía quedarme en la mesa de cuatro. Rompiendo mi mutismo le dije que apreciaba su deferencia pero que no quería ninguna excepción “por ser yo”, que me parecía que era imprescindible que quien establece una norma supiera cuando debe hacer una excepción. Por humanidad nada más.

¡Oh! ¡La humanidad!

Hay un cumplimiento de las leyes, las normas y las reglas, imprescindibles para que se lleve a cabo la vida en comunidad. Hay reglas y normas que establecemos para la vida personal y para que la convivencia con nuestros seres más queridos y cercanos resulte posible. Y tenemos que tener muy claro cuando el infringir la norma es lo que hay que hacer, cuando lo que “no se hace” se convierte, por un momento, en lo correcto, cuando lo que está mal, pasa en un instante a ser lo que está bien, para volver luego al orden normal de las cosas.

Para poder decidir eso es para lo que nos convertimos en seres racionales y pensantes con una clara idea de cual es la prioridad momento a momento.

Nuestro esquema ético y moral nos exige manejar la excepción, y en un mundo tan cambiante y tan sujeto a intereses “no humanos”, saber que corremos el riesgo de no acompañar a la mayoría en un momento dado porque nuestro “imperativo categórico” nos remite al mandato ancestral, intacto afortunadamente en la mayoría de nosotros, que nos dice que hay un “otro” en estado de necesidad y que es, en ese momento y lugar, una obligación romper la norma.

Los abrazo

Leonor

domingo, 10 de julio de 2011

LOS MALOS PENSAMIENTOS

Mi infancia, mi educación primaria, transcurrió en el colegio de monjas más prestigioso de mi Paraná natal, y el concepto “malos pensamientos” formó parte indisoluble del diccionario formativo de mis primeros años. Y se refería pura y exclusivamente al orden de lo sexual.

Si en el rito de la confesión, detestado por mi, se hacía alusión a los malos pensamientos, el cura ni siquiera preguntaba de qué se trataba, se limitaba a establecer la penitencia y seguir adelante. El mal pensamiento en cuestión era el deseo de encontrarme a la vuelta de la esquina con un chico que me gustaba y que tomara mi mano entre las suyas. Algunos años mas tarde vendrían los deseos de besos y caricias. Y solo eso. Para entonces el colegio de las monjas había pasado a la historia y no había nada que confesar.

Pero el concepto “malos pensamientos” siguió rondándome siempre como algo que tenía que ser resuelto con madurez y sin prejuicios.

¡Claro que existen los malos pensamientos! ¡Pero no tienen nada que ver con el sexo!

No solo eso, es muy raro que un pensamiento sexual se encuadre dentro de esa definición. Francamente no concibo qué características debería tener un pensamiento sexual para convertirse en un “mal pensamiento”. Y como no voy a entrar en la categoría de los delitos, sigo sin encontrar un pensamiento relacionado con el sexo que merezca tal denominación.

Pasado el tiempo y ya habituada a esta costumbre de despanzurrar mi actividad mental hasta la exasperación, he llegado a la conclusión de que “malos pensamientos” son todos aquellos que mi mente inventa en sus ratos enfermizos y que se convierten en un obstáculo para mi realización como persona.

Malos pensamientos son:

Cualquier pensamiento obsesivo.
Fulano tiene un reconocimiento que no se merece.
Tengo mala suerte.
No soy lo suficientemente bueno.
Soy demasiado mayor.
Estoy gorda.
El, o ella, mira demasiado a otras personas.
Quiero ser su único objeto de deseo.
Tengo celos de su pasado.
Si hubiera nacido en otro país me iría mejor.
Si hubiera nacido en otra época me iría mejor.
Si hubiera tenido mejores padres.
Si fuera mayor de lo que soy.
Si fuera mas joven de lo que soy.
Es demasiado tarde para emprender eso.
Cuando tenga más dinero….
Cuando este problema pase dejaré de fumar (o de comer en exceso, o de drogarme, o de beber).
Es fácil hablar de solidaridad cuando no te falta nada.
Si él, o ella, no me hubieran abandonado…
Si no le hubiera dicho…
Si no me hubiera hecho…
Mi problema son los demás que no me entienden.


Cada uno puede tachar de la lista lo que no corresponda, o completarla según su caso. Cada uno de nosotros sabe cuales son sus “malos pensamientos”.

