martes, 8 de mayo de 2012

CITA A CIEGAS


Todas nuestras citas son a ciegas pero no lo notamos. 

Llevamos una agenda en la que se estipula hora, lugar y persona con la que nos encontraremos y hasta el tema que tocaremos al hablar. Rara vez resulta como lo planeamos. Cuando viajamos, y mucho más si lo hacemos en un tour programado de antemano, está rigurosamente estipulado el día y la hora que estaremos en cada país, el paseo en barco, el caminar por las sierras,  el shopping, la comida  que probaremos y los grupos de músicos disfrazados con trajes típicos que nos obligaran a escuchar el folklore local.

La maquina requiere ser alimentada con determinada comida y siguiendo un orden, y nosotros obedecemos.

¡“Me dieron una sorpresa fantástica”! ¿Cuántas veces escuchamos esa frase? Cada vez que la escucho digo para mis adentros, o para mis afueras, “odio las sorpresas”. Y es verdad, odio las sorpresas, pero es una afirmación estúpida porque cada minuto de mi vida es inesperado.

Lo sé, lo sabe mi laboriosa cabeza, pero el resto de mi persona sigue comportándose como si lo ignorara, viviendo enormes frustraciones cuando las cosas no suceden como lo espero.

Tuve plena conciencia de ello cuando hace unos días asistí a una verdadera cita a ciegas. 

Fui invitada a un almuerzo organizado por una reencontrada amiga de años, poseedora de una delirante, original y brillante inteligencia. El encuentro consistía en comer en un restaurante un grupo de personas que no se conocían previamente, con la consigna de que era “para nada”. 

Fue así como compartí uno de los momentos mas ricos, espontáneos, y disfrutables de mi vida, con un diseñador de ropa, un encargado de relaciones publicas de uno de los hoteles mas importantes de Buenos Aires, la encargada de educación y cultura de la embajada de EEUU, recién llegada al país, una arquitecta que tiene además una galería de arte, un artista multidisciplinario con un delirio y una inteligencia comparables a los de mi amiga, presente también, y yo.

No suelo sentirme muy libre cuando soy invitada a reuniones, grandes o pequeñas, en las que no conozco a la mayoría de los invitados. Con frecuencia declino asistir y si lo hago me doy cuenta de que estoy en guardia y sin demasiada espontaneidad.

El día de mi cita a ciegas me di cuenta de lo que me pierdo. Es verdad que los invitados a ese almuerzo habían pasado un filtro riguroso, pero era un examen bastante fácil de aprobar. Cuando le pregunto alguien a mi amiga qué criterio había utilizado para elegir a sus invitados respondió: “Creatividad y alegría”. Y, efectivamente, era el común denominador de todos los asistentes. El almuerzo fue una fiesta.

Mientras conducía el auto de regreso a mi casa pensé con qué facilidad los hechos de la vida cotidiana nos evaporan la alegría. Esa que debería acompañarnos por el mero hecho de estar vivos y ver salir el sol cada mañana. Esto suena a manual de autoayuda, lo se, pero no tengo otra manera de explicarlo. 

Nadie debe tener el poder de arruinarnos un día, y está claro que no hablo de los grandes dolores, de los que no está exenta ninguna vida, hablo de que el poder debe estar en nuestras manos. Ni de los gobiernos, ni de nuestros trabajos, ni de los amigos y, si se me permite, ni de nuestra familia, vendrá ese impulso interno necesario para vivir en plenitud aunque las papas quemen.

Eso ocurre cuando lo que sabe nuestra cabeza baja a cada célula de nuestro cuerpo y se instala en cada gota de la sangre que circula y nos alimenta, y se mete muy adentro hasta hacer de nuestro corazón el centro de su casa.

Es una experiencia que vale la pena intentar. Cada uno puede comenzar por donde quiera, ahí están, nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestro espíritu, esperando ser entrenados para la felicidad. Y está claro que no hablo de reírse todo el tiempo. Hablo de poder atravesar una pena sin pensar que la vida no tiene sentido.

Los abrazo.

Leonor.

martes, 1 de mayo de 2012

LOS QUE PERDIERON LAS BATALLAS

Vuelvo de Neuquén, de Chos-Malal, pueblo mapuche araucano originario.

No es cómodo llegar: avión hasta Neuquén capital y  posteriores 360 km de auto y otro tanto al regreso. El hotel de Chos-malal era de dos estrellas. No sé que significado tiene en la jerga hotelera el número de estrellas pero “La Farfalla” fue, durante unos días, lo más parecido al recuerdo del paraíso. ¿Escribí “recuerdo”? Sí, el paraíso esta en mí, y lo recuerdo.

