sábado, 31 de diciembre de 2011

CERTEZA DE LA DUDA

Hoy es el último día de un año al que dimos en nombrar 2011.

Es 31 de diciembre.

También es una decisión arbitraria y aceptada por todos.

Ha pasado una semana de un día que dijimos que era 24 de diciembre y que gran parte de la humanidad acordó que mucho tiempo atrás, no sabemos con exactitud cuando, había nacido un niño. Y que el nacimiento de ese niño era para bien. Y lo acordó y lo celebra un montón de personas que no cree en él. Ni en el niño ni en el acontecimiento.

Ese momento de pasaje de un año a otro no es el mismo en todas partes. Depende de la rotación del planeta, y la tecnología hoy nos concede ver esos momentos en Sydney, en Tokio, en Samoa, en Buenos Aires.

O sea, es una convención aceptada por todos porque lo único que no acompaña nuestros deseos es la naturaleza.

La tierra gira y hace frio en algunos lugares y calor en otros. Dentro de un rato aceptaremos que Australia ya entró en el nuevo año y esperaremos pacientemente el momento que nos haya tocado en suerte, depende del sitio en el que estemos, para nuestra entrada, y levantaremos las copas y desearemos.

Desearemos con todas nuestras fuerzas. Nuestra felicidad personal y la de los que amamos primero que nada, y está muy bien. Luego la del resto, y paz para el mundo y felicidad para todos.

Yo pediré sin especificar. Hace tiempo que no estoy demasiado segura de lo que es bueno para mí. Muchísimas veces he deseado cosas que de darse hubieran sido una catástrofe, y se han dado cosas que, en apariencia, me perjudicaban y resultaron siendo una bendición para mi vida.

Por eso, porque mi única certeza es la duda, pediré que venga a mi vida lo que la beneficia y que se vaya lo que la perjudica.

Lo pediré para mí, para los que amo, para ustedes, para el mundo.

Y, eso si, diré gracias con todas mis fuerzas.

Feliz año nuevo.

Los abrazo.

Leonor.

martes, 27 de diciembre de 2011

VIAJEROS

Recuerdo una extraordinaria escena de la película “El cielo protector” en la que John Malcovich y Debra Winger llegan a las costas de un país africano y un habitante local que los ayuda con el equipaje pregunta: ”¿Los señores son turistas?” A lo que Malcovich responde: “No, somos viajeros”.

La diferencia es cada vez mas abismal.

Y hace mas o menos veinte años, que es el tiempo aproximado que lleva de filmada la película, todo hacía presumir lo contrario.

El avance tecnológico, que ya se adivinaba, nos daba derecho a suponer un mundo con habitantes cada vez mas curiosos y apasionados con la comprobación de la diversidad.

Diversidad de razas, lenguas, paisajes, apasionados por “el otro”, ese otro cuya principal razón de existir, aun sin saberlo, es demostrarme con su diferencia, que algo en común palpita en todos los humanos, y no solo el corazón.

Y ese algo en común es el deseo, ese formidable motor que pone en marcha los emprendimientos más inverosímiles y los convierte en palpables realidades, y la imaginación.

Cuanto más disparatado el proyecto, más posibilidades de materialización.

Siempre me ha hecho gracia la gente que afirma con orgullo que “tienen los pies en la tierra”, que son realistas y sensatos.

Y yo me pregunto: “¿Y...?”.

Es la imaginación la que da nacimiento a todo logro humano. Pero no una imaginación vacía sino la imaginación que sustenta la creatividad, la que a su vez genera una idea, la que nos pone en movimiento.

La creatividad va un paso más allá de la imaginación porque exige que hagas algo en vez de estar tumbado pensando en ello.

La vida hoy, para ser realmente vivida, exige que seas un viajero. Y eso implica correr riesgos y estar dispuesto a equivocarse, y meterse por una callecita que no figuraba en el mapa, y perderse.

Lo peor que te puede pasar es encontrarte con otro tan perdido como tu. Puedes quedarte tranquilo, las personas perdidas suelen ser inofensivas. También estériles.

Lo mejor, encontrarte con alguien que conozca el camino de salida. El premio mayor, encontrar una salida nueva que solo reconoce tu intuición, ese susurro interno e inapelable que te dice que crearas algo, que serás feliz y que esa creación tuya será buena para todo el mundo.

Claro que es difícil que cualquiera de estas cosas pueda suceder si estas colgado del celular, de la maquina de fotos o de Internet, chateando con un amigo, contándole lo que ves, en vez de experimentar realmente donde estas y con quien.

Y en el caso de que algún día se te de por revisar todo lo grabado o fotografiado durante un viaje, según mi experiencia cosa bastante poco probable, te quedaras con lo que vio la cámara. Tu vivencia habrá sido inexistente.

Seamos viajeros de la vida. De turistas el mundo esta lleno.

Los abrazo.

Leonor.

P/D. Lo escrito mas arriba sirve aun en el caso en que decidas no moverte de tu pueblo.

martes, 20 de diciembre de 2011

TARJETA DE NAVIDAD

Quiero que me mires a los ojos.

De verdad, profundamente.

Quiero que sepas todo de mi, aunque yo no te lo diga. Quiero que sepas de mis penas aunque yo me ría. Quiero que notes esa pequeña arruga nueva alrededor de mis ojos, o cerca de mis labios. Quiero que no importe lo cerca o lo lejos que nos encontremos.

Quiero que me sientas sagrada. Quiero que comprendas, también profundamente, que mi vida ocurre por un designio no elegido. Que un día sucedió. Que fui pequeña, y que alternativamente me sentí amada y también todo lo contrario. Por mis padres, por mis hijos, por mis amigos, por la gente. Me sigue sucediendo a veces. Y eso que ya he crecido y he aprendido y, lo mas importante, he desaprendido.

Te prometo lo mismo a cambio. Prometo respetarte y mirarte a los ojos para adentrarme en tu alma y sentirla sagrada. No necesito perfección. Quiero errores, defectos, sinsabores, tropiezos.

Prometo buen humor y aceptación. Prometo mirar y admirar el milagro que es tu vida.

Y si alguna vez me enojo y te trato como a algo de mi propiedad y pertenencia, porque no te portas como yo espero o pretendo, porque no sos lo que mi mal entrenada imaginación reclama, recordame lo que te prometí para estas navidades.

Leeme en voz alta esto que acabo de escribir en este momento en que estoy lejos. (Siempre que estoy cerca de alguien estoy lejos de otro al que también amo y que también me importa).

Esto que escribo pensando en una amiga muy querida a la que tal vez no vuelva a ver y que me dijo por teléfono la ultima vez que hablamos: “esto no es lo que esperaba”.

Yo tampoco esperaba esto Elena, yo tampoco.

Todo lo otro: aprobar materias, comprarme una casa, cambiar el auto, enamorarme, separarme, adelgazar, viajar, se quedan lejos, pero muy, muy lejos. Estará bien desearlos y lograrlos.

Pero lo único seguro que poseo hoy para darte y que espero de vos, es lo que dije al empezar: una mirada.

Feliz tiempo de adviento, de renovación, de renacimiento.

Los abrazo.

Leonor.

domingo, 11 de diciembre de 2011

LA DIFICULTAD DEL AMOR

Un poco de simplicidad sería el primer paso hacia una vida racional, creo.
Eleanor Roosevelt


Hablábamos hace pocas noches un amigo y yo, de lo previsible que se han vuelto los temas de conversación de cualquier reunión humana a la que nos avengamos a asistir.

Y los que llevan la delantera son dos: “El HORROR de lo que esta pasando” y las “TREMENDAS DIFICULTADES que tienen las parejas para sostenerse como tales”.
(Las mayúsculas intentan poner de manifiesto el énfasis en la voz de las personas al plantear estas cuestiones). Espero que no sea necesario aclarar que esto esta hecho con humor. Lo del énfasis. Lo de los temas es absolutamente serio.

Voy a saltearme el primer tema porque, además de resultarme remanido, repetitivo y con cierto goce en la repetición, hasta me atrevería a asegurar que en las reuniones sociales resulta tan cómodo como hablar del tiempo. Realmente creo que esta época que nos toca vivir es, efectivamente, difícil, pero no mucho más que cualquiera de las que pasaron y tal vez menos de las que vendrán. Es hora de darnos cuenta de que este raro entretejido al que llegamos sin ser consultados y al que llamamos vida, tiene claves que merecen ser descifradas…creo, emulo a Eleanor Roosevelt.

Vamos a hablar del amor. De lo que damos en llamar amor.

Decíamos, mi amigo y yo, que gran parte de responsabilidad en los fracasos, sufrimientos e infelicidades que, efectivamente, conlleva el intento de amar a otro, reside en que, en general, es el impulso sexual el detonador primero de toda relación, el que una vez acabado, o simplemente algo debilitado, hace que pongamos en duda nuestra elección y demos a esa pareja por muerta aun antes de nacer.

El verdadero problema resulta si hemos aprovechado el periodo de efervescencia erótica para prometer amor eterno, casamiento, niños, biológicos, adoptados, logrados con fecundación asistida, vientres alquilados o donantes anónimos.

Incluyo en la categoría parejas a las heterosexuales, homosexuales, mixtas, con abismales diferencias de edad o de raza y/o religión.

Y llegamos a una conclusión con la que se puede estar de acuerdo o en total desacuerdo, como con todo lo que yo escribo.

La conclusión es la siguiente: nos hemos quedado enredados en el pasado prehistórico, presos de convenciones sociales, religiosas y biológicas que perdieron vigencia con el avance de los tiempos. Y no seré yo la que afirme que esas convenciones no son buenas.

Sígalas el que quiera seguirlas si entiende que de esa manera logra su felicidad personal.

Pero resulta que la mayoría de las parejas que conozco, y me incluyo en las pasadas y presentes, aunque espero que no en las futuras si llegaran a venir, tropiezan con la misma piedra una y otra vez.

¿Y si no le pidieramos al amor más de lo que le pedimos a la amistad?
¿Y si esperáramos amistad antes que cualquier arranque pasional?
¿Y si pudiéramos mostrar vulnerabilidad tal cual lo hacemos con nuestros amigos de verdad?
¿Si pudiéramos sacarnos las mascaras y ser el que realmente somos desde el primer momento?
¿Si pudiéramos no considerar al otro un trofeo o una condecoración?
¿Y mucho menos una posesión?
¿Si pudiéramos ver sus defectos y aceptarlos?
¿Si pudiéramos empezar una relación sin saber adónde irá a parar?
¿Podríamos aceptar que el sexo se demore en llegar? ¿O que tal vez no llegue nunca y ese ser que nos atrae se convierta en una amigo/a incondicional y para siempre?

Si nos olvidamos de “como deben ser las cosas” y las aceptamos “como vienen” tal vez la vida se vuelva más simple y más racional. Esto quiere decir con menos sufrimiento, ya que de ninguna manera pienso que estemos aquí para sufrir. Ya hay demasiados sufrimientos inevitables. Intentemos esquivar los otros.

Los abrazo.

Leonor.

P/D. Es probable que lo intuyan pero no esta demás recordarlo: cada tema que escribo, lo escribo primero que nada para mí. No me excluyo de ningún error, de ningún malentendido, de ninguna infelicidad. Intento no repetirlos. En eso estoy.

lunes, 5 de diciembre de 2011

ANTEPASADOS

¿De quién hablo cuando hablo de mis antepasados? Hace tiempo que deje de pensar en mis padres como antepasados. Mis abuelos tampoco entran en esa categoría. Para mí, mis antepasados comienzan en los que nunca conocí. Por el lado de mi padre, con los italianos que decidieron quedarse en su tierra a pesar de la guerra y las necesidades imperiosas y forzosas que debieron pasar. ¿Cómo fue su vida? Fueron, alguna vez, ¿felices?

