domingo, 25 de marzo de 2012

EL CUENTO O LA VIDA

Hay una sola forma de huir hacia delante de manera legítima y es a ciegas.

A mayor exactitud y rigor en el mapa trazado para mi vida, mayores posibilidades existen de no poder cumplirlo. Y mucho más si me juego el éxito o el fracaso en esa travesía.

Y cuando digo mi vida incluyo el trabajo, los vínculos, el dinero, la salud de mi cuerpo, mis amores y desamores, mi familia, mis amigos.

¡No confundir! Si voy a iniciar un viaje de supervivencia, y toda vida lo es, tengo que prepararme con inteligencia y disciplina, y llevar conmigo lo que sea indispensable para conservarme sana y salva. Pero no tengo que tener la mochila cargada de basura inútil solo por las dudas. Y por lo que vengo viendo la basura inútil mas frecuente es el deseo desmesurado de éxito y de ganar, lo que sea pero ganar. Fama, dinero, rating, el novio/a de otro/a, el puesto de trabajo de un compañero, ser “el mejor” en algo, cualquier cosa pero ganar.

Fue afortunado haber tocado el tema Regina.

Resulta que los mismos que torcieron el guión de “Herederos...” avanzaron sobre la truculencia de manera salvaje con la certeza de que estaban generando un éxito diciéndose a si mismos “es lo que la gente quiere”, y esa es la frase mas inmoral que puede decirse cuando se tiene la posibilidad de elegir los contenidos de lo que se convertirá en el alimento espiritual del público. Un público que muchas más veces de las que creemos, no sabe o no puede elegir. Y elegir es un acto, tal vez el único, en el que un ser humano pone de manifiesto su grado de libertad, de evolución, y su verdadera humanidad.

Y resulta que ahora “Lobo” pierde estrepitosamente frente a una historia de amor de barrio contada cientos de veces. No he visto ninguno de los dos programas pero me entero de las cifras. No ver televisión, esa televisión, es parte de mi personal vaciamiento de mochila.

No estoy cuestionando la temática, cualquiera es válida. Estoy cuestionando la intención. El querer ganar a toda costa enceguece y se desdibujan los objetivos.

¿Qué quieren los directivos de los canales de televisión? ¿Entretener? No tiene nada de malo. ¿Instruir? Menos. ¿Proporcionar alegría en tiempos convulsos?

¡Bienvenida!

¡Pero lo que quieren es ganar! ¡A cualquier costo! Ahora resulta que el 13 espera a Tinelli para achicar la brecha con el canal de las pelotas. ¿Quieren una prueba mayor de que no les importa el contenido? Y si ganan con Tinelli... ¿será menor el fracaso de su pretendidamente terrorífico cuentito? ¿Aprenderá de sus errores alguno de ellos?

¿Alguno se dará cuenta de que “no saben lo que el público quiere”?
¿Alguno advertirá que el mundo es cíclico y que la gente está intoxicada de truculencia y sangre? ¿O piensan que consumir los telediarios no tiene consecuencias?

¿Qué traerá Tinelli este año? Si es inteligente, como yo pienso que lo es, debería volver al formato de concurso de baile, que es muy bello de ver, con un jurado irreprochable en conocimiento del tema, manejo del lenguaje y sin venalidades manifiestas. Era alentador comprobar los esfuerzos de los participantes para ser cada vez mejores.

¡Ojala! Significará que alguien ha escuchado. Y si no le va bien que no sienta que ha fracasado. No fracasa nadie que siga los dictados de su corazón.

Los abrazo.

Leonor.

P/D. 1) No vale la pena discutir por personajes que en el momento de terminar ya pertenecían al pasado. La vida es más importante que el cuento. Si pueden elegir, elíjanla.
Siempre.
2) Si tienen la posibilidad vean la película “Los juegos del hambre”. Su tema central no esta demasiado alejado del que hemos tocado hoy.

domingo, 18 de marzo de 2012

REGINA

Está bien, lo decido a conciencia y deliberadamente. Voy a romper códigos viejos que se respetan no se bien por qué. Ese código profesional no escrito indica que un actor no puede y no debe opinar negativamente acerca de los trabajos que realiza.

