lunes, 11 de junio de 2012

NO COLABORAR


¿Cómo se hace para no colaborar con la mentira imperante en los medios de comunicación? ¿En el discurso de la mayoría de los políticos? 

Los políticos han entrado en una, tal vez relativamente nueva, modalidad. Aseguran algo que todo el mundo sabe que es mentira, con una tranquilidad sorprendente. Se parecen al niño que encontramos cuando regresamos al hogar, jurando que no ha tocado el frasco de dulce de leche y tiene la boca y los dedos y la ropa manchados con el dulce manjar.

Los periodistas nos cuentan las noticias armando las frases de tal modo que sean funcionales a sus ideas. 

Hagan la prueba, la misma noticia relatada por distintos medios se convierte en otra noticia, especialmente en épocas de elecciones o de sanciones de leyes. Y la gran tentación es leer los medios que piensan como nosotros. El peligro que esto implica es que deforma la realidad y empequeñece nuestro mundo.

La realidad como tal es inabarcable. Y secreta. Jamás sabremos qué pasa realmente en despachos cerrados a cal y canto, de los que, si nos llega algo, es probable que también esté teñido de intereses.

Nosotros también mentimos en nuestra cotidiana vida. Cuando relatamos una ruptura sentimental o una pelea con un amigo, o una discusión con un vendedor, tendemos a relatar la situación de la manera más favorable para nosotros. Nos cuesta muchísimo decir “tuvimos un cambio de palabras”, “no nos pusimos de acuerdo”, “hubo un malentendido”, “a partir de ahora no estaremos juntos”, y ante el requerimiento de nuestro interlocutor, que será ineludible, de las razones de lo ocurrido, es casi imposible terminar el asunto con un “prefiero no hablar de ello”.

Vivimos en un infierno de inocentes. Todos hacemos las cosas bien, o eso decimos, y sin embargo vivimos muy mal.

¿Qué hacer?

Si las palabras son la representación de nuestras ideas, si las palabras nos remiten a recuerdos dolorosos como si una pantalla bajara y se convirtiera en la visualización de nuestras peores memorias, una solución bastante eficaz, por lo menos para mi, es hablar lo menos posible de esas cosas.

Si alguien nombra a mi padre, sin siquiera mencionar su muerte, lo más probable es que se me llenen los ojos de lagrimas y recuerde su bondad y su alegría y la perdida que significó su muerte.

Si al amanecer paso por la vereda de una panadería, el olor a masa recién horneada estimulará mis papilas gustativas y recordaré el pan caliente y sentiré placer.

Tal el poder de las palabras y las sensaciones.

Si soy la depositaria de un acto de violencia callejera, cada vez que relato el hecho, lo traigo a mi memoria y lo revivo. Y eso no es lo peor,  buscamos clientes para contarles lo que nos ha ocurrido, sin tener conciencia de que el mismo terror y la impotencia que nos invade una y otra vez que lo revivimos, lo plantamos en  el ser que nos escucha, el que a su vez, seguramente lo repetirá y volverá a producirse la situación en otra persona y así hasta el infinito.

Y es de esa manera y no de otra que colaboramos con  una realidad incomoda y enfermante. Y esto es literal y no metafórico: el hablar permanentemente de lo que nos molesta, de lo que no podemos, de lo que nos es impedido, de cómo nos mienten, de que creen que somos idiotas, de los cortes de calles, de la subida del dólar y de la inflación, provoca un bloqueo en el fluir de nuestro pensamiento y una tensión en nuestro sistema muscular, que enferma. Mental y/o psíquicamente, enferma.

Pruébenlo, aunque más no sea por curiosidad. No cuesta nada, y, como dice en algunos medicamentos, no tiene contraindicaciones.

Otra posibilidad es golpear la puerta de nuestros legisladores, que como ciudadanos tenemos derecho, y exigirles explicaciones. O seguir los caminos legales que la justicia contempla, que también son viables.

Yo, como tengo otros planes para mi vida, y he decidido usar mi tiempo creativamente para mi bien y el de los otros, me limito a ser una buena habitante de este lugar del planeta y hago foco en lo que puedo y no en lo que no puedo. 