Dicen que me parezco físicamente a la madre de mi abuela, una veneciana de la que nunca vi ni siquiera una foto. Solo tengo en mi poder su certificado de matrimonio. En el lugar de la firma hay una huella digital, el dedito borroso de una jovencita italiana que no sabía escribir su nombre. ¿O sea que mi deducción es correcta si infiero que de allí para atrás ningún ascendiente mío sabía leer ni escribir? No, no es correcta. Se me ha dado por indagar en la historia familiar y me encuentro con iletrados y con un tatarabuelo cultísimo allá por el siglo XVIII en la Toscana.

Y por el lado de mi madre llegué a conocer a un bisabuelo mitad criollo y mitad aborigen, y a un tío lejano que tenia un bar a orillas del rio, en un pueblo llamado Diamante, que contaba con orgullo las peleas a cuchillo en las que había intervenido, y los hombres que había matado. Y una bisabuela que tuvo trece hijos con dos hombres diferentes en el centro profundo de Entre Ríos.

Dicen que el concepto de amor romántico se gestó en el siglo XII en la corte de Leonor de Aquitania, ¡vaya humorada! Antes de eso, ¿la humanidad no amaba? Parece que no. Esa es la deducción de los historiadores. Parece que hasta entonces las personas solo se preocupaban por sobrevivir y reproducirse. Todas las personas. Nadie sentía nada por nadie. ¿Se me permite ponerlo en duda?

Los historiadores son ese grupo de personas dedicados a contarnos lo que pasó o lo que ellos afirman que pasó. Pero curiosamente toda la historia está dedicada a los vencedores de las batallas: las militares, las políticas y las intelectuales. Las religiosas también. El que gana impone su manera de pensar a los humanos que nacen en los próximos tres o cuatro siglos, como mínimo.

Y aquí aparece mi rebelión, Internet incluida. ¿Cómo hago para pensar por mi misma? ¿Cómo evito la influencia de lo que me contaron? ¿Fui realmente la niña que recordaba mi madre? ¿O mi madre me contaba lo que ella recordaba? ¿Qué tengo de mi bisabuela analfabeta? ¿Dónde el gen de mi tío cuchillero? ¿Mi voraz curiosidad por el conocimiento es herencia de mi tatarabuelo de la Toscana? Y eso que llegué con mis investigaciones solo hasta el siglo XVII. Pero el que realmente me obsesiona es mi antepasado de antes del fuego, el que temía al rayo en el horizonte, el que moría de frio o de una picadura de alacrán a los veinte años. ¿Qué me dejo? ¿Qué miedo, o qué sabiduría?

Loados sean y descansen en paz.

Sea lo que sea que de ellos tengo, lo agradezco. Y a medida que avanzo en ese recorrido abismal, mas me reconozco en todo ser que existe, Y mas sagrado me parece cualquier humano que se cruza en mi camino.

Hagan la prueba y después me cuentan.

Los abrazo.

Leonor.

domingo, 27 de noviembre de 2011

VIVIR SIN ESPERANZA

Leo en la prensa española: "La persecución que sufren las mujeres requiere una determinación total y global. Cada día 356 mujeres denuncian en España a un hombre por agresión" (normalmente pareja o ex pareja).

En Arabia Saudí la mitad de la población vive en libertad condicional: "las saudíes no pueden conducir ni viajar ni salir solas sin la compañía de un varón de la familia".

El diario Nación de Argentina del 26 de noviembre publica que una periodista francesa fue violada por un grupo de hombres en la plaza Tahrir de El Cairo, en pleno día y a la vista de todos.

Esos son hombres de los que quieren cambiar el mundo. ¿O no eran esos? ¿Todos los otros si y esos no? ¿Quién soy yo para dudarlo? Y entonces se da la paradoja de que un grupo de hombres que se movilizan para cambiar un régimen dictatorial, cosa loable y valiente, y que se expone ante el ejército, y algunos incluso mueren, cuando se presenta la ocasión, violan mujeres.

El titulo que estoy usando hoy para esta columna es viejo y es mío. Lo usé para una editorial de una revista que dirigí durante un año que se llamaba “La mitad del cielo” y que era parte de una institución que funde y que fue un estrepitoso fracaso. En uno de sus números escribí un articulo llamado “Vivir sin esperanza”.

Esperanza viene de esperar. Vivir con esperanza es vivir esperando algo que todavía no ocurrió y que no tengo certeza de que efectivamente ocurra. Y no quiero depositar mi vida y su transcurrir en un acertijo. Prefiero vivir con dudas, y con preguntas, y muy atenta. ¡Y claro que quiero que algunas cosas cambien! Pero el gran cambio no está en mis manos.

Entonces la esperanza me suena a parálisis. Cada vez que escucho decir: “¡Qué horror todo lo que está pasando!” me resulta muy difícil no tener la certeza de que esa persona no hará NADA para que las cosas cambien. Es más, pienso que es parte del horror. Pero eso es un prejuicio mío, no me hagan caso.

A riesgo de repetirme volveré a escribir la Oración de la Serenidad que es la columna vertebral de lo que inculca Alcohólicos Anónimos:

“Señor, pido serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar,
valentía para cambiar las que puedo,
y sabiduría para reconocer la diferencia”.

Pienso que aquí hay una clave de vida incontestable.

Respecto del tema que nos ocupa desde hace dos semanas, es vital terminar con el horrorizarse, y con el tal vez, algún día, en el futuro, cuando las cosas cambien...

Las cosas son como son. Cualquier intento que no pase por la aceptación está destinado al fracaso, porque es un deber moral e indispensable para nuestra conciencia individual el hacer algo. Ante este criterio de realidad tan salvaje y absolutamente inabordable como totalidad, solo nos queda hacer foco en nuestro entorno más cercano.

Todos tenemos mujeres cercanas cuyas vidas podemos mejorar. Y con muy poco. Porque resulta que el buen trato es revolucionario. El recuerdo y un llamado telefónico a una tía anciana. El buenos días y el por favor a la portera, unas flores a una amiga, una hija, una madre, una hermana. Pero estemos atentos a los gestos vacios.

Yo compro flores cada vez que me invitan a cenar y quiero ser amable con la dueña de casa. Eso no sirve de nada. Eso es amabilidad social y nada más. No es de eso de lo que estamos hablando aquí. Estamos hablando de reivindicar en las mujeres que tenemos cerca, tanto maltrato, tanta vejación y tanto olvido de su condición humana de todas las mujeres que nos precedieron desde el principio de la historia. Y eso solo se logra con respeto. Respeto, permítaseme en este caso, por la diferencia. Porque no somos iguales. Si la humanidad nos percibiera como iguales no pasaría lo que esta pasando.

Claro que también podemos ingresar en una ONG o viajar a África, o a Centroamérica y trabajar activamente por la causa. Existe el maltrato hacia las mujeres en cualquier lugar del mundo. Cerca nuestro también. Miren con los ojos bien abiertos y encontrarán enseguida una mujer muy próxima a la que hacerle la vida mejor.

Y nunca mas digamos que horror.
Y nunca más nos escudemos en que el futuro será mejor.
El futuro no será mejor si nosotros no cambiamos ahora.

Los abrazo.

Leonor.

domingo, 20 de noviembre de 2011

ESTO ES UN RUEGO

¿Por qué un hombre amenaza a una mujer con pegarle donde más le duele y mata a su hijo?

¿Por qué en una publicidad de cerveza, creo, un hombre dice que se ira de viaje y una voz en off le recomienda entregar a su hermana para convencerlo de quedarse a fines de no romper el grupo de amigos?

Y si mezclo estos dos sucesos que están a años luz uno del otro en cuanto a su gravedad y consecuencia es porque creo que tienen la misma raíz, y esa raíz se llama misoginia. Y es algo que está tan agazapado y oculto en la publicidad, en el lenguaje cotidiano y en nuestra conducta, que pasa desapercibido si no estamos muy atentos. No escuché a nadie escandalizarse por la publicidad de cerveza. Nadie me dijo que la venganza criminal de la muerte de Tomas era un acto de violencia machista.

Y me paro frente a esto con el mismo intento de ecuanimidad con el que me enfrentaría al racismo o a la discriminación sexual. Les pido por un momento que se olviden del sexo al que pertenecen y que los hombres no se sientan atacados ni las mujeres victimas.

Desde mi condición de mujer blanca, heterosexual, no judía, no pobre, no antisemita, me permito deshacerme de todas esas etiquetas para reclamar en nombre de la construcción personal y colectiva de un mundo mejor, y para los que conformamos esta pequeña comunidad de reflexión que es este blog, poner la máxima atención que les sea posible, UNA NUEVA ATENCION, al tema del lugar que cada uno de nosotros otorga, en las pequeñas acciones de todos los días, en el lenguaje, en el trato, a nuestras compañeras de existencia.

Y si escribí UNA NUEVA ATENCION con mayúsculas es porque estoy convencida de que todos creemos que tenemos el tema superado y que son “los otros” los que deben cambiar. Entonces les pido que nos pongamos sutiles y atentos a nuestras conductas y más todavía a nuestros pensamientos.

¿Qué significa en realidad el término “igualdad”?

Yo no puedo cambiar el hecho de que las mujeres, aun en puestos muy importantes, ganen menos que los hombres, pero si puedo modificar mi pensamiento acerca de la aceptación física de ciertos estereotipos. La misma marca de cerveza, en una publicidad anterior, usaba a una chica con nariz grande para ejemplificar que un amigo se sacrificaba por otro al acercarse a ella. ¿Adónde iría a parar la carrera de un actor como Diego Peretti si se pensara lo mismo de él? Hasta donde yo sé, en este momento está representando “Un tranvía llamado deseo”, la obra de Tenessee Williams que está en la memoria de casi todos porque fue interpretada por Marlon Brando. ¿Alguien dudó al proponer a Peretti para ese papel porque su físico no concordaba con el del actor norteamericano que siempre ha sido considerado como uno de los hombres más bellos de la historia?

El ruego del titulo tiene que ver con que no nos consideremos a salvo. Las mujeres somos tan responsables, y a veces más, del maltrato y la falta de igualdad para con nuestras congéneres. Somos las primeras en poner a las demás mujeres en escalas de productos a ser consumidos. ¿Nunca pensamos en no salir con amigas a las que consideramos más atractivas? ¿Nunca dijimos “vieja” como un insulto? ¿Nunca pensamos que fulanita está gorda? Es un lenguaje que rara vez aplicamos cuando nos referimos a los hombres.

Todos esos pensamientos tienen la misma raíz, pero si creemos de verdad que el aleteo de una mariposa en Japón puede desatar una tormenta en San Francisco, debemos estar al tanto también de que una mente desequilibrada y salvaje, por “pegar donde más duele”, y por no poder reflexionar porque no tuvo la suerte de que encontrar quien lo guiara, puede terminar matando.

Es probable que hoy esté algo enojada. Les pido perdón, pero quería tocar el tema.

Los abrazo.

Leonor.

domingo, 13 de noviembre de 2011

RESISTIR

Cuando escribí no resistir quería escribir no resistir.

No se equivocaron ustedes al leer ni me equivoque yo al escribir. Es verdad que puede prestarse a confusión, sobre todo porque el término es usado casi como la única posibilidad de lograr las cosas: resistir.

Creo que escribí “no resistir las tormentas” o algo por el estilo. Y es verdad, las tormentas no se pueden resistir: ocurren. Y con lo que ocurre por fuera del marco de nuestra voluntad solo hay una cosa para hacer: fluir.

Y si no, pregúntenle a los navegantes, o a los nadadores. A nadie se le ocurriría resistir. Ellos saben que hay que acompañar el movimiento, que es imposible ir en contra de algo que es más fuerte y que no fue decidido por nosotros.

Hay un dicho que dice: “Lo que se resiste, persiste”. Yo estoy en contra de casi todos los dichos populares. Por ejemplo “más vale malo conocido que bueno por conocer” me parece una aberración de la inteligencia ya que insta a las personas a quedarse quietas, a no buscar, a no arriesgar, a no conocer, pero con el que acabo de mencionar estoy de acuerdo.

Resistir es vivir en tensión física y psíquica. Resisten los ejércitos que pretenden ganar batallas, pero nosotros queremos vivir felices y la felicidad no se logra con resistencia ya que la mayoría de las cosas que nos afectan o nos producen sufrimiento ocurren sin nuestra autorización.