Les dejo una pista: un mal pensamiento es el que me detiene, me inmoviliza, me paraliza, me convierte en víctima y me impide adueñarme de mi vida y mi destino.

Un “buen pensamiento” sería: bueno, aquí estamos, esta es mi vida, no me gusta el punto en el que estoy ahora, pero yo solo llegué hasta aquí, con mi historia y mis circunstancias, y puedo cambiar, mirando de frente el camino recorrido, sin lamentar el pasado pero tomando enseñanza de él, y aceptando, esto es fundamental, que el error es parte de la andadura humana, y que vamos a seguir equivocándonos, pero que eso no es motivo para no intentar.

El arrepentimiento es una trampa. La confesión una trampa mayor. Soy mi único testigo y el único responsable ante mi conciencia inexorable.

Y me merezco la felicidad.

Los abrazo

Leonor

domingo, 3 de julio de 2011

SER ALGUIEN

Al leer esta semana las respuestas no he podido dejar de sentir alegría.

Lo recibido se parece a lo esperado en el sentido de que hay materia nutricia y enseñanza y la “aldea” sirve como lugar de reaprovisionamiento para salir al mundo más fuertes, más sanos y más felices.

Pero hay que tener presente que el mundo, el afuera, la intemperie, o como se nos ocurra llamarlo, esta difícil, esta hostil, y el entramado en el que estamos inmersos no parece dispuesto a facilitar el desarrollo de individuos decididos al cambio.

Dos ideas pugnan en este momento en mi cabeza para salir disparadas, dos preguntas mas exactamente, la primera: ¿no habrá sido siempre así?, la segunda: ¿no sabrá el sistema que un solo individuo modificado cambia el mundo, y por eso se defiende, porque el mismo no esta dispuesto a cambiar?.

Dicen que hay suficiente testimonio como para afirmar que todos los seres humanos que han habitado este planeta han considerado siempre que la peor época histórica ha sido la que les ha tocado vivir. Y también, esto lo digo yo y me arriesgo, ha habido siempre individualidades que han gambeteado al destino y han logrado salir por arriba del más atroz de los laberintos.

Es imprescindible que nos detengamos y reflexionemos: lo que llamamos “el sistema” somos todos. No hay “ellos” y “nosotros”. Hay un todo en funcionamiento que, como bien dice el padre de Natasha, trabaja a la velocidad del más lento.

Y es así y hay que aceptarlo. Pero esto no quiere decir de ninguna manera que debemos convertirnos en el más lento. (Aclaremos: lento sería el equivalente de perezoso, de malintencionado, de chismoso, de víctima, de quejoso, del que sea que se planta en medio del camino para impedir el paso).

Es nuestra obligación moral elevar el nivel personal en todos los sentidos y avanzar. Nunca sabremos hasta donde llega la influencia de cada uno de nuestros actos. Y debemos aprender a diferenciar del que es lento porque esta imposibilitado de levantar velocidad, del que lo hace para retrasar el movimiento del todo en su conjunto.

Para el primero tengo que aplicar mi comprensión y para el segundo mi indiferencia.

No tengo que permitir que me detengan. Cada vida se da en la confluencia del azar y el libre albedrío. Y el libre albedrío es ese resquicio estrecho por el que debemos pasar cada vez, con dificultad y con empeño. Es como nacer, todos lo días y varias veces por día. Y es complicado y doloroso, pero no hay otra. Elegir, todo el tiempo elegir, y no dar nada por sentado. Hasta que el estar despiertos y en estado de alerta se convierta en una rutina placentera. Para eso fuimos hechos.

Si estoy cocinando porque tengo hambre y se incendia la hornalla no tendré dudas en que tengo que apagar el fuego antes que nada, y un momento antes no sabía que eso podía pasar. Mi hambre, que era una prioridad, paso a segundo plano en un instante.

Porque me di cuenta, porque estaba despierto.

Cuando pueda separar la paja del trigo y detectar a los conspiradores internos y externos, esos que no quieren que llegue a ser yo misma, estaré preparada para la creación.

Seré alguien.

Los abrazo

Leonor

P/D 1. Gracias a Tamara por traer tan oportunamente la frase de Goethe.

P/D 2. Sol: Si decidiste bajar tu rendimiento porque con igual esfuerzo logras los mismos resultados, bien. Si lo haces para llamar la atención de tus maestros, mal negocio. Es probable que estés haciendo lo que ellos quieren.