Eso si, hasta sus ultimas consecuencias.

Los abrazo.

Leonor.

lunes, 4 de junio de 2012

TAN FUERTES, TAN FRAGILES


Despega el avión que me devuelve a Buenos Aires. Son las nueve de la noche del jueves 31 de mayo.  El decolaje es impecable, el vuelo placido. En el límpido cielo ya oscuro luce oronda una luna a la que le falta muy poco para estar completa y ser una esfera perfecta. Me gusta así como esta ahora, prefiero la belleza de la imperfección.
A mi lado un hombre joven que cada tanto se levanta solícito para atender a un anciano, sentado algo más adelante, con signos evidentes de deterioro en su salud.
¿Es tu padre?- le pregunto.
No, -contesta- soy médico y lo estoy acompañando. Esta muy mal de salud y no podía viajar sin un acompañante terapéutico. Al rato pide un tubo de oxigeno y, solícito, se lo coloca a su paciente para que respire mejor.
La tripulación comienza a ofrecer la cena y de pronto mi compañero de asiento desaparece arrastrado hacia atrás por una azafata. Y a partir de ahí, el caos. La tripulación corre, pide oxigeno a los gritos. Miro al enfermo y lo veo muy placido dando cuenta de la cena ayudado por su mujer. El problema es en la parte de atrás del avión. Un pasajero tiene dificultad para respirar y el diagnostico es grave.
Lo traen a la parte delantera y lo sientan lo suficientemente cerca de mi como para que no me pierda detalle. Es un hombre joven, muy corpulento. Tiembla, y su abdomen se sacude violentamente cada vez que intenta llenar o vaciar sus pulmones. Mi compañero medico busca en su maletín jeringas y medicamentos y lo inyecta con la ayuda de los amigos del enfermo. Más tarde me enteraré de que el diagnostico es un edema de glotis, esto quiere decir que está cerrado el tubo por el que entra y sale el aire que es la vida. Le colocan algo por vía endovenosa colgando el suero de una percha de plástico sostenida de los portaequipajes. Todo es tan elemental que asusta. Y a la vez reconforta. La desesperación y el ingenio forman una red que detiene la vida de ese hombre para que no se escape. Todo el pasaje está en silencio. Ese enorme animal metálico con casi cuatrocientas personas en su interior, usualmente bulliciosas, está expectante y se bambolea en el espacio a mas de diez mil metros de altura. Y yo juro que cada una de esas personas pide, desea, reza, para que a ese muchachote desmañado no se le escape la vida por alguna de esas salidas de emergencia que señalan las azafatas al comenzar el vuelo, indicaciones a las que, por cierto, nadie presta atención.
Regresamos a Madrid después de casi tres horas de vuelo porque no había garantías de que Pablo, el enfermo, pudiera soportar las casi nueve horas de vuelo que faltaban para llegar a Buenos Aires, según la opinión de Adrian, mi compañero de asiento, tan medico, tan solidario, tan humano. Fue el quien habló con el comandante y los dos hablaron con los aeropuertos en tierra para tomar la decisión. Hacer volver a destino un avión en vuelo de esas dimensiones no es como hacer una curva en U y retomar. Las instalaciones en tierra autorizaron el regreso. A las dos de la madrugada una ambulancia de alta complejidad y varios paramédicos esperaban a Pablo en la pista. Cuando se lo llevaban pidió acercarse a donde yo estaba y me dio la mano. Le desee suerte.