Estoy hablando de las cosas verdaderamente importantes: la vida, la muerte, las enfermedades, el amor o el desamor. Cualquiera de nosotros ha vivido alguna de esas experiencias y sabe que en el momento de la aceptación de lo ocurrido como algo inevitable, ha comenzado la sanación.

Si una pareja me abandonó, o me traicionó y pasa el tiempo y yo sigo con la obsesión de que vuelva o deseando que se le caiga una maceta en la cabeza desde un decimo piso, soy cualquier cosa menos una persona libre, sigo atada a un sentimiento que no deja lugar a una nueva relación o, simplemente, a enterarme de como soy sin una pareja a mi lado. Eso no significa que no llore las pérdidas.

Mi padre murió hace mas de treinta años y todavía se me entristece el corazón cuando lo pienso, y probablemente esto ocurra hasta el ultimo día de mi vida, pero hace tiempo que se que lo que llaman destino es un misterio que me esta vedado. Y lo acepto. Y también lloro a veces. Pero no me resisto.

Fluir es acompañar lo que ocurre en estado de alerta. Un alerta saludable y alegre, pero sobre todo sin esfuerzo, porque de repente hay algo que puedo modificar con mi acción y seria bueno estar despierto para darme cuenta.

Una parte del Evangelio dice: “No resistáis al mal” Y casi todas las religiones y filosofías están de acuerdo.

Víctor Franl dice en el prologo de su libro “El hombre en busca de sentido”: “No aspiren al éxito: cuanto mas aspiren a el y mas lo conviertan en su objetivo, con mayor probabilidad lo perderán. Puesto que el éxito, como la felicidad, no puede conseguirse, debe seguirse...como si fuese el efecto secundario no intencionado de la dedicación personal a algo mayor que uno mismo”.

Los abrazo.

Leonor.

P/D. FLUIR es uno de los libros más interesantes que he leído en mi vida y siempre lo tengo a mano. Su autor es Mihaly Csikszentmihalyi, profesor y decano del departamento de psicología de la universidad de Chicago.

domingo, 6 de noviembre de 2011

LOS OTROS, LA PATRIA, YO

Me gusta empujar el horizonte. Ya lo saben. No estoy diciendo nada que alguien que mas o menos me conozca no sepa.

No logro aceptar que no poder comprar dólares es la noticia del día. Leo los diarios, usualmente me basta con el titulo en letras destacadas y ya puedo inferir el contenido.

Y me invade algo bastante parecido al tedio. El G 20, las próximas elecciones en España, el referéndum de Grecia, la muerte del jefe de las FARC, el encuentro Cristina-Obama, y lo más interesante que me pasa es decir “Aha”, y la pregunta que inmediatamente aparece es “¿Cambiará esto algo de la vida de la gente?”.

E inmediatamente me pregunto si alguien quiere cambiar la vida de la gente y la respuesta es si. Y vuelvo al poema de Borges de la ultima vez y concluyo que cualquiera que acaricie el lomo de un animal dormido o que disculpe una ofensa quiere cambiar la vida de los seres que existen.

Pero no era este el tema al que me quería referir. Mi tema de estos días ha sido la política. Y cuando hablo de “mi tema”, es que hablo de mi tema interno, del continuo reportaje que me hago a mi misma, (lo siento, resabio profesional o tara de famosa no totalmente resuelta) y este tema ha sido la política.

“Te interesa la política, Leonor?”
“Muchísimo.”
“A que partido perteneces?”
“A ninguno.”
“Me parece algo contradictorio”
“Es simple, soy una persona muy política que no pertenece a ningún partido. Me pasa algo parecido con la religión, me considero una persona muy religiosa de ninguna religión”.

Me explico: según los griegos, la polis es la ciudad, el lugar en el que se lleva a cabo la vida en la comunidad, y para que esa vida sea satisfactoria para todos, ese lugar y su cuidado tiene que convertirse en una motivación prioritaria para todos sus habitantes.

Y cuando digo todos quiero decir todos, piensen como piensen. Y resulta que ningún partido en su conjunto se comporta de esa manera. Y entonces tengo un partido imaginario conformado por personas todas pertenecientes a partidos diferentes a las que nunca escuché ofender a otros, y a cambio de eso expresar sus planes e ideas para mejorar las cosas.

Me gustan Norma Morandini, Maria Eugenia Estensoro, Adrian Pérez. Gabriela Michetti, Ernesto Sanz, Liliana Mazzure, Graciela Ocaña, Fabiana Ríos.

A lo mejor los juntamos y mi sueño estalla por el aire y se convierten en una bolsa de gatos porque lo único que tienen en común es que jamás los escuché desvalorizar a otro y mucho menos ser prepotentes para exponer sus ideas.

Y tal vez eso sea demasiado poco para que conformen un grupo político que se ocupe del bienestar de la polis. Sin embargo yo provocaría esa reunión hasta por curiosidad, porque es tal lo gastada que está la practica de la política de la que somos testigos cotidianos, que me gustaría saber qué pasa con un grupo de personas cuyo único nexo es no desjerarquizar al otro, no desvalorizarlo para resaltar el propio valor.

Repito, solo por curiosidad. Y seguramente ustedes pueden agrandar esta lista con aquellas personas de cualquier partido a las que nunca escucharon insultar a un contrincante. Insisto, no hace falta estar de acuerdo.

Y se me ocurrió este pensamiento porque estoy en Paraguay, invitada por mi amigo Arnaldo André y aprovechando para visitar a mi hijo menor que está radicado y trabajando en Asunción desde hace ya tiempo, y una vez mas pienso en el concepto de patria como un invento necesario solo a fin de alimentar divisiones innecesarias.

¿Debo sentirme extranjera en Paraguay?
¿Qué significa ser extranjero?
¿Qué derechos me son quitados y cuales otorgados por haber cruzado una línea que tiene existencia solo en el trazado imaginario de los mapas?

Y no puedo dejar de pensar que el prologo de la Constitución dice que estamos abiertos a todos los hombres de buena voluntad que quieran habitar el suelo Argentino.

¿A todos?
¿Cuáles son los hombres de buena voluntad?
¿Cómo se mide la buena voluntad?
¿Tienen todos los políticos buena voluntad?
¿Somos, cada uno de nosotros, hombres de buena voluntad?

Los abrazo.

Leonor.

P/D. 1) Mi periodista imaginario me preguntó si no era una contradicción ser una persona política y no pertenecer a ningún partido: si, lo es. No está dicho en ninguna parte que no se pueda tener contradicciones.
2) Mi hermana es dibujante de imágenes sagradas. Este fue su regalo de cumpleaños. Me pareció que era una cosa buena compartirlo con ustedes.


3) En algunos provocó angustia una parte del post anterior, precisamente esa en que escribí que tal vez un día se acordarían de alguien que les enseñó que el paso del tiempo no era un castigo. Es probable que esa angustia difusa sea consecuencia de que esa frase, necesariamente, contempla la posibilidad de la no existencia física. Digo...tal vez.
4) Escribo esto y pienso que no todas las noticias me dejan indiferente: leo que ha muerto un hijo de Hugo Moyano y me conmuevo. En ese momento es un hombre que llora la muerte de un hijo. No está reclamando nada, no está haciendo piquetes, no amenaza a nadie. Es un ser humano en estado absoluto de dolor. No estoy de acuerdo en nada con Hugo Moyano, pero eso es otra cosa: señor Moyano, lo acompaño en sentimiento.
5) Es probable que este mensaje sea lo mas parecido a una colcha de retazos que yo haya escrito nunca, pero sepan disculpar, seguramente se deba a que lo ha escrito una extranjera.

domingo, 30 de octubre de 2011

LOS JUSTOS

El haber tenido que adentrarme en Borges para la presentación en DAIN comprometió mi interior de una forma inesperada y no siempre placentera.

Que se entienda esto bien: no busco placer desesperadamente y se, positivamente, que el tránsito por la tormenta es, esencialmente, cuestión de no resistir.

Lo inexcusable es hacerla conciente.

Con esto quiero decir: no quitarle al pensamiento incómodo o doloroso su condición de tal, atravesarlo, transitarlo y, si tienen ganas, hasta expresarlo en voz alta: “Este texto me traslada a aquel instante de mi vida en el que estaba tan mal y del que preferiría no acordarme”.

Pero me acuerdo, y apareció en mi recuerdo aquella persona que me lastimó y a la que tenia olvidada, o la incomodidad de revivir una acción propia de la que no nos sentimos orgullosos y poder decir: “No estuve bien, debería haber sido más generosa, o menos intransigente, o simplemente mas amable”.

Es asombroso el poder mirarse a la cara, como en los infinitos espejos de Borges, meterse en los intrincados laberintos del alma y sentir a esa persona imperfecta que somos y aceptar el camino y sus obstáculos, y poder ver, sin espanto y sin culpa, que muchas veces nos dominan sentimientos abominables y reconocerlos y poder decirnos: “Ya pasaran, y tal vez un día no vuelvan mas, pero si lo hacen, saber que son míos, que viven en mi interior y que tengo que mirarlos de frente porque guardarlos o esconderlos solo retrasan el momento de la aceptación de mi totalidad humana y, por ende, el de disfrutar de la posible felicidad que la vida me tiene reservada.

La felicidad, y en esto don Jorge Luis no tiene nada que ver, es para mi algo parecido a un estado de gracia en el que caben, además de los momentos plenos, las penas, los dolores y las lagrimas. Pero el sentirme en “estado de gracia” hace que cambie la resultante de esas emociones dolorosas y las convierta en necesarias para mi evolución.

Estudiar una materia no es garantía de aprobarla. Claro que las probabilidades aumentan, pero solo eso. La variable azar interviene y no siempre para el lado deseado por mi. El estado de gracia hace que pueda aceptar que lo deseado por mi no siempre era lo que mas me convenía.

¿Qué hacer entonces? Nada. Es una cuestión de fe, de fe racional, pero fe al fin.
Eso, y no otra cosa, es ser justo con uno y con los otros.

Los abrazo.

Leonor.

P/D. Gracias por todos los deseos de feliz cumpleaños. Han dado resultado.
Ojala un día se acuerden, cuando sean tan mayores como yo, que hubo alguien que una vez les dijo que el paso del tiempo es la única posibilidad de acceder a la sabiduría y al verdadero disfrute de la vida. Que no es un castigo ser viejo ni mucho menos un premio ser joven. Son posibilidades: depende de nosotros lo que hagamos con ellas.

Estas son algunas frases de un poema de Borges que se llama Los Justos:

“...Un hombre que cultiva su jardín...
...El que agradece que en la tierra haya música
...El que acaricia a un animal dormido
...El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho.
...El que prefiere que los otros tengan razón.
...Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo”.

domingo, 23 de octubre de 2011

NADA ESTA LEJOS

Termina una semana complicada en todo lo que tuvo que ver con asuntos técnicos, mecánicos, meteorológicos, obligaciones cívicas, y profundamente gratificante en lo que resultó de la solución de cada una de esas dificultades.

Algunas fueron verdaderamente difíciles de sortear, otras muy fáciles pero si tuviera que calificar la semana que acaba de concluir me atrevería a decir que ha sido una de las mejores de los últimos tiempos.

Para ser clara: me siento como si acabara de ganar una carrera de obstáculos.

El martes debía volar a Neuquén para mi presentación del miércoles y se suspendieron todos los vuelos por el tema de las cenizas del volcán. Debo aclarar que me enteré de la suspensión de mi vuelo tomando un café a las once de la noche en una cafetería del aeropuerto.

Inmediatamente me llamaron los organizadores para ofrecerme suspender la función del día siguiente ya que la única posibilidad de llegar a tiempo era un auto, una carretera y doce horas por delante.

Inmediatamente visualicé el esfuerzo de todos los involucrados, la sala llena, la frustración de los actores Neuquinos y dije: ”Que venga a buscarme el auto”, en ningún momento de esas siguientes doce horas lamenté mi decisión.

Sabía que estaba haciendo lo correcto.