Acabo de escribir “no escrito” y me doy cuenta de que es media verdad, porque cuando firmamos un contrato una clausula advierte que debemos acudir a promocionar el producto cada vez que la producción lo considere necesario.

Y está implícito que si acepto ir a un programa de televisión a contestar preguntas, voy a elogiar la historia, a mis compañeros, la escenografía, el vestuario, las luces y hasta la merienda. Es así y nadie lo discute.

Pero pienso que este vínculo que se viene desarrollando entre ustedes y yo desde hace casi dos años merece un sinceramiento profundo de mi parte. Siento para con ustedes la obligación de ser particularmente ética en mis opiniones.

“Herederos” fue una historia noblemente gestada que se aborto en el camino y se bastardeo miserablemente sobre su desenlace.

Por el simple hecho de que “Lobo” no estaba lista, se la cortó, editó y alargó hasta límites inaceptables. Si ustedes disfrutaron y amaron la tira se debió a ese deseo natural humano de que nos cuenten cuentos desde que nacemos.

La Logia paso de ser un grupo esotérico proclive a sacrificios humanos, a un grupo de nazis asentados en Argentina cuyos herederos, nosotros, debíamos convertirnos en monstruos sangrientos y matarnos los unos a los otros.

Innumerables actores pasaron por la historia para ver si “prendían” en el favor de la audiencia. Si hacen memoria sacarán cuentas y se acordarán de lo que les digo. Los autores no corrieron mejor suerte. Se cambiaron por el camino en esa búsqueda desesperada de lograr agrandar la brecha de rating con el canal de la competencia. Se logró ampliamente. Hubo días de diez puntos de diferencia en el mismo horario y con la ficción de la vereda de enfrente. ¿Eso lo convierte en un éxito? No, en mi opinión. O en todo caso es un éxito para el canal, para los productores, para los anunciantes. Es un muy buen negocio.

Cuando decidí ser actriz, después de pasar por el intento de dos carreras universitarias, fue porque me di cuenta de que me había sido otorgado el don de despertar emociones, de convertir las palabras en imágenes con relativa facilidad, y de que ese don traía consigo la posibilidad de despertar conciencia.

Nunca, ni en el más banal de mis trabajos me he olvidado de esto y hago el esfuerzo, a veces desesperado y solitario, de recortarme del resto.

Regina no tenía que ser lo que fue.

Pero también he aprendido la adaptabilidad, en la profesión y en la vida, que son cada vez mas lo mismo para mi, y a eludir las trampas, pero por sobre todo, a hacer lo contrario de lo que esperan cuando no estoy de acuerdo con la expectativa.

El día que llegó el libreto con la locura de Regina no fue un buen día. Manifesté claramente mi desacuerdo. No por una identificación irracional con el personaje sino porque veníamos proponiendo un tipo de persona con una moral particular, con la que se podía estar en desacuerdo, pero muy definida.

La locura no tenía nada que ver con eso. Una persona insana no es dueña de sus acciones y eso era precisamente lo que destacaba a Regina: el dominio sobre si.

Entonces decidí jugar una carta sucia a los autores: haría una loca dudosa y por momentos adorable y desolada. Cuando la gente por la calle me preguntaba: “¿Pero, es buena o es mala? ¿Está loca o se hace?”, yo decía para mis adentros "¡Bingo!, lo estoy logrando”.

Hice un uso salvaje del único resquicio de creatividad que les queda a los actores: la interpretación.

Después del texto escrito, después de la opinión del director acerca de cómo deben ser la escena y el personaje, todavía queda una estrecha hendija por la que un actor con experiencia puede colarse y forzar una intención. Eso fue lo que hice. Eso es lo que hacemos todos los que nos dedicamos a esto y a la vez no queremos abdicar de nuestra condición humana.