 Durante las paradas y entre bromas habíamos escuchado a cantantes latinoamericanos que sonaban sin descanso, pobres, e indefectiblemente pedíamos bajar el volumen para poder hablar. Al llegar a “La Farfalla” sonaba Mozart.

El sábado por la noche hice “Atentamente” en el cine del pueblo atestado hasta donde permitían las medidas de seguridad. Trabajé, como siempre lo hago, con dos actores locales generosos y esplendidos, y una pianista de la ciudad acompañó a Alicia Fernández, mi cantante amiga, mágica y angelada, que trabaja a mi lado desde que comencé esta travesía.

Al terminar la función subió al escenario el intendente del pueblo. Es habitual la entrega del diploma de Ciudadano honorifico o algo así, pero en este caso el Intendente traía consigo dos diplomas bellamente enmarcados en blanco. Uno era, efectivamente el de ciudadana de honor pero el otro, el inesperado, me nombra Embajadora Cultural de Chos-malal.

Chos-Malal tiene una historia desgarradora para el alma de ese pueblo. Hasta el año 1904 fue la capital de la provincia y ese año se determinó desde la capital de la República, y por orden  del gobierno central encabezado por el Gral. Roca, que la capital sería trasladada a la zona de la Confluencia, llamada así porque allí se juntan el Limay y el Neuquén. Convenía políticamente pero Chos-malal quedó herida y recién hace dos años fue promovida a Capital histórica y cultural de la Provincia. Y hete aquí que me nombran a mí, y justamente ahora, Embajadora Cultural de Chos-Malal. Yo no sé que significa exactamente ese titulo ni sé muy bien qué se espera de mi. Yo si espero que no lo hayan hecho como una mera formalidad protocolar, pero hablaré con el Intendente y con quien sea necesario, porque pienso que es hora de materializar lo simbólico y terminar de una vez por todas con el “como si”, y con el lenguaje elíptico, y con las metáforas.

De entre las personas que se me acercaron una vez terminada la función las que más me llegaron, por lo inesperadas, fueron unas chicas jóvenes bellísimas, vestidas muy modernamente, (lo aclaro para que no se tenga la idea de un grupo de mapuches vestidas con ropas típicas, que también las había, pero de quienes era más esperable la reacción), con lágrimas en los ojos, que me dijeron textualmente: “Gracias por venir  y recordarnos nuestra historia”. Ellos, los jóvenes, no se quieren ir de su pueblo, quieren permanecer y sienten que su destino está inexorablemente unido a esa tierra de la que fue expulsado el cacique Purran y los ancestros de los que descienden.

Tal vez lo que más me impresionó fue la aceptación de su condición de perdedores en una contienda con un enemigo muchísimo más fuerte. Es de sabios hacerlo. Y no esperan al acecho que la moneda vuelva a caer de su lado. Simplemente trasmutaron su condición, y en una muestra ejemplar de civismo y convivencia, buscaron ser algo sin quitarle nada a la capital política y administrativa actual.  ¡Y vaya si lo lograron!
Volví con el alma plena, sintiendo que estoy cumpliendo mi destino y realizando el propósito de mi vida.

Iré a Chos-malal las veces que haga falta y fundaré con ellos un polo cultural atractivo para cualquier Argentino no solo para los que viven en Neuquén. Lo prometo.

Los abrazo.

Leonor.

P/D. 1) Descentralizar Buenos Aires y crear focos culturales verdaderamente interesantes en otras latitudes, sería una manera de solucionar muchos de los problemas de los que hemos venido hablando

P/D. 2) El domingo 6 estaré en la Feria del Libro leyendo en la presentación de La Princesa de las Pampas, una esplendida novela de Gabriela Margall.

domingo, 22 de abril de 2012

EL MUNDO COMO LUGAR DE TODOS


He leído cuidadosamente los testimonios de ustedes respecto de lo escrito por mí la última vez. El tema es un disparador fulminante e instantáneo de nuestros más secretos temores, certezas, y deseos. 

¿Si deseamos un mundo mas pacifico, justo y equitativo? ¡Claro que sí! Pero tenemos este.

Esto es lo que nos ha tocado vivir y no hay libro de quejas disponible. Ningún día ni a ninguna hora. En este mismo momento en que yo escribo hay gente muriendo de sida en África, personas matando a otras en Irak, campos de refugiados, hambre.