El viaje fue largo, tedioso, incómodo, cansador, pero había una razón superior para realizarlo y esa razón no se movió de mi mente durante todo el trayecto. Ni bien llegué ensayamos con los actores y los músicos.

La colaboración de un grupo de personas para la organización fue emocionante.

Perfecta la luz, perfecto el sonido, lograda la emoción de la audiencia con la lectura de las cartas.

No se podía pedir mas. Al día siguiente debía tomar el avión al alba para estar grabando “Herederos...” a las once y media de la mañana.

Dormí cuatro horas, cuatro horas en cuarenta y ocho, y tomé el vuelo que se retrasó en salir. Pero resulta que al llegar a Buenos Aires llamé al productor de Pol-Ka y me dijo: “No te preocupes, un actor no vino y estamos atrasados”.

A esta altura yo tenia una sonrisa interna, que seguramente también era externa, que no se me podía borrar. Las dificultades aparecían y tal como aparecían eran solucionadas por algo ajeno a mi voluntad que me allanaba el camino.

Tuve un ofrecimiento de trabajo que para ser cumplido me exigía faltar dos días a la grabación y a estas alturas la organización está muy complicada para los productores, por lo cual, si hubiera devenido una negativa lo habría comprendido.

Me dijeron que sí.

Y para terminar, una perlita tal vez intrascendente: me tocó votar en una mesa con una larga fila de personas, algunas de las cuales estaban de mal humor y se quejaban de las autoridades de mesa, “que porqué no apuraban, que no les importaba que ellos estuvieran allí de pie”, esas cosas que dicen las personas irreflexivas y algo tontas.

Yo era la ultima de la fila hasta que se acercó una viejecita que caminaba con dificultad apoyándose en un bastón y se puso detrás de mi. Ni bien la vi le dije que pidiera ser atendida ya que estar de pie la cansaba mucho.

Me miró y me dijo: “Se van a enojar”, yo le conteste: “Usted vaya, si se enojan yo diré que estoy de acuerdo”. Empezó a caminar hacia la mesa y de vez en cuando se volvía para mirarme. Yo la animaba cada vez. Llegó, explicó su situación y pudo votar inmediatamente.

Al irse y pasar a mi lado me sonrió y me agradeció con un beso.

Debo confesar que no tengo explicación racional para estas cosas y no quiero caer en la tentación de las interpretaciones psicoanalíticas, ni temas de energías positivas de los que se hace uso y abuso.

Si puedo afirmar que en cada momento mi convicción mas firme era estar viviendo el presente sin divagaciones inútiles de una mente acostumbrada a ellas. Todo era real y mi raciocinio no interfería, no manipulaba, no planeaba, no decidía lo por venir.

Todo sucedía. Pero lo más importante era la ausencia total de miedo. Era saber, en lo más profundo de mi ser, que todo está cerca. Solo hay que atreverse a tomarlo.

Los abrazo.

Leonor.

P/D. 1) Anima: keep in touch. We’ll understand anyway. Thanks for the memory.
2) El 27 es el turno de Borges en DAIN.

domingo, 16 de octubre de 2011

MARIO

La semana pasada estuve en Mendoza, ya se los conté.

Mi participación estaba programada para después de un desfile de modas. No tengo nada en contra de los desfiles de modas siempre y cuando sean un intento de mostrar belleza y armonía. Y esto no tiene nada que ver con costos ni lujos, tiene que ver con la intención de quien diseña. Hay maravillosa ropa que cuesta poco y carísima ropa de pésimo gusto. Todo esto para llegar al punto de que tengo cierto prurito y una leve incomodidad cada vez que tengo que presentarme ante una audiencia que acaba de presenciar un desfile de modas.

De cualquier manera todo fue bien.

El público parecía contento y fui muy bien recibida. Esto me ocurre con frecuencia, debo ser sincera, simplemente acabo de confesar un estado interno que me cuesta vencer.

Presenté mi libro, leí algunos fragmentos, y luego llegó la parte en que el público tiene la posibilidad de hacer preguntas. Un público muy numeroso había seguido muy atentamente mi lectura y la charla posterior. Las preguntas fueron, todas, inteligentes y pensadas. En un momento una voz algo temblorosa que había solicitado el micrófono preguntó: “Leonor, ¿qué tengo que hacer para convertirme en un ser humano adulto?”.

Semejante pregunta no se podía dejar pasar por alto, y caminé por la pasarela hasta la cabecera para encontrarme con un ser especial. Allí me esperaba un ser humano tembloroso pero muy seguro acerca de lo que esperaba de mí. Un muchacho con mirada húmeda de emoción, con evidente síndrome de Down, que me hizo acordar a un cervatillo desvalido, repitió su pregunta.

“¿Cómo te llamas?” le pregunté.

“Mario, y tengo treinta y nueve años, pronto cumpliré cuarenta y quiero saber que tengo que hacer para convertirme en adulto finalmente”.

“Yo creo que no tenes que hacer nada Mario, ya sos una persona, y por lo que intuyo, una persona maravillosa. A mi me parece que la vida nos da a cada uno, un cajón de herramientas, que no son las mismas para todas las personas, pero en ese cajón está lo que necesitamos para construirnos como seres humanos, y nadie sabe quien es mejor que otro, ni por que la vida nos da herramientas distintas a cada uno de nosotros."

"Por lo que veo, vos estas usando muy bien tus recursos, me lo dice tu mirada, me lo dice el haberte atrevido a hacer esa pregunta. Viví como lo estas haciendo hasta ahora, Mario, lo que esta resultando es un ser luminoso para si mismo y para los que lo rodean”.

Le di un beso y volví a mi lugar. Mientras caminaba por la pasarela hasta mi sitio pude escuchar como algunos mocos que caían eran limpiados con pañuelos de papel.

Fue un momento que justificó todo, mi viaje a Mendoza, el cansancio y hasta el desfile de modas.

Si les acabo de contar esto es porque cada vez que me preparo para una de estas presentaciones, mi preocupación mayor es provocar un momento de “vida real”, sin disfraces, sin mentiras, sin presunciones.

Esta vez ocurrió, sin ninguna duda.

Mario, te lo debo.

Espero que el libro que te regalé te entretenga. No creo que te descubra nada importante. Vos lo sabes todo.

Los abrazo.

Leonor.

P/D. 1) El miércoles estaré en Neuquén.
2) Fui a ver “Pina”. Si pueden, no dejen de verla.

sábado, 8 de octubre de 2011

LA VIDA AGRADECIDA

Soy una persona de las que los demás llaman “con suerte”. Según una de mis hermanas tengo un don. Ella dice que yo deseo algo y lo logro.

Estoy en total desacuerdo con ese enunciado. La sensación de mi misma es que soy alguien que trabaja denodadamente, desde que tengo memoria, para lograr aquello que desea.

Fui una niña, la mayor de tres hermanas, que lavaba los platos para que no hubiera discusiones después de comer, especialmente los domingos.

Era una elección: para que no hubiera peleas entre mis hermanas y mi madre, yo levantaba los platos y me dirigía a la cocina. En la adolescencia lavaba y planchaba mis vestidos sin cuestionarme si la tarea correspondía a la persona que ayudaba en mi casa y no había sido realizada.

Ya mayor y con mis hijos nacidos fue siempre una prioridad la tarea cumplida que cuestionar si la persona a quien correspondía hacerla había realizado su labor.

Y hay algo que me gustaría que quede claro: no estoy elogiando mi proceder, de hecho creo que la mayoría de las veces he propiciado algo bastante parecido a un reparto injusto del trabajo. Pero entonces me otorgo el derecho a preguntarme por la existencia de la “suerte” como característica de ciertas vidas, o el trabajo denodado para darle empujones a la misma “suerte” para que se manifieste.

Sea lo que sea que elijamos como rasgo de una vida, de hecho escuchamos constantemente “tal persona tiene mala suerte” o por el contrario “es que ella es alguien con enorme buena suerte”, la pregunta central es si creemos en la magia, en un legado bueno o malo del que es imposible escapar, o estamos dispuestos a arrancarle a la vida todos sus dones y gracias trabajando para convertirnos en esos seres iluminados, o aceptaremos con resignación lo que nosotros mismos denominamos “el destino” y mansamente dejaremos que nos acerque a la felicidad o a la desgracia.

No soy necia, hay situaciones muy difíciles de atravesar: un defecto físico evidente, una minusválida, un rasgo congénito insalvable, la proclividad crónica hacia ciertas enfermedades, hacen que la vida se convierta en un desafío complicado y arduo.

Pero no pongo en el mismo grado de dificultad una ruptura sentimental, una apariencia física no acorde con lo que esta de moda, ganar menos dinero de lo que creemos merecer, soportar el ascenso de alguien que lo merece menos que nosotros, no aprobar un examen para el que estábamos preparados.

Seamos claros: lo que llamamos LA VIDA no es especialmente justa, y mucho menos contempla todos nuestros deseos. Y es a eso a lo que tenemos la obligación de adaptarnos y aceptar, pero después de haber hecho todo lo que estaba a nuestro alcance para lograr nuestros fines.

Como no estoy de acuerdo con dar consejos dado que los consejos parten de una experiencia individual tan especial que es probable que no le sirva a quien la recibe, me limitaré a contarles lo que ha sido, y es, mi vida. Esa vida que le hace decir a mi hermana que soy una persona que tiene un don y a la que todo lo cae del cielo.

Yo trabajo, trabajo, trabajo. Trabajo sabiendo que hay una porción de azar que es inevitable y que se va a meter con mi vida y la va torcer para el lado mas inesperado, con frecuencia, el que menos me gusta.

O sea, trabajo sin garantías. Pero la experiencia me ha enseñado que si las cosas no salen como yo esperaba me siento mucho mejor sabiendo que las instancias que estaban a mi alcance fueron agotadas, en vez de pensar que, por pereza o descreimiento quedo alguna hilacha suelta que logro deshacer toda la trama.

Yo hice todo lo posible. Lo demás es destino.

Los abrazo

Leonor

P/D. Es sábado 8 de octubre. Estoy en San Rafael, Mendoza. Esta noche presentaré mi libro. Hace frio. La gente es amable y agradecida. Me siento muy bien.

domingo, 2 de octubre de 2011

EN DEFENSA DE LA MALA MEMORIA

Soy de las personas que se jactan de tener buena memoria. Desde siempre, desde niña, mi entorno elogió esa condición sin ningún tipo de atenuantes y se me hizo saber que no había ningún tipo de excepción a esa cualidad. Yo había sido dotada de buena memoria y eso me convirtió, desde siempre en la poseedora de una virtud en apariencia irreemplazable.

Solo el tiempo y el contínuo desbrozar del funcionamiento de mi persona sobre el mundo me ha hecho analizar el sentido de la buena memoria y sus posibles resultados.

¿Cuál es el sentido de “tener buena memoria”? ¿Es utilitario? Si, en una profesión como la mía, es, digamos una herramienta por lo menos útil a los fines de aprender un libreto. Pero no mucho más.

Analizando sin anestesia lo que los demás llaman buena memoria he llegado a la conclusión de que son más sus perjuicios que sus beneficios.

En eso que hemos dado en llamar “construcción de una conciencia útil” tanto para uno mismo como para los demás, la buena memoria sirve en realidad, muy poco.

Primero que nada porque es tremendamente subjetiva.

Hagan la prueba: pídanle a un grupo de amigos con los que hayan compartido una experiencia reciente: una salida, una película, una discusión, hasta una noticia de un telediario, y si quieren que la experiencia sea realmente fascinante, pídanle a sus amigos la versión escrita de lo ocurrido y comparen. Les aseguro que tendrán tantas versiones como personas. Algunas disparatadamente diferentes. Y lo mejor de todo es que nadie está mintiendo a sabiendas. Es, simplemente, que la atención de cada uno se centró en detalles que no eran importantes para otros. Nuestra propia historia hace que veamos cosas que otros no ven, o que no consideran importantes. ¡Y claro que podemos aducir “buena memoria”! Sabemos lo que vimos. Pero lo que contamos es la interpretación de lo que vimos.

