miércoles, 27 de junio de 2012

SOBRE LA INTERPRETACION


Esta semana que pasó cené con un grupo de personas, la mayoría de ellos muy agradables, en una comida en homenaje a Jane Goodall, la señora inglesa que vivió en Africa muchísimos años y se dedicó a cuidar el entorno para que pudieran vivir los chimpancés. Se hizo una película sobre su vida, ha escrito libros y hoy recorre el mundo tratando de concientizar a las personas sobre el cuidado del medio ambiente, especialmente  la deforestación, ya que no solo es el hábitat natural de la mayoría de las especies en peligro de extinción, sino que la falta de arboles se convierte en letal para nosotros ya que son los filtros naturales para limpiar el oxigeno de la atmosfera de anhídrido carbónico.

En un momento, antes del plato principal de una cena rigurosamente vegetariana, que es el modo en que ella se alimenta, se dispuso a hablarnos.

La señora Goodall no habla español por lo tanto comenzó su alocución con una traductora a su lado. Y aquí comenzaron los problemas ya que ella manejaba un lenguaje muy rico, poético además, y la interprete traducía de una manera tan elemental que por momentos era irritante. No es que falseara lo dicho por Goodall, simplemente lo simplificaba hasta la exasperación, con algunos errores incluidos que hicieron que su acompañante en los viajes, que sí habla castellano, la corrigiera cuando dijo que la Fundación Goodall tenia 120 representantes en todo el mundo, en vez de los ciento veinte mil que en realidad tiene.

Esto no pasaría de ser una simple anécdota si no fuera que en mi mensaje anterior una de las ultimas frases fue: “No interpreten”.

Les ruego que mediten seriamente sobre el significado de interpretar.
Traducir es una manera de interpretar.
A nosotros, los actores, que nos dedicamos a lo que llaman ficción, o sea, todo lo contrario de la realidad, nos llaman interpretes.
Los psicoanalistas interpretan. Y es inevitable poner una gran dosis de subjetividad en lo interpretado.
¿Han pensado que cada vez que digo: “Lo que le pasa a Juanito es que su mama lo abandonaba cuando era chico para ir a trabajar”, le estoy atribuyendo intenciones, conclusiones y consecuencias a los actos o estados de animo de otra persona, de los que es probable que yo no tenga la menor idea?.
Les ruego: piensen y acepten por lo menos la probabilidad de que las conclusiones que están sacando no sean correctas.

Jurídicamente hay un término que se llama “duda razonable”  y que se usa para no condenar a un sospechoso. Si estamos de acuerdo en que es preferible un culpable libre que un inocente encerrado, estarán de acuerdo conmigo en que hay pocos argumentos  mas justos que la duda razonable.

Y espero que también estén de acuerdo en que nos pasamos la vida interpretando a los otros, atribuyéndoles intenciones, sensaciones o impulsos que suelen estar muy lejos de los verdaderos. Y eso se llama, simplemente, control.
Atribuirle al otro una intención me tranquiliza, o todo lo contrario, depende de lo que yo este buscando.
Prueben mirar al otro como si no lo conocieran, porque además es verdad, no lo conocen.
No pregunten nunca de donde venís ni que estas pensando.
Empiecen de a poquito, mirando el mundo con una mirada fresca, y comprobaran que ven cosas que nunca antes habían imaginado que existían, en ustedes y en todas las demás personas.

Los abrazo.

Leonor.

P/D: Luiggi Pirandello escribió: “Tradutore, traditore”. Esto quiere decir Traductor, traidor, porque necesariamente el que traduce pone cosas de su subjetividad que, muchas veces, están a años luz de las verdaderas intenciones del autor.

miércoles, 20 de junio de 2012

¿ES QUE ALGUIEN PUEDE CREER QUE YO PIENSE QUE NO HAY QUE DECIR TE QUIERO?


Empecemos de nuevo: este blog nació con la intención de estar en contacto, y con la otra intención, más profunda a mi entender, de tener un espacio para el pensamiento que nos ayude a creer, a crecer, a amar, a vivir mejor.

Ustedes decidieron que yo puedo aportar algo a ese propósito.
Yo también lo creo así.

Y lo creo porque he logrado tener una muy buena y plena vida a pesar de todo.
Los “a pesar de todo” de mi vida son, algunos conocidos y otros estrictamente personales.
Y seguirá siendo así.