Cuando esta mañana decidía el tema para escribir en la columna pensé en el concepto de progreso, en lo que se llama progreso hoy por hoy. Luego leí lo escrito por Maya y decidí que hablar sinceramente de la experiencia de haber hecho Regina valía la pena.

Entre la realidad y lo que llamamos ficción hay una separación mucho más fina de la imaginada. Es como un cortinado de papel de seda a través del cual se ven las cosas tal cual son. Sobre todo si el que mira es un buscador de la verdad.

Los abrazo.

Leonor.

P/D: 1) Nobleza obliga: es un acto de honradez el decir que pienso que los autores soportan una presión insoportable de parte de los que deciden las cosas.
También pienso que no saben escribir para mujeres fuertes, y que cuando esa fortaleza excede lo esperado, la tienen que volver loca.

2) Finalmente terminamos hablando del progreso, ¿no?.

domingo, 11 de marzo de 2012

DEBERIA HABERLE DICHO...

Voy a una entrevista radial y me preguntan cosas que no quiero contestar y eso da motivo a que me digan que me contradigo. Y no me gusta.

Cuando salgo de allí lo hago con un pensamiento obsesivo, nada placentero, de la respuesta que debería haber dado en lugar de la que di. Ese pensamiento, estéril, inútil, dado que el momento oportuno ya pasó, se instala en mi cabeza y son las once de la noche y aparece por momentos y me produce malestar y repican en mi mente las palabras que no pronuncié pero que estoy convencida de que debería haber pronunciado.

“Estuve lenta, tonta, ¿por qué no le contesté...?” Y aquí mi cabeza reproduce la frase no pronunciada en su momento.

Como no soy de quedarme tranquila cuando me siento a merced del movimiento sin control de mi mente parlanchina, me pongo a pensar que es verdaderamente lo que me pasa. Reconozco la situación, me ha pasado otras veces, muchas, en las que me voy de un encuentro con la sensación de haber tenido que contestar otra cosa, más brillante, más inteligente, más lucida, que la que contesté.

Y tiro de ese hilo implacablemente como quien tira de una caña de pescar en la que siente que ha caído la presa, y estalla la respuesta: “me siento perdedora”.

¡Eso es! Si yo hubiera contestado de otra manera, de la otra que tardíamente me vuelve a la cabeza una y otra vez, hubiera ganado una batalla verbal, dialéctica, o como quieran llamarle. ¡Pero hubiera ganado!

Y me doy cuenta de que siglos de batallas humanas no han sido borradas por completo de mi herencia genética.

El concepto de que tengo que ganar, aunque sea una estúpida y banal discusión, ha prevalecido y arruinado unas cuantas horas de mi vida en las que no he sido dueña de mi pensamiento, porque la idea recurrente del “debería haberle dicho...” se cruzó libremente por mi mente sin encontrar ningún obstáculo, usando un tiempo y una energía que hubieran podido ser usados para otra cosa.

Y me produce alivio haber llegado a desenredar el nudo de la cuestión.

Y me doy cuenta de que es tan poco importante que me produce risa y pena de mi misma.

¡Qué frágil soy! ¡Cuán atenta tengo que estar para no caer presa de resabios atávicos que me impiden ser la persona que quiero ser!

Y hago una lista de las cosas en las que me prometo no caer:

No culpar a los otros de lo que me pasa.
No querer ganar a toda costa (ni siquiera una discusión).
No perder el humor.
No querer convencer a ninguna persona de una idea que no comparte.
No poner mi destino en manos de nadie que no sea yo misma.
No retrasar el comienzo de las cosas que verdaderamente quiero hacer.

Y en este último ítem la lista es larga:

Quiero poder decir "te quiero" mas a menudo.
Quiero ser más paciente.
Más comprensiva.
Quiero aprender a ponerme en el lugar del otro (pero de verdad).
Quiero aprender a sacar fotografías.
Quiero hacerme tiempo para ver a la gente que me importa.
Quiero aprender a estar sin hacer nada.