Te cuento, Pablo, nos llevaron a un hotel cercano al aeropuerto en el que nos atendieron maravillosamente. Las habitaciones eran buenas y el personal muy amable. Desayunamos y almorzamos en ese hotel y a las cuatro de la tarde nos buscaron para embarcarnos hacia nuestro destino. Llegamos a Buenos Aires A las 2 y 20 hs del sábado 2 de junio. Casi 24 horas mas tarde de lo que habíamos programado. Hubo personas que perdieron sus vuelos de conexión, yo personalmente no pude asistir al cumpleaños de una amiga, y seguramente se trastocaron los planes de la mayoría, pero te aseguro que no escuché ni una sola queja. Es mas, durante el día en que forzosamente convivimos, y éramos muchos, a vos te consta, había algo así como un buen humor general y un solo deseo: que te pusieras bien, que te salvaras.
Yo anduve averiguando, de metida nomas, y me contaron que fumas mucho, que viajabas con tus perros y que uno se había muerto. Nunca sabremos si no soportó el viaje o la noticia de que vos estabas mal. También me dijeron que tenías para varios días de terapia intensiva.
No se si la vida nos volverá a juntar alguna vez pero querría saber que fue de vos, que hiciste con la experiencia vivida.
A mi, personalmente, me gustaría enterarme de que te curaste, y que saliste de ese hospital con fuerzas para enfrentar la vida, que no es siempre un jardín de rosas, pero que cierta gente fuerte, e intuyo que vos lo sos, puede con ella.
Es lo menos que podrías hacer. Nos lo debes a todos los que te hicimos el aguante, aquella noche en que la luna no estaba entera, y atravesábamos el cielo sin siquiera imaginar lo qué se avecinaba.
…es que hay que ajustarse los cinturones, Pablo…. cuando menos se las espera aparecen las turbulencias… siempre.

Te abrazo.

Leonor.

P/D. El encuentro en DAIN es el 7 de junio. Error mío, pido disculpas.

Crocetta: lo que escribiste es muy hermoso: ‘Somos la soledad selvática, y el silencio inmenso y profundo… sobre todo”.

miércoles, 23 de mayo de 2012

DIARIO DE VIAJE 2


Son curiosos los viajes. Por curiosos quiero significar lo no usual como norma. Me doy cuenta de que no soy la misma persona  y que no me muevo con las mismas normas. Me siento más libre y por momentos fantaseo con una vida así para siempre y no me desagrada la idea. Sentirme fuera de contexto y desconocida hace que me sienta confortablemente instalada en una zona de no expectativa de los demás hacia mí.

Supongo que tiene que ver con algo de mi estructura que no he logrado normalizar todavía. ¿Deberé hacerlo? Me lo pregunto. Me explico: sé que muchos de ustedes esperan mi mensaje. No escribirlo a tiempo hace que una inquietud permanezca dentro mío que no se resuelve hasta que no cumplo con lo pactado. Me pasa siempre. No le pongo la etiqueta de bueno o malo, simplemente ocurre. Y entonces aquí estoy, en un locutorio escribiendo para ustedes para decirles aquí estoy, no me he olvidado de nuestro compromiso. Estoy trabajando, estuve en Cádiz ciudad en la que presentaré "Atentamente" en el Festival de Teatro en octubre. He visto el lugar que me asignaron, no es un teatro sino un centro de creatividad absolutamente maravilloso arquitectónicamente con escalinatas blancas.

La ciudad es una mezcla de Cartagena de Indias en Colombia y alguna ciudad africana. La gente está contenta. La gente "es" contenta. Un viento caliente agita palmeras y nadie habla de la crisis.
Anoche estuve en un concierto de flamenco. La alcaldesa de Cádiz que se llama Teófila, etimológicamente significa "amiga de Dios" es una persona a la que todos quieren y respetan, incluso la gente que no es de su partido. Pocas veces me ha sucedido presenciar un fenómeno de esta naturaleza.
De vuelta en Madrid la cosa cambia. El humor de la gente no es el mismo. Ayer he atravesado manifestaciones de maestros pidiendo menos recorte y restricciones a su tarea.

Mucha gente celebra que en las elecciones de Francia haya ganado un socialista, François Hollande. Dicen los periódicos de hoy que le hará frente a Ángela Merkel.
En estos días se me ocurrió el loco pensamiento de que España tiene más que ver con América que con Europa. Insisto, pensamiento loco, pero no me lo puedo sacar de la cabeza.
La Constitución de Cádiz de 1812 dice, por primera vez en la historia, que España no sería lo que es sin América, ni América sin España. Y yo me meto en ese concepto y me resulta verdadero.