Tal vez haya una zona no sospechada de ser un problema a solucionar, y de la que no tengo problema en hablar, y que tiene que ver con la fama, el ser conocido, en una palabra, la perdida del anonimato.

Y, que quede claro por favor, esto es así para mi. Es difícil considerar un escollo para el crecimiento un hecho que parece ser deseable para la mayoría de las personas y hoy más que nunca y cada vez más.

Mi amigo Juan Leyrado, con el que me encuentro menos de lo que me gustaría, recuerda que después del tremendo suceso de “Gasoleros” nos encontramos para tomar un café y le dije: “Ya te paso lo peor que te podía pasar, tuviste éxito, ahora pensá que vas a hacer con eso porque es un hueso duro de roer”. 

Para una persona cuya intención es transitar su camino como una posibilidad hacia la plenitud y la realización personal, el éxito, eso que llaman éxito, es un tremendo escollo, con una particularidad que lo complica todo más aun: ha sido buscado. Nadie nos ha obligado a convertirnos en gente conocida.

Simplemente elegimos una profesión cuya consecuencia es la perdida del anonimato, y la perdida del anonimato es eso, una perdida.

Hay dos posibilidades: o tomamos el éxito como algo que alimenta nuestro ego y nuestra vanidad, o nos preguntamos que hacer con ello porque es un arma poderosa con la que se puede dañar, o iluminar el pequeño espacio que como humanos nos ha sido dado.

No tiene nada de malo celebrar los logros, pero si se trata de ejercer  influencia, en un número pequeño o grande de personas, tengo que tener los ojos abiertos porque eso es un don que al menor descuido se convierte en un veneno. Para mi y para los otros.

Si “los otros” son un mero instrumento, un escalón de una escalera que no se sabe adonde va, mala cosa.

Insisto, esto es así para mí. Si quieren buscar ejemplos de lo que digo tienen un espectro amplísimo para elegir, en un sentido o en otro, vivan en Argentina o en cualquier otro lugar del mundo.

Ustedes pueden estar de acuerdo conmigo acerca de lo que escribo, o todo lo contrario.
En general desarrollo ideas que no están con frecuencia en los medios de comunicación y muchas cosas pueden ser difíciles de digerir. Y respeto al que disiente.

Yo solo pretendo proveer herramientas, y con toda libertad pueden tomarlas o dejarlas de lado.

En la columna anterior me refería, creo que con claridad, a la repetición casi gozosa de las emociones negativas. Lo que está escrito es lo que pienso y es un ejercicio experimentado con mi propia vida. A mi me funciona. La mala memoria para los hechos desgraciados me ha funcionado siempre. El punto de vista de la victima para relatar mi propia vida no va conmigo pero, insisto, es una elección personal.

Yo, Leonor, persona, actriz, madre, mujer, ciudadana, amiga, he decidido no delegar el mando. Ni los gobiernos, ni la religión, ni las crisis económicas, ni mis relaciones afectivas lograrán apoderarse de mi destino. Destino que incluye dolores y perdidas, y fracasos, todo viene en el paquete y así lo tomo.

DIGAN A LOS GRITOS TE QUIERO Y HABLEN CON QUIEN QUIERAN HABLAR Y COMUNIQUENSE CON TODOS!!!!!!!!!!!!

Solo hay que cambiar cuando uno siente que no esta siendo todo lo feliz que se merece y culpa al afuera de esa situación.

Los abrazo.

Leonor.

P/D. Probablemente uno de los daños colaterales de ser conocido sea el que los demás se sientan con derecho a interpretar. No interpreten, ni a mi ni a nadie. Si los tranquiliza, no me pasa nada malo, todo lo contrario, estoy encarrilando mi vida por los senderos que quiero transitar.

lunes, 11 de junio de 2012

NO COLABORAR


¿Cómo se hace para no colaborar con la mentira imperante en los medios de comunicación? ¿En el discurso de la mayoría de los políticos? 

Los políticos han entrado en una, tal vez relativamente nueva, modalidad. Aseguran algo que todo el mundo sabe que es mentira, con una tranquilidad sorprendente. Se parecen al niño que encontramos cuando regresamos al hogar, jurando que no ha tocado el frasco de dulce de leche y tiene la boca y los dedos y la ropa manchados con el dulce manjar.

Los periodistas nos cuentan las noticias armando las frases de tal modo que sean funcionales a sus ideas. 