He hablado por mí. Si a alguien le sirve lo que he contado me sentiré cumplida.

Los abrazo.

Leonor.

domingo, 4 de marzo de 2012

PARA QUE SIRVE LO QUE NO SIRVE PARA NADA

Esta semana fui a dos desfiles de moda: Fabián Zitta y Pablo Ramírez.

No me gustan los desfiles en general. La mayoría es una copia de la ropa de afuera o un esfuerzo desesperado por dar con la tecla de “la tendencia” para poder vender. Ni censuro ni juzgo esas conductas, finalmente es parte del negocio, del negocio de la gente que fabrica ropa, pero no me atrae estar presente en esas exhibiciones.

Ni Fabián ni Pablo tuvieron en cuenta esas cuestiones. En ambos el derroche de imaginación y belleza superó ampliamente cualquier tipo de especulación. No se si lograrán vender esa ropa, muy cara por cierto, pero ambos realizaron importantes actos creativos.

Y los periodistas preguntan: “¿Te interesa la moda?”, no, la moda no me interesa. La moda como tal es un negocio como cualquier otro, y no tengo nada en contra de los negocios pero no me atrae ese mundo. Me atraen ciertos creadores.

“¿Que pensas de Pablo Ramírez en el Colón?”. Pablo Ramírez puede hacer su desfile en un basural si quiere y seguramente el le daría un nuevo significado.

¿El Colón no es el templo del arte? ¿Pablo Ramírez no es un artista?
¿Es un artista un cocinero? ¿Y alguien que hace arreglos florales? Los grafitis callejeros, ¿son arte? ¿Es un artista un violinista que toca en el metro? ¿Es un artista Jon Utzon, el arquitecto que construyó la Opera de Sydney? ¿Por qué le importo la belleza de la construcción además de la utilidad del edificio? El tenia que considerar un sinnúmero de cualidades técnicas: excelencia en la sonoridad, la capacidad para los espectadores y su confort, la complejidad de un escenario de opera, pero siempre tuvo presente que quería construir un edificio con belleza. Tanto lo logró que hoy es una atracción turística y hay gente que viaja solo para verlo.

Yo era muy chica, tendría diez años calculo, y mi abuela me puso delante un tazón de café con leche y un plato de pan con manteca, como era habitual cada vez que la visitaba, y antes de que empezara a comer me dijo que espere y fue a buscar un jazmín y lo puso junto al plato. “Es el primero que la planta da este año”, me dijo. ¿Fue ese un acto de creación? No lo sé. Sí sé que esa flor fue una de mis primeras experiencias con la belleza y que fue mi alma la que lo experimentó. Y lo recuerdo con tanta nitidez porque probablemente sea el primer recuerdo en el que me sentí dando un paso en el sentido de mi construcción humana. El café con leche era el de todos los días, y el pan con manteca. El jazmín había hecho la diferencia.

El mundo funcionaria igual sin violinistas en el metro.

Un artista es alguien que hace cosas que no sirven para nada pero sin las cuales el mundo tendría menos belleza. Y la belleza es un concepto moral que transforma a quien la genera y a quien la percibe.

Hagamos cosas que no sirven para nada pero que hacen que la vida, la propia y la ajena, sea mejor.

Los abrazo.

Leonor.

P/D: 1) No deja de tener cierta gracia y ser muy interesante lo que provocó lo escrito sobre los elefantes. Por supuesto el “tema” nunca fue el “cambiar de tema”. Creo, sin embargo, que hay momentos en los que es necesario ser preciso, asertivo, conciso, claro.

2) También creo que hay algunos temas sobre los que es conveniente tener opinión. La pena de muerte, por ejemplo.