También hay buenos ejemplos, ya lo se. Elijo hablar de los otros, de los que nos horrorizan, de los que nos hacen relatar nuestras penurias una y otra vez y escandalizarnos y victimizarnos. ¿Y saben que resulta de eso? La división del mundo en “ELLOS” y “NOSOTROS”, y nada de eso puede conducir a un buen lugar. 

El jardín del Edén no esta allí.

El día del juicio a Sebastián, él me miraba mucho. Tal vez porque le resultaba un rostro que había visto alguna vez, tal vez porque yo estaba sentada justo en el límite entre las dos familias, tal vez porque no podía discernir si yo pertenecía a los buenos o a los malos.

Para los que ejercerían la justicia yo pertenecía a los buenos, para la familia de Sebastián y para él mismo, a los malos. ¡Vaya paradoja! Y la profunda angustia que me acompaña desde ese día se entronca con el hecho de que no puedo tenerlo claro para mí. 

Yo salí de ese juzgado sintiendo que mi más profunda duda existencial no estaba resuelta, y que probablemente no lo estaría nunca. Todo dependería siempre de quien me mirara y desde donde. Y donde yo misma me colocara para mirar este mundo, habitarlo e insertarme en él.

¿Es suficiente no haber matado nunca para ser parte de los buenos? No lo creo.
¿Se rehabilitará Sebastián pasando el resto de sus días en la cárcel? No lo sé.

O la cárcel, tal cual la conocemos, ¿exacerbará su violencia en vez de ponerlo en un camino de mayor felicidad? ¿Es verdad que las penas más duras, o bajar la edad de imputabilidad disminuiría los crímenes? No lo sé. Y mientras no lo sepa tengo que ser cauta con mis opiniones y mis juicios.

Ustedes tienen razón: la cultura, la educación, la familia, mejorarían las cosas. Mejorarían las cosas las cosas que no están. O no están en volumen suficiente.

En el caso de Ezequiel la justicia hizo lo que había que hacer. Lo que esta en el código. Eso sí lo sé.

También se que si miro los círculos concéntricos de la piedra en el agua pero al revés, el centro terminará en mi, y yo seré la piedra.

La conformación de la moral personal es un laberinto móvil que no admite segmentos cristalizados o establecidos para siempre. Ninguno de nosotros sabe qué haría en una circunstancia excepcional.

¿Qué harías María Marta si te encontraras cara a cara con el chiquito que te arrancó las cadenas? (¡Otra paradoja!) ¿Le dirías que hay que ser bueno y no quitarle las cosas a la gente? Difícil la respuesta, ¿no? 

Porque es muy probable que en su casa le digan lo contrario. Es probable que en su casa le enseñen que a “los otros”, a los que tienen, hay que sacarles las cosas.

No me estoy poniendo del lado de los que delinquen. Estoy pidiendo silencio y cautela para juzgar al otro.

El “otro”, es mi hermano.

Los abrazo.

Leonor.

P/D. 

1) Trini: sin duda tenés suerte y es fantástica tu conclusión, tenés suerte porque te pudo pasar algo peor.

2) Sol: yo revisaría el concepto de la predisposición genética a delinquir. No solo no está comprobado científicamente sino que agranda la brecha entre “nosotros” y “los otros”.

3) Pablo: me emocionó tu deseo para con la hijita de Sebastián, eso de que pueda tener coraje para soportar la mochila de la ausencia de su papa.

¿Sabes una cosa? En la mochila de Sebastián la policía encontró algunos currículums. A lo mejor tenía la verdadera intención de buscar trabajo….

domingo, 15 de abril de 2012

PERPETUA PENA


El 8 de agosto de 2011, en un asalto, perdió la vida Ezequiel Agrest. Tenía 26 años.

Diana Cohen Agrest era su madre. Diana Cohen Agrest es mi amiga. 

El lunes pasado, 9 de abril de 2012, tuvo lugar la primera audiencia del juicio por la muerte de Ezequiel. Diana me pidió que estuviera presente y así lo hice.

Pocas veces en mi vida he sentido, durante tanto tiempo y sin interrupción ninguna, la intensidad y variedad de emociones que me embargaron mientras duró mi presencia allí.

Nunca había estado en una instancia como esa. Y me di cuenta de que la televisión no había anestesiado ni un poco mi posibilidad de sentir. Yo, que soy una gran consumidora de series policiales, probablemente porque las miro como guionista y me gusta adivinar como harán los autores para sacar a los personajes de las situaciones en las que deliberadamente los han enredado, me vi en medio de un tornado de emociones que volvía la realidad irreal y de la cual no había manera de escapar.

Un chico esposado, de la misma edad que Ezequiel, reconoció haberle dado muerte y pidió perdón a la familia.

