lunes, 9 de julio de 2012

AUTOBIOGRAFIA


Leo lo escrito ayer y vuelve ese leve pero molesto sentir de estar dictando cátedra de vida, y pienso que esa no soy la verdadera yo. La verdadera yo se está construyendo. Y es entonces que decido, con esa fuerza inusitada, que carece de duda y que solo yo conozco, pero que es la que me indica el camino a tomar en cada momento, que debo dedicarme a esa construcción y otorgarme el derecho a cambiar de opinión respecto de mi, de lo bueno y de lo malo, de lo terrenal y lo divino, y aplicar la subjetividad a todas las cosas de esta existencia.

Que tengo que ser relativa y rechazar la búsqueda de lo absoluto. Que si hay algún absoluto llegará como revelación, también indudable, a alguna parte de mis componentes humanos ya sean el cuerpo, la mente, el espíritu, u otro, del que todavía no tengo, no tenemos, noticia.

El término absoluto aplicado a la vida cotidiana se me ha tornado incómodo. De absoluto vira a absolutismo, y de allí a obediencia hay un pequeño paso. Y mi naturaleza, como el famoso cuento del escorpión, no es la obediencia. Pero tampoco me siento con derecho a  aconsejarle a nadie que no lo sea. El obedecer hace la vida mas cómoda con frecuencia y en su expresión extrema nos lleva a mirar con autocomplacencia y simpatía las cadenas que portamos.

La tan mentada crisis europea no puede no salpicarnos. Y no hablo de lo económico, o no solamente. Que Europa haya dudado en rescatar a Grecia, y que finalmente lo haya hecho como una concesión graciosa de los poderosos del mundo al hambriento que mendiga un trozo de pan en el umbral de su portal, es un retroceso de la humanidad. La duda fue un retroceso. Como dijo alguna vez Maria Elena Walsh refiriéndose a la violencia…cuando esto ocurre, la humanidad retrocede en cuatro patas.

La inquietud intelectual, la exploración del mundo y de uno mismo, la pregunta por la naturaleza y la condición humana, son rasgos históricos del helénico estar en el mundo.

El  demostrar que existe “una armonía oculta mejor que la visible”, (Heráclito), o Prometeo robando el fuego de los dioses para dárselos a los humanos, que sin él habrían muerto pronto de hambre y de frio, son mito y realidad de la herencia griega.

No he leído que la información se haya hecho suficiente eco de estos sucesos y de la barbarie que esto significa.

No puedo ni quiero que mi ocupación central sea mirarme el ombligo. Quiero ser humana porque estoy viva, pero viva en un mundo.

No me sirve el “en todas partes se cuecen habas” porque le siento un trasfondo autocomplaciente y miserable. Y cómodo.

Así estoy y no me siento con derecho a decirles a ustedes como tienen que pensar porque estaría cayendo impunemente en lo que combato. Y de eso ya tenemos bastante.

Esto no es un abandono. De hecho no estoy cerrando el blog. Es la sinceridad mas explicita de la que soy capaz en este momento.

Me dedicaré a preparar mi trabajo, a escribir, a ver televisión, a mirar a las personas por la calle, a tener una dimensión exacta de en qué lugar nos encontramos, y que puedo hacer yo para marcar aunque sea una mínima diferencia con lo que ya existe.

Escriban si quieren hacerlo. Yo voy a intervenir cuando tenga ganas de contar alguna duda o alguna certeza. O algún chisme.
Los intercambios epistolares entre ustedes son entrañables, no hay razón para que los dejen de lado. Si este espacio se convierte en un lugar de encuentro, bienvenido sea.

Estoy preparando un sitio mas amplio y con mas información, y con mas gente pensante de todas las áreas. El blog será parte de ese sitio.

Tal vez esto sea parte de mi verdadera biografía.

Los abrazo siempre.

Leonor.

sábado, 7 de julio de 2012

BIOGRAFIA


A raíz de la preparación de mi presentación en Octubre en el Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz, y como se basa en mi caballito de batallas que tanto disfruto hacer y que se llama “Atentamente”, estoy leyendo sin respiro un montón de biografías de los componentes de las Cortes Gaditanas que promulgaron las Constitución española de 1812.

Y eso me ha llevado a investigar seriamente en las vidas de otros seres, que vivieron en otros tiempos y que tuvieron andaduras vitales tan distintas unas de otras, pero con un propósito común que, casualmente, se plasma en la redacción de esa constitución y que los hace pasar a la historia fundamentalmente como los diputados intervinientes en la confección de dicho documento.

Aclaro que he recurrido al Diccionario de la Real Academia Española y he buscado la palabra “biografía” y he encontrado, entre otras,  definiciones tales como: “Historia narrada de la vida de una persona - Semblanza - Vida - Sucesos - Acontecimientos - Historia - Carrera - Hazañas.”