Y donde es más peligrosa la “buena memoria” es en las relaciones personales: “me miró raro”, “yo no perdono una mentira”, “se fue sin saludar”, “no me prestó...", “no se dio cuenta de que yo estaba en problemas...”, etc., etc., etc.

No es la primera vez que digo esto: mi gran desafío personal, mi guerra interna más desbocada y feroz es aprender a vivir sin certezas, y la buena memoria ha sido una conspiración constante. Ha retrasado el momento del perdón de muchas cosas que me hubieran hecho vivir feliz mucho antes si me hubiera permitido la duda acerca de aquel hecho por el que me sentí agraviada, o incomprendida, o poco amada.

Cada momento de la vida de cada uno de nosotros esta atravesado por subjetividades que lo convierten, como la palabra indica, en lo más alejado de la objetividad. Casi podría decirse que la objetividad no existe.

La buena memoria es una herramienta, como un martillo, o una tenaza. Usémosla cuando haga falta acordarse de una fecha, o de los intervinientes en una batalla histórica, o de quien ganó unas elecciones, pero pongámosla en duda cuando traba un sentimiento o retrasa el momento del perdón.

Y no seré yo la que proponga indefinidamente poner la otra mejilla ante una ofensa o un agravio. Si alguna vez me metí en la jaula de un tigre y me lastimó, lo perdonaré porque es diferente de mí y no manejamos el mismo sistema de pensamiento, pero me mantendré lo más alejada posible de sus garras.

No es fácil lo que propongo. Suerte en la tarea.

Los abrazo

Leonor

P/D. El 27 de octubre leeremos Borges en DAIN.

P/D Fui a ver “El árbol de la vida” la película de Terrence Malick que ganó la Palma de Oro en Cannes 2011. Película difícil aunque imprescindible a mi entender. Me produce placer asistir a lo que está produciendo el espíritu humano.

domingo, 25 de septiembre de 2011

EL VALOR DE LAS COSAS QUE SUCEDEN

¿Se han puesto a pensar alguna vez cuanto gasto implica cada pequeño gesto humano?

Como una manzana, y si pienso en todo lo que tuvo que ocurrir para que esa manzana llegara a estar en mi mano, sin temor a exagerar llego a la conclusión de que para que ocurriera ese momento tuvo que moverse casi todo el universo.

La manzana viene de un árbol que alguna vez plantó alguien. Para que ese árbol creciera y diera frutos tuvo que tener tierra fértil, sol, lluvia y tiempo.

Y alguien recoge el fruto, desecha los que no están bien y un canasto con preciosos frutos rojos atraviesa un campo y los coloca en un camión que los traerá a la ciudad, y viaja, y alguien espera en un mercado, y los acomoda y los lustra.

Y luego voy yo y los compro. Para poder comprarlos tengo que tener dinero y haberlo obtenido con mi trabajo. Un trabajo que, en apariencia, nada tiene que ver con la manzana. Y sin embargo están conectados. Y la manzana nutre mi cuerpo. Mi madre hacía una de las tartas de manzana mas formidables que he probado jamás. Entonces a las manzanas había que sumarle azúcar y harina y trabajo humano…

Salgamos del rubro alimento. Vayamos al cine, y si aplicamos el mismo pensamiento la conclusión es de vértigo. Ya sea que empecemos en el momento en que decidimos ir a ver una película y llamamos a un amigo y ese amigo esta disponible, o por el contrario nos imaginemos el instante en que esa idea convertida en película surgió de las profundidades y desvelos de un cineasta loco, (todos lo son), todo el camino recorrido para que ese momento en que estoy en esa sala oscura exponiendo mi sistema emocional a unas imágenes que me son ofrecidas, todo, absolutamente todo, tiene un valor que no se mide en dinero. No se debe medir en dinero.

Una cosa es el precio y otra, muy distinta, el valor de cada pequeño acto de mi vida.

Hagan la prueba, seriamente, y comprobarán que el dinero es lo ultimo en esa escala de mediciones. Y no seré yo quien diga que el dinero no es importante. Es mas, creo que está en el mismo nivel de importancia de todas las otras cosas porque si no tengo dinero no puedo obtener la manzana y si no hay manzanas no importa todo el dinero que tenga.

Y no quiero seguir con los ejemplos. Esta reflexión pretende hoy que nos detengamos un momento a sentir la verdadera textura de la vida y de dónde viene cada cosa que hacemos y lo que nos proporciona.

Y de cómo sería nuestra vida si estuviéramos impedidos de gozar cada cosa que nos pasa, cada ser que nos ama, cada trabajo que realizamos. Nada es en vano, nada es poco importante. Cada paso que hemos dado hasta hoy en nuestra vida nos ha traído hasta aquí.

Por eso el arrepentimiento de las cosas del pasado es algo estéril. El pasado es perfecto, ya sea que haya sido un sufrimiento o un goce, ha movido engranajes que implicaron casi, casi, a la humanidad. Si mi vida fuera un cuadro no me atrevería a tomar un pincel y retocar la mas mínima pincelada del pasado, ni siquiera las más dolorosas, porque ninguna me garantizaría que el presente sería mejor, o más feliz.

Hagan la prueba: piensen en ustedes desde el momento mismo de la concepción, en sus abuelos, en las ramas familiares que se bifurcan hasta el infinito. Lleguen hasta nuestro antepasado cavernario, ese que se moría de frio porque le tocó nacer antes del fuego. Un rastro imperceptible de el existe en mi ADN. No se cuál es, pero está presente. Y no es mi imaginación, es real.

Yo lo hago cada vez que puedo. Mejor dicho cada vez que me parece que algo no ha salido como lo esperaba, y no me queda mas que contemplar mi vida, y la de todos, con unción y agradecimiento infinito. Porque todo, absolutamente todo lo que me ocurre, pudo no haber ocurrido.

Los abrazo

Leonor

P/D: El martes 27 habrá otro encuentro en DAIN, esta vez para hablar de Nietzsche.
Y el 6 y el 8 de octubre estaré en Mendoza en dos presentaciones.

domingo, 18 de septiembre de 2011

LA BUENA GENTE

Estuve en La Pampa esta semana. Me invitaron a cerrar unas jornadas de trabajo organizadas para reflexionar sobre el rol de las mujeres en la política y en el ámbito social.

Sucedía en dos pueblos pequeños: Toay y Catrilo.

En mapuche significan “claro en el bosque” y “médano truncado”, respectivamente. ¿Se me creerá si digo que me encontré con pueblos de buena gente?

Probablemente no toda la gente de esos pueblos lo sea. Probablemente mi afirmación suene ingenua o poco meditada, pero es que se siente.

Y lo que se siente no puede ser expuesto a la comprobación del método científico que es el que dice que “si un fenómeno puede repetirse y obtener los mismos resultados cada vez que se lo intente entonces es valido”.

No puedo volver a La Pampa a repetir mi experiencia para comprobar si mis sentimientos y sensaciones son las mismas. Tengo una amiga científica que diría que mi afirmación se cae a pedazos apenas enunciada. Tengo otro amigo que afirma que “hay mil maneras de ser un hijo de puta y muy pocas de ser buena gente”.

Este amigo no es científico. Yo estoy de acuerdo con él.

¿Qué hacemos entonces? Todos queremos vivir entre gente buena. ¿Cómo los reconocemos? Todos nos consideramos a nosotros mismos como pertenecientes al grupo de los buenos. ¿Cómo reconocernos? ¿Hay un santo y seña?

Ese es el problema, que estamos entreverados. Estamos entreverados afuera y adentro de nosotros mismos y somos alternativamente buenos y malos sin solución de continuidad. Y utilizo los términos buenos y malos en total conocimiento de su relatividad, y de lo elemental de su significado.

Somos afortunados de que así sea. Eso nos obliga a estar despiertos. Somos como faros que, en su giro, iluminan algunas zonas mientras otras permanecen en las sombras.

“Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores”. ¿Perdonamos a nuestros deudores? ¿Quienes son nuestros deudores? ¿Los que me deben dinero? ¿Los que dejaron de amarme? ¿Los que no son como a mi me gustaría que fueran? ¿Los que me robaron algo? ¿Algo material o algo intangible?

Hace unos días alguien se quedó con algo mío que no le pertenecía. Fue en la calle, de manera violenta, amenazándome. Y me doy cuenta de que me cuesta perdonar. De a ratos lo perdono, de a ratos me descubro deseándole mal, y en ese desearle mal caigo en el agujero negro de mi propia creencia, esto es, que hay un orden, que es esa fuerza que mantiene los planetas en el espacio infinito, esa fuerza que hace brotar las plantas en primavera y dormir los osos en invierno.

Pero esa es mi cabeza entrenada para discernir entre el bien y el mal y elegir los caminos soleados. Pero no debo engañarme, lo primero que apareció, sin mi permiso e intempestivamente, fue un deseo de castigo, de mal para esa persona.

¿Soy mala por eso? Seguramente no. Soy alguien que vive en una “jungla de cemento”, y ya se sabe que en la jungla conviven el riesgo y la belleza y hay que lidiar con ellos.

No somos buena gente por no tener nunca, nunca, un pensamiento oscuro. Somos buena gente porque podemos elegir que hacer con ellos.

Los abrazo

Leonor

lunes, 12 de septiembre de 2011

¿Y SI NUNCA TENEMOS JUSTICIA DE VERDAD?

Tomo la última frase de Master Yoda y me pregunto: ¿y si nunca tenemos justicia de verdad?

¿Qué pasará con mi vida si eso ocurre? ¿viviré esperando? ¿hay un mundo mejor? ¿será este mundo algún día un mundo mejor?

¿Dónde estaré yo para entonces? ¿dónde estará cada uno de ustedes? ¿haré depender la realización de una vida plena y feliz, que es lo que quiero para mi, de algo que no depende de mi?

¿Y que pasa si acepto la imperfección de este mundo, su crueldad, su falta de justicia? ¿qué pasa si acepto la pequeña y a la vez inmensa responsabilidad que me toca? ¿soy de verdad conciente de que mi plenitud, en caso de lograrla, irradia y se expande? ¿seré capaz de manejar mi responsabilidad? ¿por qué lo que puedo hacer siempre me parece lejano e imposible?

¿Puedo paliar la hambruna de Somalia? Evidentemente no. Podré enviar una donación, si me parece bien y si económicamente puedo hacerla, pero no solucionaré el problema de raíz, no está en mi posibilidad humana lograrlo.

¿Pude haber evitado que mataran a Candela? No.

¿Puedo hacer que los encargados de establecer justicia, la ejerzan efectivamente, en su caso y en el caso de todas las Candelas injustamente masacradas? No.

¿Puedo no ejercer violencia, verbal o física, con cada uno de los seres con los que me cruzo cada día de mi vida? Si.

¿Puedo ser generoso con mi tiempo? ¿puedo escuchar las penas de amor de mis amigos? ¿puedo perdonar a mis padres por no ser los padres perfectos con los que yo soñaba? (Los padres nunca los son, lo fueron, ni lo serán. Los padres son los padres que pueden ser. Me incluyo).

¿Puedo mirarme en el espejo y decir “quiero mejorar” a esa persona que se refleja en él? ¿qué quiero mejorar? ¿quiero tener más paciencia? ¿quiero sonreír con más frecuencia? ¿quiero ganar más dinero? ¿quiero ascender en el trabajo? ¿quiero ser mejor alumno? ¿mejor hermano? ¿mejor hijo? ¿quiero ser más flaco? ¿más atractivo? ¿más religioso? ¿menos religioso? ¿qué tengo que hacer para ser más feliz? ¿qué tengo que hacer para que mi paso por este mundo no haya sido en vano? ¿esto significa resignarse? Nada más lejano. ¿Significa aceptación activa? Si.

Tenía ganas de hacerme estas preguntas y las comparto.

Los abrazo

Leonor

P/D. Fernando Savater acuñó un concepto interesante: él dice que estos tiempos requieren una “Individualidad solidaria”. Tal vez tenga razón.