Diana, al hablar con la prensa, pidió pena perpetua, porque perpetua será su pena por la pérdida de su hijo. 

Al leer esto en los periódicos no pude menos que asombrarme, una vez mas, de las jugarretas del lenguaje, y de cómo el concepto “pena” jugaba con dos destinos principales e innumerables reverberancias paralelas. 

De cómo aquel funesto instante del 8 de agosto del año pasado puso en juego la vida, literalmente, de dos jóvenes que nacieron y crecieron en una enorme ciudad cuya violencia arrasó con la vida de los dos, de sus familias, de sus amigos, de la sociedad en su conjunto. 

Otra vez la piedra en el agua, ¿recuerdan?

La violencia no ocurrió solo en el momento en que Sebastián disparó la bala que mató a Ezequiel. La violencia, esa violencia, comenzó mucho antes y no acabará nunca. Destrozó para siempre a Diana y su familia y destrozó también a la familia del que empuñó el arma, aunque fuera más esperable para ellos. Y al escribir esto cuestiono mi derecho a suponer. ¿Sabía la familia de Sebastián que el salía con un arma en la mochila?

Probablemente si. El ya había cumplido una pena, ¡otra vez la palabra!, por portación de arma.

Solo probablemente.

Sebastián tiene una hijita recién nacida, lo dijo él mismo cuando se dirigió a los jueces. Ella es la perfecta inocente de esta historia.

Para ella también habrá pena perpetua.

Los abrazo.

Leonor.

P/D. 
1) Mantengan los ojos abiertos y compórtense como si efectivamente llevaran un arma que puede dispararse sola.
2) Escriban en el blog en cualquier idioma. La comunicación trasciende los lenguajes y, eventualmente habrá traductores que los interpreten. Lo hacen las rusas, el italiano es algo más sencillo de entender.

domingo, 8 de abril de 2012

UN DICCIONARIO, POR FAVOR!!!!!!!!


Tengo prejuicios, muchos.

Y si nos atenemos a la etimología, la palabra quiere decir eso mismo: un juicio emitido antes de haber razonado suficientemente. Ese mismo hecho debería invalidar el concepto y una mente no carente de cierta inteligencia como la mía, evitaría expresarlo aunque más no sea para evitar que la llamen prejuiciosa con todo derecho.

El  tema que dispara mi prejuicio es la gente que no habla con corrección. No puedo dejar de pensar que las personas que no usan debidamente el lenguaje no piensan con claridad.

Si las palabras son la manifestación de nuestro pensamiento, de nuestras ideas, la dificultad para dejar fluir lo que acaba de elaborar nuestro cerebro no puede tener más que alguna de las siguientes razones:

1)      Estoy hablando de algo en lo que no he pensado lo suficiente.
2)      Estoy mintiendo.
3)      No tengo claros los conceptos que voy a emitir.
4)      Siento que tengo que hablar aunque no sepa bien de que.

Lo que acabo de expresar no tiene nada que ver con el nivel académico de quien habla.

Conozco personas con una formación muy elemental que se expresan sin dificultad, con llaneza, sin titubeos ni muletillas, sin “estés” después de cada frase, y es notorio que su vocabulario no es muy extenso, pero son entendidos con total claridad.

Me parece necesario dejar en claro que estoy hablando de el “como” se expresa alguien y no de si estoy de acuerdo o no con lo que dice.

A modo de ejemplo diré que una vez me tocó escuchar a una persona que defendía las corridas de toros, con las que no puedo estar más que en desacuerdo, pero era tal su corrección en el manejo del lenguaje, tan claras tenía las ideas de la razón por la que defendía las corridas, que su discurso fluía sin dificultad y obligaba a su oponente, yo en este caso, a devolver conceptos tan claros como los suyos y tan fuertemente organizados por su cerebro que no dejara lugar para la duda de quien estaba escuchando.

Y esta exigencia se multiplica cuando quien habla esta ocupando un lugar de mando y de poder. O cuando es un periodista, o un catedrático, o un maestro.

El lenguaje es una herramienta de transmisión de ideas y/o conceptos que quiero que el otro escuche y comprenda, y si es posible comparta, porque creo que es mejor para el mundo y para él.

Y me puse a pensar en los personajes públicos que conozco que pertenecen a una u otra categoría, y arme una lista personal. 

Entre los que manejan el recurso verbal con solvencia están Cristina Kirchner, Jorge Lanata, María Eugenia Estensoro, Enrique Pinti, Beatriz Sarlo, Moria Casan.