Reconozco que lo de “hazaña” me sobresaltó un poco. ¿Eso quiere decir que los que no realizan hazañas no son dignos de una biografía? Y me puse a pensar que algo de eso hay.

¿Se fijaron que de las batallas nos llegan, generalmente, los sucesos y nombres y relatos de los que las ganaron? ¿Y los otros? ¿Los que murieron, los que se fueron vencidos a su casa con su orgullo chamuscado, tal vez para siempre? De ellos no sabremos nada, nunca.

No tienen biografía.

¿Y si alguien los hubiera consultado? ¿Hubieran querido que se ponga en su biografía que fueron los perdedores?

Y vuelvo a mis integrantes de las Cortes de Cádiz de hace 200 años y me doy cuenta de que lo único que se de ellos es que estuvieron allí, y que pensaron y discutieron y que, finalmente, lograron redactar una constitución modélica que aun hoy tiene vigencia y que ha servido de inspiración a varias constituciones del mundo.

Ya se que eso es mucho y se los agradezco, la humanidad agradece, creo.

Pero no puedo evitar preguntarme, y esto es una manía lo reconozco, si ellos hubieran querido que se supiera solamente eso. ¡Juraría que no! Pero están muertos. Y como de eso se trata una verdadera biografía, (1786-1843), como dato casi excluyente tenemos fechas de nacimiento y muerte, porque si no está muerto no es una historia de vida, ni una semblanza acabada. Tenemos que estar muertos para que los demás decidan que fue lo mas importante de nuestra vida, cuales fueron nuestras “hazañas” y si, efectivamente merecemos que alguien se tome el trabajo de hablar de nosotros, en fin, si vale la pena. O si por el contrario pertenecemos al grupo que perdió la batalla, cualquier batalla, es mejor archivarnos y olvidarnos porque nadie quiere tener una historia plagada de “loosers”.

Y no puedo evitar preguntarme qué dirán de mi cuando haya muerto. Cuales serán mis “hazañas”, aquellas que llamen la atención de un biógrafo lo suficiente como para ponerse a la tarea con pasión, al margen de lo que le pague la editorial que se la encargue.

Y caigo en la cuenta, no sin cierta preocupación, de que la mayoría de los datos que manejan los biógrafos son aplicables a millones de personas. Pueden pensar que exagero, lo concedo, pero a miles, seguro. Y los conmino a que se pongan a pensar en cuantas personas nacieron el mismo día y a la misma hora que ustedes, tienen el mismo sexo, se dedican a la misma profesión o tarea, viven en el mismo país, tienen el mismo numero de hijos, hermanos, van a colegios similares. Se me puede contestar que no estoy considerando que nacieron de distintos padres, es verdad, pero entonces ya no hablamos de nosotros como seres únicos, tenemos que referirnos a otra gente que fueron los que nos engendraron y pusieron en el mundo.

Y yo creo de verdad que cada uno de nosotros es único. Con los mismos elementos tangibles que nos han sido otorgados nos arreglamos para elaborar un individuo absolutamente singular, que es maravilloso o todo lo contario según quien opine, pero con una memoria interna que solo nosotros sabemos que existe y a la que no tiene acceso absolutamente nadie por la simple razón de que no hay hackers de almas y nuestro disco duro está encriptado y nos hemos tragado la llave.

Sin saberlo, y sin siquiera ser demasiado concientes de ello, cada uno de nosotros escribe su propia biografía, esa de la que nadie tendrá jamás noticia. Atesorémosla. Ella es nuestra paz, nuestra guerra, nuestra huella digital eterna.

Nunca sabremos quién pintó las cuevas del hombre primitivo. ¿Fue feliz? ¿Estaba enamorado? ¿Tenía hambre? ¿Por qué apoyó sus manos en las paredes de la cueva? ¿Cual era el sentido? ¿Lo hacía cuando ganaba o cuando perdía? ¿Cazar un mamut era ganar?

Me gusta pensar que la vida transcurría. Difícil, dura, bella,  apasionante.

Como la nuestra.

¿Qué dirán de mi cuando haya muerto? No tengo la menor idea. Lo que si se es que habré sido, para bien o para mal, mucho más que lo que escriba mi biógrafo. Si llego a tener alguno. 

Pero el vislumbrar eso que habita muy dentro y que es el halito de mi vida verdadera, el tocar las paredes de mi cueva interna, apoyar las manos en ella y que quede la huella, es de una plenitud inenarrable.


Los abrazo.

Leonor.

P/D. 1)  Pido perdón por el faltazo de la ultima semana.
        2)  Me parece que no logramos hablar de lo mismo cuando tratamos el tema de la         
             interpretación, pero eso es para otro momento.
        3)  Suspendieron La Matanza el 29 de junio. Acordaron Avellaneda el 20 de julio.
             Espero que no haya cambios. Prometo informar.