Individualidad en el sentido de esculpirme a mi mismo, de tallar mi conformación psíquica y espiritual. Esto es “hacer foco en mí”, cosa socialmente poco bien vista, y yo agrego ignorantemente mal vista, porque no hay posibilidad de percibir al otro si no tengo la experiencia previa de mi propio conocimiento.

Y luego poder abrirme al mundo y a los otros desde el centro mismo de mi corazón, que es perfecto.

No subestimemos esa posibilidad, parece pequeña pero tiene consecuencias infinitas.

domingo, 4 de septiembre de 2011

EL AZAR Y EL LIBRE ALBEDRIO

Mi vida transcurre, momento a momento, en la exacta intersección de dos calles: Azar con Libre Albedrío.

Es una esquina que no es la misma cada vez. Cambia, de manera no prevista, sin avisarme y, momento a momento, me encuentro en un lugar que no era el planeado por mi: o es con otra persona, o es esa persona pero con otro estado de animo, o llego a la esquina y ha ocurrido un accidente, o el accidente ha ocurrido a cuatro cuadras de allí y no puede llegar la persona con la que me había citado.

Todo el tiempo, absolutamente todo el tiempo, “algo” retoca mis planes y los convierte en “eso” que llamamos “lo que realmente pasa”. A veces tiene destellos de mi plan original, a veces es diametralmente opuesto a mis deseos.

La mala noticia es que va a seguir ocurriendo, siempre, durante toda mi vida.
La buena es que, muchas veces, lo que ocurre es mejor que lo que yo había planeado.

Esta semana ocurrió algo que nadie quería que ocurriera. Todos queríamos que una niña de once años, linda y buena, como todos los niños de once años, volviera a su casa sana y salva. No ocurrió. Es evidente que no todos deseábamos eso. Una ráfaga de violencia insoportable, que de solo ser pensada se convierte en un escalofrío de horror, se coló en nuestra esquina, en la de todos nosotros, y nos puso cara a cara con la salvaje realidad de que el deseo no basta.

Y sin embargo hay que desear.

Tengo que desear amar, tengo que desear ser amada, tengo que desear el fin de los males del mundo. Tengo que desear justicia, de la humana y de la divina. Tengo que convertir mi vida en una sucesión de deseos de bienaventuranza para la humanidad.

Y sin embargo no tengo garantías.

Algo llamado azar se va a meter conmigo. Se meterá por la hendija apenas perceptible de la trama de mi vida y se llevará por delante mis planes, mi agenda y mis certezas.

A veces, muchas veces, para bien.

¿Qué hacer? Tengo que hacer lo que creo que es bueno hacer. Tengo que hacer aquello que pensado como una repetición por todos los seres que habitan este mundo lo haría mas soportable. Tengo que ser con los otros como me gustaría que fueran conmigo, y saber que la respuesta a mi conducta puede no ser la que espero.

Tengo que ser como la caña de bambú agitada por el viento: flexible y dócil en apariencia, fuerte e indomable en realidad, porque el viento puede llevarla hasta tocar el suelo, pero no puede romperla.

Cada uno de nosotros sabe, en lo mas hondo de su corazón, lo que esta bien y lo que esta mal. La sensación de paz interna es el único premio. No hay más. Pero no es poco.

Créanme, en el caso de Candela, no ganaron los malos. Nunca sabremos la razón por la que su pequeña vida tuvo que ser inmolada, ni para que. Aunque se encuentre a los culpables, aunque reciban su castigo, el único castigo que a la justicia humana le esta permitido imponer, esos seres pagaran con la paz de sus almas hasta el fin de sus vidas.

Nadia: lo que hiciste fue precioso nada mas que porque seguiste los dictados de tu corazón, y no es verdad que no sirvió de nada. Nunca sabremos lo que hubiera podido ser si en vez de….. hubiera ocurrido…. (llenar los puntos con lo que cada uno crea), lo que si puedo asegurarte es que te habrías sentido mucho peor si no lo hubieras hecho.

Los abrazo

Leonor

P/D. Muy pronto tendrán noticias de la escuela. Ya a esta altura puedo asegurarles que tendremos varias reuniones antes de que termine el año.

lunes, 29 de agosto de 2011

LA GENTE, LA HUMANIDAD, EL MUNDO

Cuando decimos “la gente”, ¿nos incluimos? ¿Quien es “la gente”? ¿Son los otros? Cuando decimos, ¿viste como esta la gente? ¿De quien hablamos? ¡Están todos locos! ¡El mundo esta violento! ¡La humanidad esta cada día peor! ¿Quien es la humanidad? ¿Es el Director del Fondo Monetario Internacional teniendo sexo con una camarera en un hotel de New York? ¿Es un desequilibrado noruego navegando hasta una isla para matar a cien personas? ¿Son los asesinos de dos turistas francesas, violadas y masacradas? ¿La humanidad se llevo a una niña de 11 años de la esquina de su casa en el barrio de Hurlingham? ¿Es una mujer policía amamantando a una recién nacida? ¿Es la humanidad la que da comida y abrigo a la gente sin techo en las noches frías de Buenos Aires? ¿Son los maestros de escuelas carenciadas que dan de comer a sus alumnos excediendo ampliamente las funciones para las que les pagan, “la gente”? ¿Donde nos colocamos nosotros? ¿En que casillero esta la etiqueta con mi nombre? ¿En la de los “buenos”? ¿De que soy responsable? ¿Por que acción mía el mundo podría ser mejor o peor? ¿Es difícil determinarlo? ¿Es fácil?.

Tiendo, natural y fácilmente a colocarme entre los buenos. Los malos son los otros.

¿Como logro convertirme en un individuo, (individuo viene de individual, entero, indivisible, singular), respetable y respetado, con una vida personal satisfactoria, y a la vez ser un ser solidario para con mis semejantes?.

Si el afuera es amenazante la tentación será tener un grupo de amigos y cercar mi casa, y pedir custodia, y blindar mi auto, y tener un arma, y siguen las firmas. ¿Qué hacer? ¿Como enfrentar esta dura realidad sin negar que pertenezco a ella, porque pertenezco a ella, verdad? y deseando, sin embargo ¿modificarla?.

Estuve en el desierto una vez, en el Sahara, y hablé con unos beduinos y tomé te con ellos, un te con un sabor muy fuerte y con unos bollos extremadamente dulces que neutralizaban el gusto del brebaje.

El que era probablemente el más viejo del grupo dijo en un momento que no teníamos verdadera consciencia del valor de las pequeñas acciones. Que cada minúscula acción realizada por el más nimio de los hombres producía una reverberancia en todo el universo, que si fuéramos conscientes de eso seríamos más cuidadosos hasta con nuestros pensamientos.

Le pedí que se explayara y lo único que hizo fue tomar un puñado de arena y lo dejo caer en una lluvia fina hasta que quedó un solo grano de arena en la palma de su mano.

Era casi imposible percibirlo por lo que tomó mi mano y me obligo a tocar su palma con la yema de mi dedo. Efectivamente había en ella un grano de arena.

¿Ves - me dijo- este grano de arena que le he quitado al desierto?

Esto hace que no sea el mismo desierto. Aunque nadie lo note, aunque a simple vista nada ha cambiado, el desierto no es el mismo: le falta este grano de arena que está en la palma de mi mano. Tomó la mía, puso el grano de arena en ella y me obligó a cerrarla.

Guardala, me dijo, tienes en tus manos la posibilidad de cambiar el universo.

No conservo el grano de arena. Conservo en mi estructura molecular humana la enseñanza.

Soy parte de la humanidad, de su aborrecible realidad y de toda su nobleza. Pero por sobre todo conservo en mi la posibilidad de cambiar mi realidad, que nunca es mía sola.

No hay acto humano que no modifique el todo. La sola idea es abismal y no tiene nada de mística o esotérica. La física cuántica dice que el observador modifica lo observado. Que mi sola presencia es factor de modificación del más simple o el más complejo de los experimentos. Mi sola presencia…

Quiero ser presencia. Presencia consciente. Me basta con eso.
Que el universo se haga cargo del resto.

Los abrazo
Leonor

P/D. Una pista: creo que la búsqueda de la libertad individual para formar parte del destino colectivo, sin esquivarle el cuerpo a la basura que se acumula en las esquinas de las grandes ciudades y que otros seres humanos juntan y desbrozan, nos hacen formar parte de la “Humanidad”. Y el pensar. Pensar sin condicionamientos, o con los menos posibles. Y no ser indiferentes. Dejarnos impregnar. Aunque no podamos hacer nada.

La indiferencia, mata.

lunes, 22 de agosto de 2011

NO JUZGAR

Ayer domingo, jugueteando con el control remoto, me encuentro con una película empezada pero me quedo porque esta protagonizada por dos magnificas actrices, Diane Keaton y Jennifer Jason Leigh.

Suele pasarme, manía profesional tal vez, miro actuaciones independientemente de las virtudes de la película en su totalidad.

Resumen muy somero: una de ellas está presa y condenada a muerte por un asesinato cometido en total estado de influencia de las drogas, la otra ha perdido un hijo adolescente en un accidente de carretera en la que el autor, autora en ese caso, se dio a la fuga. La mujer mayor comienza, sin saber bien por qué, a visitar a la más joven en la cárcel y se hacen amigas en medio de una situación absolutamente hostil y con el mundo en contra.

Pero la escena que me pareció de una sabiduría poco frecuente, merito de los guionistas indudablemente, fue una en la que la joven cuenta como su madre compartió las drogas con ella desde que era casi una niña y le exigía armar correctamente los cigarrillos de marihuana: ”Hagas lo que hagas, hazlo bien”, le decía, ante el horror de la más grande que empezó a reprocharle la conducta de su madre diciéndole que no la había cuidado bien, que si lo hubiera hecho, tal vez ella no se encontraría en el corredor de la muerte.

La joven contesta con un ataque de furia incontrolable diciéndole que su madre HIZO LO QUE CREYO MEJOR, QUE NO SABIA HACER OTRA COSA Y QUE LE PROHIBIA OPINAR ACERCA DE SU MADRE SIN HABERLA CONOCIDO Y, SOBRE TODO, SIN CONOCER SU HISTORIA Y LA RAZON POR LA QUE HABIA LLEGADO HASTA ALLI.

De hecho la película cuenta que esa madre murió muy joven, victima de lo mismo que había generado. La amistad ente las dos continua hasta que la joven es ejecutada.

Corría el año 1998 y hay un flash documental del presidente Bush en persona denegando la gracia de postergar la pena, con nombre y apellido real de la acusada.

A Diane Keaton le es negada la posibilidad de presenciar la ejecución dado que no es familiar directo y se ve obligada a permanecer en la puerta de la prisión entre los grupos que blandían carteles tanto pidiendo clemencia como que ardiera en el infierno para siempre. Era Texas, el estado que más ejecuciones ha cometido y comete, y corría el año 1998. Ayer nomas. Me quede a ver los títulos de la película para ver en que año había sido filmada: 2001.

Y si traigo esto como tema es porque creo que es un desafío enorme no juzgar. No me interesan nada las posturas a favor o en contra de la pena de muerte, y tengo, por supuesto opinión formada al respecto.

Pero la verdad desnuda es que desconozco las razones de los otros, no alcanzo las verdaderas razones de sus conductas, algunas de las cuales me son favorables y otras no.

No juzgar no quiere decir estar de acuerdo.

Estoy hablando de algo más profundo que la implementación de las leyes. Hay todo un entramado legal que se ocupa de eso. Uno de los poderes del estado tiene como tarea implementar justicia y eso incluye que los delitos sean castigados y los inocentes salvados. Porque debe ser así. Porque debe haber un orden que asegure el buen funcionamiento de los grupos humanos en esto que hemos formado que se llaman sociedades para que podamos vivir medianamente bien y para que los malos entendidos sean los menos posibles.

Hablo de que no conozco las vidas, las historias ni el alma de los otros con cuyas conductas no concuerdo. Me son ajenos. No puedo atribuirles intenciones porque se me escapan. Porque no me basta la psicología y sus interpretaciones estáticas. Me es insuficiente la religión, y se me queda corta la fisiología.