Soy consciente de que este mensaje no es como los otros. Es una especie de noticiero de mis sensaciones, emociones y pensamientos a la distancia.

No está mal.
Les he contado mi itinerario interno y externo.

Los abrazo.

Leonor.

P/D. Vuelvo a Argentina para leer en la presentación de un libro el 6 de junio en DAIN y hacer dos "Atentamente", uno en Gral. Rodríguez y otro en Capitán Sarmiento.

martes, 15 de mayo de 2012

DIARIO DE VIAJE


El diario de viaje de los antiguos implicaba contar qué sucedía en el día a día. Las cosas concretas, las necesidades, los problemas a solucionar, tal vez el hambre.

Hoy un diario de viaje es mucho más metafórico y psicológico. El lenguaje ha dejado de ser lineal porque nosotros hemos dejado de ser lineales.

Si yo cuento lo que han sido los días de mis dos ultimas semanas contaré, seguramente, mi viaje a Paraguay y de cómo fue la emoción de asistir al estreno de una película producida por mi hijo y de cómo fue reconocido públicamente y de cómo yo sentí “misión cumplida” respecto de su crianza y crecimiento. 

¿Contaré la ropa que puse en la maleta y de cómo hice y deshice la dichosa valija en cuestión de horas y me levanté a las cuatro de la mañana para poder volar a Buenos Aires y llegar a tiempo a otro vuelo que me trajo a Madrid? Lo dudo. 

Sentiré que tengo que hablar de mis emociones y de mis estados de animo y del significado profundo de mis vaivenes mentales.

Si en cambio de tratara de una película, pondría al personaje, yo en este caso, a doblar cuidadosamente las prendas tratando de no olvidar nada que pudiera necesitar en las eventuales entrevistas. Los maquillajes, los zapatos, los perfumes. 

Cómo llené de comida el cuenco de mis gatos para que tuvieran suficiente hasta que llegara el lunes la persona que los cuida en mi ausencia. Cómo caminé ayer por las calles del mercado, disfrutando el mezclarme entre personas de etnias diferentes. Cómo compré una esponja para bañarme, y manzanas y un queso blanco y tierno que no se consigue en ninguna otra parte del mundo. 

Y de cómo en este momento he abierto las ventanas y miro a las personas que buscan en la plaza un lugar para tomar el café de la mañana. Simplemente miro. No saco conclusiones, como suelo hacerlo, acerca de la humanidad y sus costumbres, lo profano y lo sagrado. 

Y todo eso porque supongo que se espera de mi una conclusión inteligente y flechas éticas y morales que ayudan a los que están perdidos, o tristes o frustrados.

Hoy soy esto y no me parece más importante la crisis mundial que la tostada de pan de semillas que me comeré dentro de un rato.

¿Será esto el momento a momento? Nada hay que yo pueda hacer diferente de lo que estoy haciendo. Nada que cambie el curso de las cosas. Y, curiosamente, no me siento más banal que otras veces. Tal vez algo más “biológica” que pensante. Y el resultado es sorprendentemente agradable.

Los abrazo, esta vez con el deseo de que experimenten alguna vez un estado semejante.

La experiencia vale la pena.

Leonor.


P/D.  Anoche leí en una revista un reportaje a la nuera de Bernard Maddoff, el magnate que estafó a miles de personas y que hoy se encuentra en la cárcel. Su marido, el hijo del señor Maddoff, se suicidó el año pasado porque no pudo soportar vivir con lo que había hecho su progenitor, y porque el mundo sospechaba que él no podía no estar al tanto de los manejos de su padre. Ella lee una esquela que su marido dejó para su padre en la que dice: “¿Necesitabas hacerle esto a la gente? Me avergüenza ser tu hijo. Vete a la mierda”.

Luego de eso se pegó un tiro.

Yo le creo.

martes, 8 de mayo de 2012

CITA A CIEGAS


Todas nuestras citas son a ciegas pero no lo notamos. 