Hagan la prueba, la misma noticia relatada por distintos medios se convierte en otra noticia, especialmente en épocas de elecciones o de sanciones de leyes. Y la gran tentación es leer los medios que piensan como nosotros. El peligro que esto implica es que deforma la realidad y empequeñece nuestro mundo.

La realidad como tal es inabarcable. Y secreta. Jamás sabremos qué pasa realmente en despachos cerrados a cal y canto, de los que, si nos llega algo, es probable que también esté teñido de intereses.

Nosotros también mentimos en nuestra cotidiana vida. Cuando relatamos una ruptura sentimental o una pelea con un amigo, o una discusión con un vendedor, tendemos a relatar la situación de la manera más favorable para nosotros. Nos cuesta muchísimo decir “tuvimos un cambio de palabras”, “no nos pusimos de acuerdo”, “hubo un malentendido”, “a partir de ahora no estaremos juntos”, y ante el requerimiento de nuestro interlocutor, que será ineludible, de las razones de lo ocurrido, es casi imposible terminar el asunto con un “prefiero no hablar de ello”.

Vivimos en un infierno de inocentes. Todos hacemos las cosas bien, o eso decimos, y sin embargo vivimos muy mal.

¿Qué hacer?

Si las palabras son la representación de nuestras ideas, si las palabras nos remiten a recuerdos dolorosos como si una pantalla bajara y se convirtiera en la visualización de nuestras peores memorias, una solución bastante eficaz, por lo menos para mi, es hablar lo menos posible de esas cosas.

Si alguien nombra a mi padre, sin siquiera mencionar su muerte, lo más probable es que se me llenen los ojos de lagrimas y recuerde su bondad y su alegría y la perdida que significó su muerte.

Si al amanecer paso por la vereda de una panadería, el olor a masa recién horneada estimulará mis papilas gustativas y recordaré el pan caliente y sentiré placer.

Tal el poder de las palabras y las sensaciones.

Si soy la depositaria de un acto de violencia callejera, cada vez que relato el hecho, lo traigo a mi memoria y lo revivo. Y eso no es lo peor,  buscamos clientes para contarles lo que nos ha ocurrido, sin tener conciencia de que el mismo terror y la impotencia que nos invade una y otra vez que lo revivimos, lo plantamos en  el ser que nos escucha, el que a su vez, seguramente lo repetirá y volverá a producirse la situación en otra persona y así hasta el infinito.

Y es de esa manera y no de otra que colaboramos con  una realidad incomoda y enfermante. Y esto es literal y no metafórico: el hablar permanentemente de lo que nos molesta, de lo que no podemos, de lo que nos es impedido, de cómo nos mienten, de que creen que somos idiotas, de los cortes de calles, de la subida del dólar y de la inflación, provoca un bloqueo en el fluir de nuestro pensamiento y una tensión en nuestro sistema muscular, que enferma. Mental y/o psíquicamente, enferma.

Pruébenlo, aunque más no sea por curiosidad. No cuesta nada, y, como dice en algunos medicamentos, no tiene contraindicaciones.

Otra posibilidad es golpear la puerta de nuestros legisladores, que como ciudadanos tenemos derecho, y exigirles explicaciones. O seguir los caminos legales que la justicia contempla, que también son viables.

Yo, como tengo otros planes para mi vida, y he decidido usar mi tiempo creativamente para mi bien y el de los otros, me limito a ser una buena habitante de este lugar del planeta y hago foco en lo que puedo y no en lo que no puedo. 

Eso si, hasta sus ultimas consecuencias.

Los abrazo.

Leonor.

