sábado, 7 de julio de 2012

BIOGRAFIA


A raíz de la preparación de mi presentación en Octubre en el Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz, y como se basa en mi caballito de batallas que tanto disfruto hacer y que se llama “Atentamente”, estoy leyendo sin respiro un montón de biografías de los componentes de las Cortes Gaditanas que promulgaron las Constitución española de 1812.

Y eso me ha llevado a investigar seriamente en las vidas de otros seres, que vivieron en otros tiempos y que tuvieron andaduras vitales tan distintas unas de otras, pero con un propósito común que, casualmente, se plasma en la redacción de esa constitución y que los hace pasar a la historia fundamentalmente como los diputados intervinientes en la confección de dicho documento.

Aclaro que he recurrido al Diccionario de la Real Academia Española y he buscado la palabra “biografía” y he encontrado, entre otras,  definiciones tales como: “Historia narrada de la vida de una persona - Semblanza - Vida - Sucesos - Acontecimientos - Historia - Carrera - Hazañas.”

Reconozco que lo de “hazaña” me sobresaltó un poco. ¿Eso quiere decir que los que no realizan hazañas no son dignos de una biografía? Y me puse a pensar que algo de eso hay.

¿Se fijaron que de las batallas nos llegan, generalmente, los sucesos y nombres y relatos de los que las ganaron? ¿Y los otros? ¿Los que murieron, los que se fueron vencidos a su casa con su orgullo chamuscado, tal vez para siempre? De ellos no sabremos nada, nunca.

No tienen biografía.

¿Y si alguien los hubiera consultado? ¿Hubieran querido que se ponga en su biografía que fueron los perdedores?

Y vuelvo a mis integrantes de las Cortes de Cádiz de hace 200 años y me doy cuenta de que lo único que se de ellos es que estuvieron allí, y que pensaron y discutieron y que, finalmente, lograron redactar una constitución modélica que aun hoy tiene vigencia y que ha servido de inspiración a varias constituciones del mundo.

Ya se que eso es mucho y se los agradezco, la humanidad agradece, creo.

Pero no puedo evitar preguntarme, y esto es una manía lo reconozco, si ellos hubieran querido que se supiera solamente eso. ¡Juraría que no! Pero están muertos. Y como de eso se trata una verdadera biografía, (1786-1843), como dato casi excluyente tenemos fechas de nacimiento y muerte, porque si no está muerto no es una historia de vida, ni una semblanza acabada. Tenemos que estar muertos para que los demás decidan que fue lo mas importante de nuestra vida, cuales fueron nuestras “hazañas” y si, efectivamente merecemos que alguien se tome el trabajo de hablar de nosotros, en fin, si vale la pena. O si por el contrario pertenecemos al grupo que perdió la batalla, cualquier batalla, es mejor archivarnos y olvidarnos porque nadie quiere tener una historia plagada de “loosers”.

Y no puedo evitar preguntarme qué dirán de mi cuando haya muerto. Cuales serán mis “hazañas”, aquellas que llamen la atención de un biógrafo lo suficiente como para ponerse a la tarea con pasión, al margen de lo que le pague la editorial que se la encargue.

Y caigo en la cuenta, no sin cierta preocupación, de que la mayoría de los datos que manejan los biógrafos son aplicables a millones de personas. Pueden pensar que exagero, lo concedo, pero a miles, seguro. Y los conmino a que se pongan a pensar en cuantas personas nacieron el mismo día y a la misma hora que ustedes, tienen el mismo sexo, se dedican a la misma profesión o tarea, viven en el mismo país, tienen el mismo numero de hijos, hermanos, van a colegios similares. Se me puede contestar que no estoy considerando que nacieron de distintos padres, es verdad, pero entonces ya no hablamos de nosotros como seres únicos, tenemos que referirnos a otra gente que fueron los que nos engendraron y pusieron en el mundo.

Y yo creo de verdad que cada uno de nosotros es único. Con los mismos elementos tangibles que nos han sido otorgados nos arreglamos para elaborar un individuo absolutamente singular, que es maravilloso o todo lo contario según quien opine, pero con una memoria interna que solo nosotros sabemos que existe y a la que no tiene acceso absolutamente nadie por la simple razón de que no hay hackers de almas y nuestro disco duro está encriptado y nos hemos tragado la llave.

Sin saberlo, y sin siquiera ser demasiado concientes de ello, cada uno de nosotros escribe su propia biografía, esa de la que nadie tendrá jamás noticia. Atesorémosla. Ella es nuestra paz, nuestra guerra, nuestra huella digital eterna.

Nunca sabremos quién pintó las cuevas del hombre primitivo. ¿Fue feliz? ¿Estaba enamorado? ¿Tenía hambre? ¿Por qué apoyó sus manos en las paredes de la cueva? ¿Cual era el sentido? ¿Lo hacía cuando ganaba o cuando perdía? ¿Cazar un mamut era ganar?

Me gusta pensar que la vida transcurría. Difícil, dura, bella,  apasionante.

Como la nuestra.

¿Qué dirán de mi cuando haya muerto? No tengo la menor idea. Lo que si se es que habré sido, para bien o para mal, mucho más que lo que escriba mi biógrafo. Si llego a tener alguno. 

Pero el vislumbrar eso que habita muy dentro y que es el halito de mi vida verdadera, el tocar las paredes de mi cueva interna, apoyar las manos en ella y que quede la huella, es de una plenitud inenarrable.


Los abrazo.

Leonor.

P/D. 1)  Pido perdón por el faltazo de la ultima semana.
        2)  Me parece que no logramos hablar de lo mismo cuando tratamos el tema de la         
             interpretación, pero eso es para otro momento.
        3)  Suspendieron La Matanza el 29 de junio. Acordaron Avellaneda el 20 de julio.
             Espero que no haya cambios. Prometo informar.

1 comentario:

  1. Yo la escribo, ¡ya! y comienza diciendo. "Querida Leonor, una mujer que pone una mano como visera, sobre sus ojos, para mirar lejos; que pone el oído en la tierra y sabe descifrar el sonido de lo pasos que anduvieron ese suelo... y sabe más, tal vez hasta los pasos que vendrán. Sabe (de saber y de saber)...
    ¡Un abrazo grandote!

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