Llevamos una agenda en la que se estipula hora, lugar y persona con la que nos encontraremos y hasta el tema que tocaremos al hablar. Rara vez resulta como lo planeamos. Cuando viajamos, y mucho más si lo hacemos en un tour programado de antemano, está rigurosamente estipulado el día y la hora que estaremos en cada país, el paseo en barco, el caminar por las sierras,  el shopping, la comida  que probaremos y los grupos de músicos disfrazados con trajes típicos que nos obligaran a escuchar el folklore local.

La maquina requiere ser alimentada con determinada comida y siguiendo un orden, y nosotros obedecemos.

¡“Me dieron una sorpresa fantástica”! ¿Cuántas veces escuchamos esa frase? Cada vez que la escucho digo para mis adentros, o para mis afueras, “odio las sorpresas”. Y es verdad, odio las sorpresas, pero es una afirmación estúpida porque cada minuto de mi vida es inesperado.

Lo sé, lo sabe mi laboriosa cabeza, pero el resto de mi persona sigue comportándose como si lo ignorara, viviendo enormes frustraciones cuando las cosas no suceden como lo espero.

Tuve plena conciencia de ello cuando hace unos días asistí a una verdadera cita a ciegas. 

Fui invitada a un almuerzo organizado por una reencontrada amiga de años, poseedora de una delirante, original y brillante inteligencia. El encuentro consistía en comer en un restaurante un grupo de personas que no se conocían previamente, con la consigna de que era “para nada”. 

Fue así como compartí uno de los momentos mas ricos, espontáneos, y disfrutables de mi vida, con un diseñador de ropa, un encargado de relaciones publicas de uno de los hoteles mas importantes de Buenos Aires, la encargada de educación y cultura de la embajada de EEUU, recién llegada al país, una arquitecta que tiene además una galería de arte, un artista multidisciplinario con un delirio y una inteligencia comparables a los de mi amiga, presente también, y yo.

No suelo sentirme muy libre cuando soy invitada a reuniones, grandes o pequeñas, en las que no conozco a la mayoría de los invitados. Con frecuencia declino asistir y si lo hago me doy cuenta de que estoy en guardia y sin demasiada espontaneidad.

El día de mi cita a ciegas me di cuenta de lo que me pierdo. Es verdad que los invitados a ese almuerzo habían pasado un filtro riguroso, pero era un examen bastante fácil de aprobar. Cuando le pregunto alguien a mi amiga qué criterio había utilizado para elegir a sus invitados respondió: “Creatividad y alegría”. Y, efectivamente, era el común denominador de todos los asistentes. El almuerzo fue una fiesta.

Mientras conducía el auto de regreso a mi casa pensé con qué facilidad los hechos de la vida cotidiana nos evaporan la alegría. Esa que debería acompañarnos por el mero hecho de estar vivos y ver salir el sol cada mañana. Esto suena a manual de autoayuda, lo se, pero no tengo otra manera de explicarlo. 

Nadie debe tener el poder de arruinarnos un día, y está claro que no hablo de los grandes dolores, de los que no está exenta ninguna vida, hablo de que el poder debe estar en nuestras manos. Ni de los gobiernos, ni de nuestros trabajos, ni de los amigos y, si se me permite, ni de nuestra familia, vendrá ese impulso interno necesario para vivir en plenitud aunque las papas quemen.

Eso ocurre cuando lo que sabe nuestra cabeza baja a cada célula de nuestro cuerpo y se instala en cada gota de la sangre que circula y nos alimenta, y se mete muy adentro hasta hacer de nuestro corazón el centro de su casa.

Es una experiencia que vale la pena intentar. Cada uno puede comenzar por donde quiera, ahí están, nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestro espíritu, esperando ser entrenados para la felicidad. Y está claro que no hablo de reírse todo el tiempo. Hablo de poder atravesar una pena sin pensar que la vida no tiene sentido.

Los abrazo.

Leonor.

martes, 1 de mayo de 2012

LOS QUE PERDIERON LAS BATALLAS

Vuelvo de Neuquén, de Chos-Malal, pueblo mapuche araucano originario.