Les recomiendo un libro de Diana Cohen Agrest cuyo titulo es: “Qué piensan los que no piensan como yo”.

domingo, 26 de febrero de 2012

¿DE QUE HABLABAMOS?

No es una novedad para mi que a algunos visitantes del blog les cuesta hacer foco en lo que voy a dar en llamar “el tema del día”.

Yo escribo con la intención de desarrollar un concepto que a mi me parece que puede ser de interés, que puede despertar conciencia, que puede echar luz sobre algo que se ignora, en una palabra, escribo porque pienso que puedo ser útil, sobre todo para gente muy joven, como son algunos asiduos al blog, y que están, muy meritoriamente por cierto, construyendo su propio sistema de pensamiento.

Un sistema de pensamiento es, para cualquier ser humano, una herramienta que lo acompañará toda su vida, una especie de archivo en el que, a mi entender, debe haber lugar para las dudas, para las preguntas y para las rectificaciones, y que genera un entramado interno al que se puede recurrir para poder vivir entre los otros.

Esto es así y es para siempre.

Así se construye una persona.

Varias veces me ha ocurrido, al leer lo que escriben, que me ha sorprendido el camino que ha tomado la respuesta y he llegado a pensar que yo no había sido suficientemente clara al escribir.

Debo decir que conozco la manera de pensar y de escribir de la mayoría de ustedes, podría arriesgar opiniones sobre Maria Marta, sobre Claudio, sobre Master Yoda, sobre la mayoría de las rusas, aun teniendo en cuenta la dificultad del idioma, y presumo que mi margen de error sería bastante estrecho.

Y es por eso que me atrevo a decir algo hoy sobre una respuesta de Bruna a la última columna, “Doscientos Elefantes”, que provocó a su vez una reacción desmesurada de María Auxiliadora.

Ambas son muy jóvenes y por eso lo hago.

No es el “derecho a la opinión” lo que cuestiono, aunque ya he dejado constancia aquí mismo de lo que pienso acerca de opinar todo el tiempo sobre todos los temas, en cualquier sitio y con cualquier persona, hago foco sobre el error de foco en la respuesta.

Bruna: el tema era una matanza, un asesinato a mansalva de animales indefensos y la curiosa reacción de funcionarios con jurisdicción planetaria.

Si alguien lo deseaba había que contestar sobre eso, y vos empezas tu respuesta diciendo: "No me gustan los animales, hacen “cosas distintas”, tienen “costumbres distintas” y eso me produce rechazo".

Y te aseguro que te otorgo a vos todo el derecho a que no te gusten los animales, pero me tomo para mí el derecho, porque vos me lo has otorgado, a corregir la línea de tu pensamiento porque no hablábamos de los gustos personales. Hablábamos de un hecho moral y de sus consecuencias, y eso nunca puede ser decidido por un gusto personal.

Hoy en el mundo conviven tribus africanas con costumbres aberrantes, religiones machistas y autoritarias, gente que huele a flores con otra que no pasa por una ducha en meses, gente delgada con gente con obesidad mórbida. ¿Que si me gustan todas? ¡Claro que no! Pero defendería con todas mis fuerzas los tan vapuleados “derechos humanos” de cualquiera de esos seres.

Los animales no tienen “derechos humanos” pero no me importa. Y no se si tienen alma, como afirma Maria Auxiliadora, y tampoco me importa. Lo que mi sistema de pensamiento me indica es que tengo que ser parte de la armonía del mundo y no parte de su miseria, y eso indica aceptar las manifestaciones de la naturaleza en cualquiera de sus formas. Y mucho, muchísimo más allá de mis gustos personales.

Que quede claro: esto no es una reconvención ni un reto. Me consta que sos una persona inteligente, sensible y generosa y llena de inquietudes y que vas a lograr lo que te propongas en la vida. Esto pretende ser una ayuda para aprender a no salirse del tema y terminar en un sitio al que no queríamos llegar.

Es simple, solo hay que preguntarse: “¿De qué hablábamos?”.