Entre los que todo lo contrario: Luis Majul, Diana Conti, Mauricio Macri, Susana Giménez. De éste grupo el vicepresidente Boudou es el que se lleva las palmas.

A algunos los conozco personalmente, a otros no. Con algunos estoy de acuerdo, y en total desacuerdo con otros. Ese no es el tema. El tema es que soy una persona con prejuicios y no puedo convencerme de que el que habla mal tiene claras las ideas.

Y lo curioso es que pienso, y reflexiono, pero no hay caso, mi prejuicio sigue ahí, instalado en mi cabeza a la espera de que venga un duende y me convenza de que puedo depositar mi confianza política, afectiva o intelectual, en una persona que habla mal.

Los abrazo.

Leonor.

P/D. No hace falta aclarar que no me refiero a las personas que hablan una lengua diferente de la nuestra, o de las que no han tenido la fortuna de ser escolarizadas, ¿verdad?
Suerte, yo sabía que no había nada que aclarar.

lunes, 2 de abril de 2012

LA FELICIDAD

Hagan la prueba: pregúntenle al numero que quieran de personas, cercanas o no tanto, si son felices, e inmediatamente aparecerán los titubeos.

Las respuestas serán mas o menos así: “Bueno, lo que se dice feliz, feliz, no se, a veces”, y seguido a esto el intento de significar la felicidad: “En realidad se es feliz por momentos, la felicidad es fugaz, es un instante, luego... etc., etc.”.

Ustedes no preguntaron por el significado de la palabra felicidad, ustedes preguntaron por el estado de la persona en cuestión, no por el significado semántico del término ni por su etimología. Pero esto ocurre porque la felicidad tiene mala prensa. En estos momentos, ser Argentino y ser feliz es sospechoso.

Suena a vaga traición, a indiferencia por los problemas de los otros, o despreocupación por los propios. Lo lógico, aquí y ahora, y en este lugar del universo, en este mapa, es estar amargado, desesperado, paranoico, temeroso, preocupado, resentido, enojado. Y no digo que no haya problemas reales. Lo que digo es que ninguno de esos estados que mencione ayuda a resolverlos, en caso de que tengan fundamentos reales y no sean un mero contagio solidario para con los que me rodean.

Si tengo problemas reales lo que menos necesito es tener la mente nublada con estados emocionales que me impiden pensar con claridad. Lo mismo vale para cuando tengo que ayudar a otros a resolverlos. Cada queja, cada enojo, cada palabra hiriente o despectiva, disminuye mi capacidad operativa. Me hace menos eficaz, menos efectiva para solucionar mis problemas o los ajenos.

Me atrevería a decir que cada tensión muscular, de mi rostro o de cualquier parte de mi cuerpo, envía una señal a mi cerebro y lo ocupa, lo invade, lo animaliza, lo deja sin capacidad de búsqueda de una solución diferente, que es precisamente lo que nos distingue del mundo no humano. Lo contrario de esto es la reflexión inteligente y calma. Pero por sobre todo me ayuda a toparme con lo real y a no confundir el mapa con el territorio.

¿Han visto alguna vez el cuadro de Magritte que tiene una enorme pipa pintada sobre un fondo blanco? Ese cuadro se llama “Esto no es una pipa”. Y parece un contrasentido o una broma del pintor, pero es verdad, eso no es una pipa, es la imagen de una pipa. Atrévanse a un profundo acto de introspección, preferiblemente en solitario y en silencio, y miren a lo que consideran sus problemas bien de frente, y concluyan si son verdaderos problemas o la imagen de problemas.

Y miren sus vidas en perspectiva de totalidad y concluyan que habrán significado esos terribles obstáculos de hoy en, digamos, diez años a partir de ahora. Los orientales dicen que no nos llega ningún problema que no seamos capaces de solucionar, que si llegó es porque tenemos las herramientas necesarias para su solución. Lo que pasa es que a veces no las vemos.

Busquen en su cajón de herramientas y, con paciencia y fe, pongan aceite en los goznes oxidados, cada uno sabe cuales son, y salgan a la calle cada día sabiendo que se encontrarán con un mundo casi siempre hostil y tenso, nada proclive a la alegría. La ventaja que tienen sobre los otros es que ya lo saben y no idealizan pensando que el mundo “hoy” se volvió maravilloso.

Los maravillosos son ustedes y son los que hacen la diferencia.

Los abrazo.

Leonor.

P/D. 1) El 11 de abril estaré en Tucumán en una charla con la catedrática Cristina Bulacio.
        2) El 27 en Neuquén, en Cutral-Co.