No es cómodo llegar: avión hasta Neuquén capital y  posteriores 360 km de auto y otro tanto al regreso. El hotel de Chos-malal era de dos estrellas. No sé que significado tiene en la jerga hotelera el número de estrellas pero “La Farfalla” fue, durante unos días, lo más parecido al recuerdo del paraíso. ¿Escribí “recuerdo”? Sí, el paraíso esta en mí, y lo recuerdo.

 Durante las paradas y entre bromas habíamos escuchado a cantantes latinoamericanos que sonaban sin descanso, pobres, e indefectiblemente pedíamos bajar el volumen para poder hablar. Al llegar a “La Farfalla” sonaba Mozart.

El sábado por la noche hice “Atentamente” en el cine del pueblo atestado hasta donde permitían las medidas de seguridad. Trabajé, como siempre lo hago, con dos actores locales generosos y esplendidos, y una pianista de la ciudad acompañó a Alicia Fernández, mi cantante amiga, mágica y angelada, que trabaja a mi lado desde que comencé esta travesía.

Al terminar la función subió al escenario el intendente del pueblo. Es habitual la entrega del diploma de Ciudadano honorifico o algo así, pero en este caso el Intendente traía consigo dos diplomas bellamente enmarcados en blanco. Uno era, efectivamente el de ciudadana de honor pero el otro, el inesperado, me nombra Embajadora Cultural de Chos-malal.

Chos-Malal tiene una historia desgarradora para el alma de ese pueblo. Hasta el año 1904 fue la capital de la provincia y ese año se determinó desde la capital de la República, y por orden  del gobierno central encabezado por el Gral. Roca, que la capital sería trasladada a la zona de la Confluencia, llamada así porque allí se juntan el Limay y el Neuquén. Convenía políticamente pero Chos-malal quedó herida y recién hace dos años fue promovida a Capital histórica y cultural de la Provincia. Y hete aquí que me nombran a mí, y justamente ahora, Embajadora Cultural de Chos-Malal. Yo no sé que significa exactamente ese titulo ni sé muy bien qué se espera de mi. Yo si espero que no lo hayan hecho como una mera formalidad protocolar, pero hablaré con el Intendente y con quien sea necesario, porque pienso que es hora de materializar lo simbólico y terminar de una vez por todas con el “como si”, y con el lenguaje elíptico, y con las metáforas.

De entre las personas que se me acercaron una vez terminada la función las que más me llegaron, por lo inesperadas, fueron unas chicas jóvenes bellísimas, vestidas muy modernamente, (lo aclaro para que no se tenga la idea de un grupo de mapuches vestidas con ropas típicas, que también las había, pero de quienes era más esperable la reacción), con lágrimas en los ojos, que me dijeron textualmente: “Gracias por venir  y recordarnos nuestra historia”. Ellos, los jóvenes, no se quieren ir de su pueblo, quieren permanecer y sienten que su destino está inexorablemente unido a esa tierra de la que fue expulsado el cacique Purran y los ancestros de los que descienden.

Tal vez lo que más me impresionó fue la aceptación de su condición de perdedores en una contienda con un enemigo muchísimo más fuerte. Es de sabios hacerlo. Y no esperan al acecho que la moneda vuelva a caer de su lado. Simplemente trasmutaron su condición, y en una muestra ejemplar de civismo y convivencia, buscaron ser algo sin quitarle nada a la capital política y administrativa actual.  ¡Y vaya si lo lograron!
Volví con el alma plena, sintiendo que estoy cumpliendo mi destino y realizando el propósito de mi vida.

Iré a Chos-malal las veces que haga falta y fundaré con ellos un polo cultural atractivo para cualquier Argentino no solo para los que viven en Neuquén. Lo prometo.

Los abrazo.

Leonor.

P/D. 1) Descentralizar Buenos Aires y crear focos culturales verdaderamente interesantes en otras latitudes, sería una manera de solucionar muchos de los problemas de los que hemos venido hablando

P/D. 2) El domingo 6 estaré en la Feria del Libro leyendo en la presentación de La Princesa de las Pampas, una esplendida novela de Gabriela Margall.