Los abrazo.

Leonor.

domingo, 19 de febrero de 2012

DOSCIENTOS ELEFANTES

Les propongo un ejercicio de concentración: pensemos en doscientos elefantes.

Son muchos y ocupan mucho espacio. El elefante es el segundo animal más grande de la creación, el primero es la ballena.

Ahora imaginemos esa misma cantidad de elefantes pero muertos, tirados en la hierba del parque nacional de Camerún, con sus patas tiesas y sin colmillos.

Están ensangrentados. Fueron muertos por las milicias de Sudan para traficar con el marfil.

Según la prensa la Unión Europea se ha dirigido por carta al primer ministro Philemon Yang para expresarle su “preocupación”, (comillas en el original), por lo que está sucediendo ya que la matanza pone en peligro el importante “patrimonio turístico”, (las comillas son mías), de Camerún.

Agrega la noticia que el Fondo Internacional para el Bienestar Animal teme que numerosas crías hayan quedado huérfanas y acaben muriendo de hambre y sed sin la protección de la manada.

¿Cuántas personas son necesarias para matar doscientos elefantes? ¿Cuánto tiempo? ¿Cuántas armas? ¿Con qué los matan? ¿Con rifles? ¿Muere rápido un elefante? ¿O agoniza un tiempo incalculable mientras sus ejecutores comen y beben muy cerca de ellos? ¿Cuánto les pagan por cada animal asesinado? ¿Cómo entregan los colmillos a los traficantes? ¿Limpios? ¿O todavía con trozos de carne y sangre?

Imaginar los pormenores hace la realidad mucho más escalofriante.

Los historiadores y las estadísticas dicen que vivimos mucho mejor que antes, y seguramente es así. Si nos atenemos a los avances científicos y tecnológicos es una verdad que no se discute. Simplemente el descubrimiento de los antibióticos y la invención de las vacunas ha salvado más vidas en estos últimos dos siglos que en todo el resto de la historia de la humanidad. Y ha valido la pena.

Pero la conciencia no se desarrolla en el ámbito científico o tecnológico. La conciencia es ese misterio indescifrable que toca a un ser humano y lo ilumina.

El misterio es: ¿por qué no a todos? La conciencia, ¿puede ser parcial? ¿Podemos tener “un poquito de conciencia”? ¿Podemos amar a los seres humanos y detestar a los animales? ¿O la inversa?

Tengo una tía -y la nombro porque no lee el blog- que llora cada vez que se encuentra en la calle con un perro abandonado, pero trata horriblemente mal a la persona que la cuida, insulta a los proveedores, sospecha de los vecinos, no comparte la comida.

No podemos ir a Camerún a detener la matanza de elefantes. Ni siquiera una carta a Naciones Unidas tendría efecto si intentáramos explicarles a sus integrantes que los elefantes no son solo una “atracción turística” y que la protección de sus vidas debería ser materia de acción y no de preocupación de altos funcionarios.

Nuestro radio de acción es reducido pero poderoso. Son los círculos concéntricos de la piedra tirada en el agua, es la onda expansiva de la bondad conciente, es el aleteo de la mariposa.

Es la risa, el agradecimiento, la alegría, el perdón.

El estado del que hablo no excluye la diversión, las trasnochadas, el sexo, el alcohol, las broncas, la competencia, el deseo por las cosas bellas y el dinero.

Solo cada uno sabe cuando reducir la dosis porque reducirla no es vivido como una restricción sino como una elección. Y aun así, volver a ellas de vez en cuando no nos convierte en subdesarrollados morales.

Somos lo que sea que seamos y esta bien. Siempre esta bien. Aceptemos el camino y sepamos que nadie, pero nadie, excepto nosotros mismos, tiene el derecho de ponerle una calificación a nuestra vida.

Los abrazo.

Leonor.