Por lo que se, “No juzgar” no está entre los diez mandamientos del Cristianismo, ni entre los Derechos Humanos. Desconozco si está en otros códigos religiosos o morales. Tiendo a creer que no.

Pero no puedo evitar proponerles el ejercicio del “no juicio”. No es fácil porque tiende a confundirse con la aceptación, pero cuando estamos solos y no tenemos que dar cuentas a nadie de nuestras opiniones ni pensamientos, pongámonos por un momento en el escenario del más salvaje de los crímenes, o simplemente del fin de una historia de amor, y aceptemos que no conocemos las razones del otro.

Lo único que nos queda, después de un concienzudo análisis es concluir que “en esa circunstancia yo no me hubiera comportado igual”. Ese espejo deformante en el que no me gusta mirarme puede convertirse, en virtud de una observación sin juicio, en un lago placido en el que mi reflejo sea el de un ser en paz y contento de si mismo.

Los abrazo

Leonor

P/d: La presentación del libro de Patricia Faur es el 1 de septiembre en El Ateneo de la calle Santa Fe y Callao a las 19 hs.

domingo, 14 de agosto de 2011

LOS SERES QUERIDOS

En una reunión de amigos hablábamos de las palabras. De la construcción de una frase como expresión de una idea. De la necesidad de ser exacto y específico para que al otro le llegue con claridad lo que quise decir, sin dejar lugar para interpretaciones subjetivas.

No pude evitar ser objeto de bromas ya que todos conocen mi obsesión por el correcto uso del lenguaje. En serio, creo que nos evitaríamos muchos problemas si dijéramos lo que realmente queremos decir, especialmente en el terreno de los sentimientos.

Y en el medio del fragor de la batalla lingüística e ideológica se colaron las “frases hechas”. Las que usamos cotidianamente sin detenernos a reflexionar sobre su verdadero significado, y sin saber con claridad si son verdad o mentira.

Una de esas frases hechas es “mis seres queridos”

¿Qué queremos decir cuando decimos “mis seres queridos”? ¿A quién o quienes nos referimos? Y resulta que lo primero que apareció en la mente de la mayoría fue la familia, los padres, los hijos, los hermanos. Luego se amplió a los amigos cercanos, alguien dijo “mi perro”, lo que me pareció inobjetable. Pero luego nos empantanamos ya que se tornó imprescindible establecer un código común, resignificar la frase para que la discusión tuviera algo de seriedad.

¿Qué queremos decir cuando decimos que un ser es “querido”? ¿Que lo deseamos? ¿Que lo necesitamos? ¿Que quiero tenerlo cerca? ¿Que es bueno conmigo? ¿Que me hace bien? PELIGRO!!!!!

Yo propuse una definición que fue aceptada: me doy cuenta de que un ser es querido cuando deseo su bien, cuando anhelo que le vaya bien en la vida, que sea feliz, que cumpla sus propósitos, aunque eso signifique que no estará cerca, que no lo veré cada vez que lo desee. Y como soy algo extrema en mis manifestaciones agregué: “aunque no sepa mucho de esa persona”. Y tuve que explicar: resulta que guardo mi auto en un parking, siempre el mismo, en el que hay varios turnos de personas que lo atienden. Uno de ellos, un paraguayo llamado Juan es extremadamente amable conmigo. Hace un tiempo empezó a contarme acerca de su familia. Otra vez, y como llevaba varios días sin verlo, pregunté por el y me contestaron que vive en un barrio de los llamados inseguros y que había tenido un incidente con un vecino, en fin, los detalles no importan. Lo que importa es que a mi me importó lo que había pasado con Juan, y sentí un enorme alivio y una gran alegría cuando volvió a cubrir el turno que le correspondía en el garaje. Me contó lo ocurrido, charlamos, me dijo que estaba mejor su salud, que su esposa estaba preocupada. Un día en que compraba algo para comer durante el viaje al trabajo me encontré comprando también para Juan. Se puso muy contento. Desde entonces, cada vez que entro o salgo del parking durante su turno, hablamos unas palabras, unas pocas, las suficientes como para saber que estamos bien y que nos da alegría vernos. Tal vez algún día yo me mude de casa, tal vez Juan cambie de trabajo. Tal vez no volvamos a vernos. No se donde vive, no tengo su teléfono ni él el mío. Es solo que siento que ese ser humano me importa y que le deseo todas las venturas. No somos lo que se dice “amigos”. No se me ocurriría invitarlo a mi casa, no me invitaría él a la suya, no tomaríamos algo en un café, no pienso en él, y mañana podría dejar de verlo para siempre.

Si eso ocurriera, sé positivamente que no sentiría nostalgia, pero sé, también positivamente, que si alguien me contara alguna vez que Juan esta bien, se me dibujaría una sonrisa, celebraría la noticia y seguiría con mi vida.

Juan es hoy para mi, uno de mis “seres queridos”.

Los abrazo

Leonor

P/D. Tengamos seres queridos. Nos alegran la vida. No nos pertenecen ni les pertenecemos. Pero durante ese chispazo que dura su presencia, somos mejores y más felices.

lunes, 8 de agosto de 2011

¿QUIEN ES EL ASESINO?

Soy consumidora de series policiales. En especial de las que están protagonizadas por un grupo que se basa en el estudio del comportamiento humano para descubrir al asesino. Porque resulta que los asesinos tienen comportamientos totalmente normales en apariencia, y esa es la razón por la que los descubren, porque esa aparente normalidad comienza a ser “demasiado normal” y eso, a los ojos de los sabuesos entrenados, los convierte automáticamente en sospechosos.

¿Que alguien no falta nunca, pero nunca, al trabajo o a la universidad?
¿Que una pareja es tan pero tan feliz que nunca discute ni pelea y mucho menos un portazo o una noche fuera de casa?
¿Que un niño trae siempre la tarea realizada, siempre los deberes, no desobedece, no pelea con sus compañeros, acata las ordenes de la maestra, no cuestiona?
¿Que una mujer no sale de casa excepto para hacer las compras? ¿Saluda educadamente a los vecinos pero no se detiene a conversar?
¿Que un hombre es tan pero tan simpático que jamás esta de mal humor? ¿Ayuda a los vecinos, auxilia a los viejitos, esta impecablemente vestido, nadie sabe de que trabaja y llega siempre a la misma hora?

Todos son datos que sirven para descubrir a un asesino, generalmente serial, si se tiene la habilidad de ir de lo general a lo particular.

Con la ayuda de una especie de genio con las computadoras, que todos lo equipos de las series televisivas tienen y son, usualmente, el chico o la chica raros del grupo, casi siempre ex hackers con habilidades extraordinarias, el grupo operativo, o sea, el que está en contacto con la sangre y los cadáveres, envía preguntas generales del tipo de: ¿Cuantos médicos especialistas en pulmones hay en California?

Una vez obtenido el dato, abrumador por lo alto de la cifra, se agrega otro: ¿Cuantos de ellos divorciados? ¿Cuantos con hijos en edad escolar? ¿Cuantos de ellos miden 1.80 mts? ¿Cuantos salieron del país? ¿Viudos? ¿Con entradas en prisión? ¿Con multas de transito? ¿Con un auto verde?

Mientras el genio maneja la computadora con una velocidad imposible, ingresando datos y sacando conclusiones en milésimas de segundos, el grupo “de calle” deduce que el niño cumplidor o la esposa demasiado ordenada puede ser indicador de un padre/esposo maltratador y sádico. Y avanzan de lo general a lo particular hasta que el hacker logra un rostro y unos datos en la pantalla y grita “Bingo!” Y tenemos al asesino al que hay que atrapar con la premura que exige el genero porque en ese preciso momento está a punto de cometer el crimen numero dieciséis.

La Postdata numero diez de mi mensaje anterior tenia una pequeña trampa, y era obligarlos a pensar en ustedes como seres únicos e irrepetibles, que lo son, y encontrar todos esos datos que solo nos pertenecen a cada uno de nosotros. La edad, el estado civil, lo que estudiamos o en lo que trabajamos, son datos tan generales que, tenidos en cuenta, nos hacen formar parte de una multitud casi indiscriminada.

Tenemos que obligarnos a cargar la computadora con datos tan personales e íntimos, tan particulares como las impresiones digitales o nuestro ADN, pero estos datos no son visibles a simple vista y no figuran en nuestros documentos.

La tarea es ardua porque somos nuestro operador, nuestra computadora, nuestro propio hacker, y nuestro asesino.

Tal vez la máxima aspiración de nuestro recorrido debería ser convertirnos en piratas informáticos del destino. Los piratas informáticos buscan, persiguen, rastrean, husmean, espían, roban, lo que no tiene nada de malo puesto en términos de búsqueda interna, mejoramiento espiritual, deseo de elevación, y libertad personal.

Es probable que lo que nos defina y particularice sean nuestros sueños. Aquello inconfesable que puebla nuestras vigilias, eso que nos hace sentir como niños persiguiendo pompas de jabón. A veces, cuando estallan, adentro está el castillo, a veces descubrimos que estaban vacías. Pero mientras corrimos tras ellas, deslumbrados por como brillaban al sol y con el viento en la cara, fue hermoso.

Por eso es más importante el camino que el punto de llegada. Eso que le llaman el momento a momento. La textura cotidiana de la vida.

Los abrazo

Leonor

lunes, 1 de agosto de 2011

POST-DATAS

1) Los zapatos fueron usados como metáfora. Cualquier cosa que nos impida el paso es un zapato con el que no se puede caminar. Soy la persona menos indicada para hablar de zapatos incómodos aunque hermosos. Efectivamente son, muchos de ellos, un acto de exquisita creación. En mi caso, si me buscan en un auto para salir una noche puedo ponerme zapatos imposibles. Si voy caminando necesito velocidad y comodidad.

2) No podes ser cirujana porque sos mujer es el equivalente de un vestido que me queda chico.

3) Una verdad es que somos biológicamente diferentes: un hijo le cuesta a una mujer, físicamente hablando, casi dos años de su vida. Los hombres son muy superiores en fuerza y resistencia. Suelen ser, también, menos manejables por las emociones y tienen, en general, mayor poder de concentración. Las mujeres podemos diversificar nuestra atención y realizar varias tareas a la vez. Podemos y debemos exigir ser iguales ante la ley y como sujetos políticos.

4) El sábado estuve en la escuela de Bruna con sus compañeros y maestros. Fui recibida con cuidado y calidez. Viví la experiencia de sentirme útil. Fue uno de esos momentos de la vida en los que se agradece haber vivido y tener la capacidad de transmitir conocimientos adquiridos. Creo que hay pocas cosas mas gratificantes para mi que ser un canal orientador para las generaciones que vienen detrás.

5) Claro que me gustaron los regalos Claudia! Especialmente ese libro hecho a mano y con inocultable amor y dedicación.

6) Un aplauso para Claudio: fue el único hombre que opinó en el tema zapatos.

7) Ya encontré el lugar para comenzar a dar las clases. Cuando tenga todo más organizado les cuento.

8) El 5 de agosto voy a leer unos textos de James Joyce en Dain Usina Cultural y el 1 de septiembre presentaré el libro “Estrés conyugal” de Patricia Faur en la librería El Ateneo. Les cuento esto porque pienso que son cosas que valen la pena.

9) Estoy leyendo “Al sur de la frontera, al oeste del sol” de Haruki Murakami. Es delicioso.

10) ¿Se animan a contar lo esencial de cada uno de ustedes? ¿Quienes son? ¿Qué esperan de la vida? ¿Qué penas tienen? ¿Qué hacen para que la vida les otorgue lo que esperan? Pueden no querer hacerlo y estará bien. Siempre lo que ocurre está bien para mi. Me consta que es un pensamiento que no es sencillo compartir pero es la realidad. Lo que ocurre es lo mejor que podía ocurrir simplemente porque es lo que ocurrió, y las coordenadas de la realidad en su totalidad, a nosotros humanos, se nos escapan.