lunes, 4 de junio de 2012

TAN FUERTES, TAN FRAGILES


Despega el avión que me devuelve a Buenos Aires. Son las nueve de la noche del jueves 31 de mayo.  El decolaje es impecable, el vuelo placido. En el límpido cielo ya oscuro luce oronda una luna a la que le falta muy poco para estar completa y ser una esfera perfecta. Me gusta así como esta ahora, prefiero la belleza de la imperfección.
A mi lado un hombre joven que cada tanto se levanta solícito para atender a un anciano, sentado algo más adelante, con signos evidentes de deterioro en su salud.
¿Es tu padre?- le pregunto.
No, -contesta- soy médico y lo estoy acompañando. Esta muy mal de salud y no podía viajar sin un acompañante terapéutico. Al rato pide un tubo de oxigeno y, solícito, se lo coloca a su paciente para que respire mejor.
La tripulación comienza a ofrecer la cena y de pronto mi compañero de asiento desaparece arrastrado hacia atrás por una azafata. Y a partir de ahí, el caos. La tripulación corre, pide oxigeno a los gritos. Miro al enfermo y lo veo muy placido dando cuenta de la cena ayudado por su mujer. El problema es en la parte de atrás del avión. Un pasajero tiene dificultad para respirar y el diagnostico es grave.
Lo traen a la parte delantera y lo sientan lo suficientemente cerca de mi como para que no me pierda detalle. Es un hombre joven, muy corpulento. Tiembla, y su abdomen se sacude violentamente cada vez que intenta llenar o vaciar sus pulmones. Mi compañero medico busca en su maletín jeringas y medicamentos y lo inyecta con la ayuda de los amigos del enfermo. Más tarde me enteraré de que el diagnostico es un edema de glotis, esto quiere decir que está cerrado el tubo por el que entra y sale el aire que es la vida. Le colocan algo por vía endovenosa colgando el suero de una percha de plástico sostenida de los portaequipajes. Todo es tan elemental que asusta. Y a la vez reconforta. La desesperación y el ingenio forman una red que detiene la vida de ese hombre para que no se escape. Todo el pasaje está en silencio. Ese enorme animal metálico con casi cuatrocientas personas en su interior, usualmente bulliciosas, está expectante y se bambolea en el espacio a mas de diez mil metros de altura. Y yo juro que cada una de esas personas pide, desea, reza, para que a ese muchachote desmañado no se le escape la vida por alguna de esas salidas de emergencia que señalan las azafatas al comenzar el vuelo, indicaciones a las que, por cierto, nadie presta atención.
Regresamos a Madrid después de casi tres horas de vuelo porque no había garantías de que Pablo, el enfermo, pudiera soportar las casi nueve horas de vuelo que faltaban para llegar a Buenos Aires, según la opinión de Adrian, mi compañero de asiento, tan medico, tan solidario, tan humano. Fue el quien habló con el comandante y los dos hablaron con los aeropuertos en tierra para tomar la decisión. Hacer volver a destino un avión en vuelo de esas dimensiones no es como hacer una curva en U y retomar. Las instalaciones en tierra autorizaron el regreso. A las dos de la madrugada una ambulancia de alta complejidad y varios paramédicos esperaban a Pablo en la pista. Cuando se lo llevaban pidió acercarse a donde yo estaba y me dio la mano. Le desee suerte.

Te cuento, Pablo, nos llevaron a un hotel cercano al aeropuerto en el que nos atendieron maravillosamente. Las habitaciones eran buenas y el personal muy amable. Desayunamos y almorzamos en ese hotel y a las cuatro de la tarde nos buscaron para embarcarnos hacia nuestro destino. Llegamos a Buenos Aires A las 2 y 20 hs del sábado 2 de junio. Casi 24 horas mas tarde de lo que habíamos programado. Hubo personas que perdieron sus vuelos de conexión, yo personalmente no pude asistir al cumpleaños de una amiga, y seguramente se trastocaron los planes de la mayoría, pero te aseguro que no escuché ni una sola queja. Es mas, durante el día en que forzosamente convivimos, y éramos muchos, a vos te consta, había algo así como un buen humor general y un solo deseo: que te pusieras bien, que te salvaras.
Yo anduve averiguando, de metida nomas, y me contaron que fumas mucho, que viajabas con tus perros y que uno se había muerto. Nunca sabremos si no soportó el viaje o la noticia de que vos estabas mal. También me dijeron que tenías para varios días de terapia intensiva.
No se si la vida nos volverá a juntar alguna vez pero querría saber que fue de vos, que hiciste con la experiencia vivida.
A mi, personalmente, me gustaría enterarme de que te curaste, y que saliste de ese hospital con fuerzas para enfrentar la vida, que no es siempre un jardín de rosas, pero que cierta gente fuerte, e intuyo que vos lo sos, puede con ella.
Es lo menos que podrías hacer. Nos lo debes a todos los que te hicimos el aguante, aquella noche en que la luna no estaba entera, y atravesábamos el cielo sin siquiera imaginar lo qué se avecinaba.
…es que hay que ajustarse los cinturones, Pablo…. cuando menos se las espera aparecen las turbulencias… siempre.

Te abrazo.

Leonor.

P/D. El encuentro en DAIN es el 7 de junio. Error mío, pido disculpas.

Crocetta: lo que escribiste es muy hermoso: ‘Somos la soledad selvática, y el silencio inmenso y profundo… sobre todo”.