P/D. Estoy leyendo “Comer animales” de Jonathan Safran Foer. Les transcribo un párrafo:...“sentí vergüenza por vivir en una nación que goza de una prosperidad sin precedentes, una nación que gasta menos en comida que ninguna otra en la historia de la humanidad, pero que en nombre de los bajos costos trata a los animales que come con una crueldad tan extrema que sería ilegal si se le aplicara a un perro”.

lunes, 13 de febrero de 2012

MORIR ES TIRAR UNA PIEDRA EN EL AGUA

Es una de mis imágenes recurrentes: tiro una piedra en el agua y me quedo mirando los círculos concéntricos que forma su caída. Los que están más cercanos son un dibujo potente y salpican, y veo las gotas levantarse y caer.

A medida que los círculos se alejan se hace mas débil su dibujo hasta que ya no los noto. Eso no quiere decir que el agua deje de sentir el impacto. Simplemente no lo veo. Pero sigue moviéndose. De lo contrario caería en la falacia de creer que no existe lo que yo no veo.

Elijo pensar que la piedra mueve el agua de todo el universo.

Lo mismo pasa con la muerte. Las muertes salpican y mueven las almas de mucha mas gente que la cercana al que decidió partir.

En estos días murieron personas conocidas por todos nosotros: Luis Alberto Spinetta, Jazmín de Grazia, Whitney Houston, y es lógico que pensemos que los que más sufren la pérdida son sus familiares más cercanos. Es así, sin duda alguna. Pero no se por qué se me ocurrió pensar en lo que mueven sus muertes en aquellos que ni siquiera imaginamos.

Mi padre murió en un accidente y al día siguiente del entierro fui al negocio que tenía a informar a los empleados. Un muchacho muy joven que hacía un tiempo que trabajaba con él lloraba desconsoladamente apoyado en una estantería.

Cuando se calmó un poco me dijo que se iba, que no solo trabajaba por el sueldo sino porque mi padre se había convertido en la persona mas importante de su vida, por maestro, por amigo, por guía, y que no tenía ningún sentido continuar.

Cuando llegué de vuelta a la casa de mi madre, ella y mis hermanas buscaban a Alfredo, el perro de mi padre, que había desaparecido.

Alfredo, al igual que su empleado, decidió irse. No volvimos a verlo, nunca volvió.

¿Tenía un perro el flaco Spinetta? ¿Tenía un gato Jazmin de Gracia? Si los tenían, ¿qué les pasa con la ausencia de aquellos a los que amaban?

Y encontré un poema escrito por una poetisa polaca, también muerta por estos días, Wislawa Szymborska, que le escribe este poema a un gato cuyo dueño acaba de morir.

UN GATO EN UN PISO VACIO

Morir, eso no se le hace a un gato.
Porque qué puede hacer un gato en un piso vacio.
Trepar por las paredes. Restregarse entre los muebles.
Parece que nada ha cambiado
Y, sin embargo, ha cambiado.
Por la noche la lámpara no se enciende.
Se oyen pasos en la escalera,
Pero no son esos.
La mano que pone el pescado en el plato
Tampoco es aquella que lo ponía.
Hay algo que no ocurre como debería.
Aquí había alguien que estaba
Que de repente se fue
E insistentemente no está.
Se ha buscado en todos los armarios, se ha husmeado debajo de la alfombra.
Que más se puede hacer.
Dormir y esperar.
Ya verá cuando regrese, se va a enterar
de que eso no se le puede hacer a un gato.
Ira hacia el cómo si no quisiera, despacito,
Con las patas muy ofendidas.
Y nada de saltos ni maullidos...al principio.

No escribí hoy para provocar melancolía, ni tristeza.

Escribí para que recordemos que nada, pero nada de lo que hacemos, nos incumbe solo a nosotros.

O somos la piedra o el invisible circulo concéntrico.
Pero hemos pensado algo y todo se ha movido.

Los abrazo.

Leonor.

P/D. Si pueden vean la película “La invención de Hugo Cabret” de Martin Scorsese. Es una obra maestra.