Los abrazo

Leonor

lunes, 25 de julio de 2011

ESTOS PIES FUERON HECHOS PARA CAMINAR


Vamos a hablar en serio. No porque no lo hayamos hecho hasta ahora. Digo hablar en serio porque avanza, una vez mas, una solapada misoginia disimulada en el diseño, la moda y en nombre de una pretendida belleza cuyo único fin, aunque sus autores no lo perciban concientemente, es detener a las mujeres. Y eso, sin lugar a dudas, es serio.

Pido, con cuidado y sencillez, que cada uno deje sus pensamientos y posturas acerca del tema “mujeres”, por un rato nada mas. El tiempo que lleve leer esto y observar con detenimiento las imágenes que lo ilustran y luego, si lo decide, vuelva a su posición anterior. Es licito y legitimo hacerlo.

Los que me conocen saben de mi reticencia a declararme “feminista”, saben que no estoy de acuerdo con un movimiento que olvida a las mujeres africanas con el pretexto del “relativismo cultural”, y permite que la mutilación genital siga practicándose sin ningún tipo de freno. Pero defiendo la causa de las mujeres con el mismo vigor con que defiendo cualquier clase de minoría de las que conforman la humanidad: gays, lesbianas, negros, judíos, gitanos. Con el agravante de que las mujeres son mayoría estadísticamente hablando.

Y voy al tema: caminar, avanzar, correr, moverse, adelantarse, son términos que tienen significado real y metafórico. Una persona, hombre o mujer, avanza no solo cuando pone un pie delante del otro para trasladarse. Decimos que avanza cuando evoluciona, cuando camina decididamente hacia su destino, cuando quiere ser mejor persona. Cuando alguien, aunque tenga ya un lugar ganado, busca mas conocimiento, mas instrucción, mas formas de expresarse, decimos que “no se detiene”.

Ahora, como caminar con esos zapatos que nos muestran orgullosos los diseñadores de la llamada vanguardia de la moda es imposible, debería darse, pero al revés, una rebelión como la que propuso Coco Chanel a principios del siglo XX cuando advirtió que las mujeres no podrían realizar los nuevos roles que les asignaba la historia con esos corseletes que les impedían respirar y esos pollerones con los que no era posible caminar por las calles. Y mucho menos ir a las fabricas a trabajar. Y fue aceptada la falda corta, el pelo corto y los pantalones. Personalmente pienso que Coco Chanel fue una de las mas espectaculares impulsoras de la libertad femenina.


A las chinas de clases altas les quebraban los pies porque su bamboleo al caminar las hacia atractivas a los ojos de los hombres. Estaba claro que no podían escaparse ni correr.

A las de clases bajas les evitaban esa tortura: ellas tenían que trabajar los arrozales.

Esa costumbre se extendió hasta 1957.


Los tiempos han cambiado pero de tanto en tanto aparecen atisbos de algo que podría traducirse como una cierta molestia por los lugares que vienen ocupando las mujeres. Todo esto es sentido como una amenaza sin advertir que en el mundo hay sitio para todos. Eso si, si todos nos percatamos de la existencia del otro y le hacemos un lugar.

Es probable que, como todo movimiento que quiere cambios, las mujeres hayamos caído en excesos. Yo confieso que no sabría que proponer para solucionar esto si ocupara un puesto de alto mando. Pero observo y me doy cuenta de que hoy EEUU tiene un presidente negro por primera vez en su historia porque lo apoyaron los blancos, que los gays lograron las leyes que querían porque las promovieron los heterosexuales, que Daniel Baremboin con una orquesta formada por chicos palestinos e israelíes esta logrando mas por la paz en ese lugar del mundo que todas las reuniones de políticos.


Es hora de reconocer que necesitamos el apoyo de los hombres si queremos, efectivamente, no ser objetos de consumo sino personas libres. Pero tenemos que empezar por nosotras e intentar una manera de ser que, en vez de recitar la igualdad “sea” un exponente de esa igualdad.
Con paciencia, inteligencia y compasión.
Cuando un hombre no le da el asiento a una mujer embarazada no es que sea un cretino, es que nadie le ha dicho, su madre debería haberlo hecho, que esa mujer lleva dentro de si el futuro de todos nosotros, y que es una carga muy pesada, literal y metafóricamente.
Y que ese hijo no le pertenece a ella.
Finalmente, todos somos hijos de todos.

Los abrazo

Leonor


P/D. 1) Cuando escribo acerca de ciertos temas, no pretendo que el resultado sea salir a la calle y decir “que barbaridad, como esta el mundo”!. Lo que espero es que nos transformemos a nosotros mismos y que, silenciosamente, “seamos” eso que les reclamamos a los otros.
No conozco otra manera de cambiar las cosas.

P/D. 2) Gracias a Maria Laura Álvarez, Victoria Benedetto y Christian Lancestremere, que trabajaron para que este tema estuviera tan maravillosamente ilustrado

domingo, 17 de julio de 2011

LA EXCEPCION Y LA REGLA

Entro a un local de Farmacity el sábado pasado acompañando a una tía mayor que manifestaba sentir que tenía la presión alta.

Pido que se la tomen y ante mi asombro la respuesta fue: “No tomamos la presión los sábados”.

¿Cómo fue que se tomo esa decisión? ¿Se reunió la comisión directiva de Farmacity y por unanimidad decretó “No tomaremos la presión los sábados”?.

Trato de imaginarme ese momento y se me ocurren respuestas disparatadas que, puestas en un guion, resultarían cómicas: “A la gente no le sube, o le baja, la presión los sábados”, o “Los sábados no pondremos personal especializado”, o sea que una farmacia que basa su publicidad en que esta abierta 24 horas no cumple ese servicio las 24 horas.

Después de lograr que, en una guardia hospitalaria, le tomaran la presión a mi tía, que afortunadamente estaba en valores normales, decidí invitarla a tomar un te.

Entramos a un lugar al que yo concurría con frecuencia, y hablo en pasado porque no volveré allí, y como mi tía tiene problemas de visión me pidió que nos sentáramos cerca de una ventana. Las mesas que están pegadas a las ventanas en ese lugar son para cuatro personas. La senté a ella y me dirigí al mostrador para hablar con alguien que estuviera a cargo.

Inmediatamente me preguntó cuantas personas íbamos a ser, le contesté que dos. Me dijo que esas mesas eran para cuatro, a lo que yo contesté que ya lo sabía, que, en realidad, estaba pidiendo una excepción ya que mi tía necesitaba luz para ver mejor y que la cercanía de la ventana le facilitaba la visión.

Con un automatismo realmente llamativo la empleada empezó a contestarme que “la norma de la casa era...”.

Tuve la misma sensación que tengo cuando no logro hablar por teléfono con un ser humano y me pasan de contestador en contestador innumerables veces siempre con voces grabadas de antemano. Sin contestarle empecé a caminar hacia la mesa para recoger a mi tía, ya cómodamente instalada, e irnos de allí lo antes posible.

La empleada, al ver que su recitado de la norma no había dado resultado, corrió detrás de mí y me dijo muy excitada que si quería podíamos permanecer en esa mesa pero que si venían cuatro personas deberíamos cambiarnos a otra de dos.

Seguí sin contestar y ya estábamos casi en la salida cuando me alcanzó el dueño para decirme que “por ser yo” podía quedarme en la mesa de cuatro. Rompiendo mi mutismo le dije que apreciaba su deferencia pero que no quería ninguna excepción “por ser yo”, que me parecía que era imprescindible que quien establece una norma supiera cuando debe hacer una excepción. Por humanidad nada más.

¡Oh! ¡La humanidad!

Hay un cumplimiento de las leyes, las normas y las reglas, imprescindibles para que se lleve a cabo la vida en comunidad. Hay reglas y normas que establecemos para la vida personal y para que la convivencia con nuestros seres más queridos y cercanos resulte posible. Y tenemos que tener muy claro cuando el infringir la norma es lo que hay que hacer, cuando lo que “no se hace” se convierte, por un momento, en lo correcto, cuando lo que está mal, pasa en un instante a ser lo que está bien, para volver luego al orden normal de las cosas.

Para poder decidir eso es para lo que nos convertimos en seres racionales y pensantes con una clara idea de cual es la prioridad momento a momento.

Nuestro esquema ético y moral nos exige manejar la excepción, y en un mundo tan cambiante y tan sujeto a intereses “no humanos”, saber que corremos el riesgo de no acompañar a la mayoría en un momento dado porque nuestro “imperativo categórico” nos remite al mandato ancestral, intacto afortunadamente en la mayoría de nosotros, que nos dice que hay un “otro” en estado de necesidad y que es, en ese momento y lugar, una obligación romper la norma.

Los abrazo

Leonor

domingo, 10 de julio de 2011

LOS MALOS PENSAMIENTOS

Mi infancia, mi educación primaria, transcurrió en el colegio de monjas más prestigioso de mi Paraná natal, y el concepto “malos pensamientos” formó parte indisoluble del diccionario formativo de mis primeros años. Y se refería pura y exclusivamente al orden de lo sexual.

Si en el rito de la confesión, detestado por mi, se hacía alusión a los malos pensamientos, el cura ni siquiera preguntaba de qué se trataba, se limitaba a establecer la penitencia y seguir adelante. El mal pensamiento en cuestión era el deseo de encontrarme a la vuelta de la esquina con un chico que me gustaba y que tomara mi mano entre las suyas. Algunos años mas tarde vendrían los deseos de besos y caricias. Y solo eso. Para entonces el colegio de las monjas había pasado a la historia y no había nada que confesar.

Pero el concepto “malos pensamientos” siguió rondándome siempre como algo que tenía que ser resuelto con madurez y sin prejuicios.

¡Claro que existen los malos pensamientos! ¡Pero no tienen nada que ver con el sexo!

No solo eso, es muy raro que un pensamiento sexual se encuadre dentro de esa definición. Francamente no concibo qué características debería tener un pensamiento sexual para convertirse en un “mal pensamiento”. Y como no voy a entrar en la categoría de los delitos, sigo sin encontrar un pensamiento relacionado con el sexo que merezca tal denominación.

Pasado el tiempo y ya habituada a esta costumbre de despanzurrar mi actividad mental hasta la exasperación, he llegado a la conclusión de que “malos pensamientos” son todos aquellos que mi mente inventa en sus ratos enfermizos y que se convierten en un obstáculo para mi realización como persona.

Malos pensamientos son:

Cualquier pensamiento obsesivo.
Fulano tiene un reconocimiento que no se merece.
Tengo mala suerte.
No soy lo suficientemente bueno.
Soy demasiado mayor.
Estoy gorda.
El, o ella, mira demasiado a otras personas.
Quiero ser su único objeto de deseo.
Tengo celos de su pasado.
Si hubiera nacido en otro país me iría mejor.
Si hubiera nacido en otra época me iría mejor.
Si hubiera tenido mejores padres.
Si fuera mayor de lo que soy.
Si fuera mas joven de lo que soy.
Es demasiado tarde para emprender eso.
Cuando tenga más dinero….
Cuando este problema pase dejaré de fumar (o de comer en exceso, o de drogarme, o de beber).
Es fácil hablar de solidaridad cuando no te falta nada.
Si él, o ella, no me hubieran abandonado…
Si no le hubiera dicho…
Si no me hubiera hecho…
Mi problema son los demás que no me entienden.


Cada uno puede tachar de la lista lo que no corresponda, o completarla según su caso. Cada uno de nosotros sabe cuales son sus “malos pensamientos”.

Les dejo una pista: un mal pensamiento es el que me detiene, me inmoviliza, me paraliza, me convierte en víctima y me impide adueñarme de mi vida y mi destino.

Un “buen pensamiento” sería: bueno, aquí estamos, esta es mi vida, no me gusta el punto en el que estoy ahora, pero yo solo llegué hasta aquí, con mi historia y mis circunstancias, y puedo cambiar, mirando de frente el camino recorrido, sin lamentar el pasado pero tomando enseñanza de él, y aceptando, esto es fundamental, que el error es parte de la andadura humana, y que vamos a seguir equivocándonos, pero que eso no es motivo para no intentar.

El arrepentimiento es una trampa. La confesión una trampa mayor. Soy mi único testigo y el único responsable ante mi conciencia inexorable.

Y me merezco la felicidad.

Los abrazo

Leonor